Los telares de Cris

Invierno a la vista

La niebla es una pesadilla para conducir y una losa cuando no levanta en días, pero la niebla es nuestra

Niebla en Zamora

Niebla en Zamora / EMILIO FRAILE

Cristina García Casado

Cristina García Casado

Este lunes, siete de noviembre, se hizo presente el anuncio definitorio del invierno en Zamora: la primera niebla. Abrió antes del mediodía, no fue gravísima. Me dio tiempo a colgar en Twitter una foto en la que solo se veían las tejas de los edificios de enfrente. Algunas personas me mandaron imágenes de sus nieblas en Palencia y Valladolid. Bastantes zamoranos de la diáspora me dijeron que hasta las echaban de menos.

La niebla es una pesadilla para conducir y es una losa cuando no levanta en días, pero la niebla es nuestra. Esta es una provincia esteparia, estacional, extraordinaria en su amplitud térmica: de 13 grados, por ejemplo, este sábado. ¿Qué tiempo hace hoy? Todos, podríamos responder tantos días. Aquí como la cebolla es la manera eficaz de vestirse.

Si el cielo de Castilla es tan alto, es porque lo habrán levantado los campesinos de tanto mirarlo, dijo Miguel Delibes. Este cielo inmenso, a veces mar y a veces plomo, determina cosechas y ánimos, hábitos y jeras

Me atrevo a escribir una columna hablando, sí, del tiempo, porque el tiempo lo atraviesa todo en esta región agrícola. Aquí no busques oro si no lo da el cielo, cantan los burgaleses de La MODA. Si el cielo de Castilla es tan alto, es porque lo habrán levantado los campesinos de tanto mirarlo, dijo Miguel Delibes. Este cielo inmenso, a veces mar y a veces plomo, determina cosechas y ánimos, hábitos y jeras.

Hablábamos el viernes de estos rigores al calor de las castañas asándose en el magosto del colegio. Había quienes fantaseaban con navidades en manga corta y quienes defendíamos el encanto del invierno, aunque también nos guste más el tiempo bueno. El tiempo bueno para mí son los entre 20 y 25 grados que tiene siempre, por ejemplo, la Ciudad de Guatemala. Puedes pasar todo el año con vestidos y pantalones cortos y una manga larga. Exactamente como los veranos de pueblo zamoranos de antes del desastre climático.

A mí ningún verano me gustaba más que el de aquí, incluso sin playa ni paseo marítimo. Pero de este verano huí. Me pareció insoportable físicamente, pero sobre todo muy triste que tantas noches no apetecería salir al fresco porque no lo había. El fresco es seguramente mi lugar favorito del mundo. Esa fue para mí la señal de que el escenario catastrófico que anuncia la ONU nos ha alcanzado.

Quizás por eso me reconfortó la llegada de la primera niebla. Un signo de normalidad después de un octubre desconcertante de fotos en playas cantábricas. La niebla es nuestra, como lo es el fresco, como lo es la brevedad del otoño y la primavera. Y cuando no lo sea, malo.

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