Por el cambio

Que 40 años no es nada lo demuestra el hecho de que el rural sigue existiendo en función de las necesidades urbanas: el silo ha dado paso a las macro-renovables

Bárbara Palmero

Bárbara Palmero

Cuando el río suena, agua lleva, dice el refranero. El problema deviene cuando no queremos escuchar el ensordecedor rugido del agua, porque no queremos molestarnos en extraer conclusiones de un indicio que pinta feo. Para qué perder el tiempo pensando.

Por el cambio

Por el cambio / Bárbara Palmero

Sobre todo, ahora que la Liga se ha puesto interesantísima, con ese Sevilla en puestos de descenso y el Real B ganándolo todo. Además, dentro de nada empieza el mundial de fútbol financiado por los jeques que financian a los terroristas de Hamás con una mano y con la otra firman los Acuerdos de Abraham.

Aparte de pintar feo, el indicio es tan evidente que hasta los rebaños y la fauna salvaje se han dado cuenta. Resulta que Bill Gates, el dueño y señor del sistema operativo Windows, y uno de los tipos más ricos del mundo, se ha convertido en el mayor terrateniente de Estados Unidos.

No solo eso. Resulta también que, Jeff Bezos, el todopoderoso amo de Amazon, también se dedica a comprar tierras cultivables a lo largo y ancho del planeta. Tres de tres: otro rico, el jefazo de la CNN y magnate de la comunicación, Ted Turner, no se queda a la zaga. Y al igual que los anteriores, y otros muchos multimillonarios, anda como loco acaparando tierras de labor por aquí y por allá.

Las cifras dan más miedo que el reciente festival de cine de terror de Sitges y las terribles imágenes de la celebración de Halloween en Seúl que ha acabado en tragedia juntos. Sólo el 1% de los propietarios de tierras controlan ya más del 70% de los suelos cultivables de todo el mundo.

Contra Bill Gates se han pronunciado pequeños granjeros y hasta The Red Nation, la organización de resistencia indígena de los nativos norteamericanos. Porque utiliza su información privilegiada para hacerse con las tierras más productivas al mejor precio, lo cual es moralmente reprobable.

Los ricos se dedican a comprar suelo cultivable por todo el planeta, en previsión de una futura falta de alimentos

Aparte de que, gracias al filántropo usurero, ni el presidente Biden puede seguir cumpliendo con la devolución de las tierras robadas a sus antepasados, ni los jóvenes indígenas pueden acceder a tierras cultivables con las que labrarse un porvenir, formar una familia y sacar adelante a los hijos. Repito, moralmente reprobable, por muchas limosnas que reparta luego.

He terminado de leer el libro Las Cosechas del Futuro, de contenido altamente inquietante. En él, la periodista Marie Robin recuerda la anterior crisis alimentaria de 2008 que desembocó en revueltas del hambre por todo el mundo. Y alerta sobre la hambruna que está por venir. “Es capitalismo en estado puro, aquí es donde se hacen los millonarios. Creo en el mercado, porque siempre tiene la razón. Ha pasado la época de los alimentos baratos”. Quien así se expresa, es un corredor de bolsa de materias primas que opera en el Mercado de Futuros de Chicago. Uno de esos depredadores, a los que la autora denomina los productores del hambre.

La especulación con las materias primas empezó antes. Pero fue a raíz de la crisis de 2008 cuando los fondos de especulación fijaron su atención en el apetecible comercio de materias primas. Hasta acabar transformando la natural compra-venta de productos alimentarios en un mercado financiero.

La próxima crisis alimentaria no será una fatalidad, debida a otra mala cosecha o una nueva guerra, como sucedía en el pasado. En el siglo XXI, las hambrunas son un abominable juego. En el que unos cuantos poderosos, compran y almacenan cosechas, reteniéndolas a su antojo, para luego fijar al alza el precio del pan y el bol de arroz de los pobres. Con un único objetivo: intentar satisfacer su insaciable sed de beneficios.

Dinero atrae dinero. Por esta razón, Bill Gates y otros ricos llevan tiempo comprando tierras y más tierras de labor. El gran hombre que nos ha vendido la milonga de una tecnohumanidad hiperdigitalizada y la vivienda domótica se dedica a producir cebada. El mismo que nos quiere vender la filfa de la carne fabricada mediante impresoras 4D ara la tierra para sembrar avena y centeno.

Piensa mal y acertarás, reza otro refrán.

Los propietarios de tierras de labor en Zamora ceden las suyas para instalar placas solares, que son pan para hoy y hambre para mañana porque desertizan el suelo convirtiéndolo en infértil

Ahora que los más ricos de entre los muy ricos, se dedican con frenética voracidad a acaparar terrenos cultivables a lo largo y ancho del planeta, en previsión de la próxima crisis alimentaria galopante, en Zamora, los propietarios de tierras de labor están cediéndolas, a cambio de cuatro perras, a compañías energéticas para la instalación de placas solares. Unas placas solares que son pan para hoy y hambre para mañana. Porque son acumuladores de energía, generan altísimas temperaturas, y terminan erosionando el suelo y volviéndolo improductivo.

Otro libro muy recomendable: El Hambre en el Mundo explicado a mi Hijo, del sociólogo y ex político suizo, Jean Ziegler. En el que este antiguo relator de la ONU documenta cómo el objetivo de la industria agroalimentaria siempre ha sido el de acabar con las granjas familiares. En Zamora damos fe de ello.

Lo dice La Biblia: “Más vale adquirir sabiduría que oro. Mas vale adquirir inteligencia que plata”. Proverbios 16:16. Aunque en el caso de Bill Gates da igual, porque además de filántropo usurero es agnóstico, es decir, no tiene intención de creer mientras la Ciencia no demuestre que Dios existe.

Con Ciencia o sin ella, Dios existe, va con los buenos, y ningún rico lo es.

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