Decían de una determinada persona que era tan coherente como aquella otra que un día defendía a Lutero y al siguiente al papa de Roma. Algo así sucede con los partidos políticos. Que cuando son ellos los que gobiernan “España va bien”, y cuando gobiernan los otros el eslogan se transforma en “váyase, señor González”. O también “OTAN no, bases fuera” cuando mandan unos y “OTAN de entrada no” cuando empiezan a mandar los otros, que termina siendo “OTAN sí”. Nada importa lo que hacen unos y otros, ni que sus acciones ayuden a vertebrar el país, o a empujar en la buena dirección. Porque el mero hecho de que lo haya decidido “el otro” invalida cualquier calificativo constructivo.

Tal reflexión es aplicable también ahora. Sirva como ejemplo el caso de la adaptación del antiguo edificio del Banco de España en Zamora, con la idea de que, algún día, llegue a ser una dependencia de la policía municipal. Y es que su historia y vicisitudes no hacen pensar otra cosa.

Han sido tantos sus devaneos que no es de extrañar que alguien haya llegado a la conclusión de que el mencionado edificio esté condenado a no ser habitado. Que allí esté morando un fantasma que actúa como haga falta para que así sea, aunque no se le haya visto arrastrando cadenas, ni emitiendo gemidos o cualquier tipo de ventosidades. Quizás, pertenezca a la familia de los fantasmas serios, como los que protagonizaron “Los otros”, aquella película que pariera, en su día, Amenábar.

Tal retraso ha servido para que la oposición se haya entretenido en darle caña al ayuntamiento capitalino. Y ya, de paso, echarle en cara la paralización del Museo de Lobo

Antes de pasar a mayores, conviene decir que el desalojo del edificio llegó a hacerse en el año de gracia de 2005, cuando en España era el PSOE quien gobernaba, y en la comunidad de Castilla y León lo hacia el PP. Sus presidentes solían disputarse el primer puesto para ver quién era el que menos interés mostraba por Zamora, bien fuera el vallisoletano Zapatero o el burgalés Herrera. Nadie ha sido capaz de averiguarlo ya que siempre resultan difíciles de realizar los cálculos infinitesimales. Por entonces, el ayuntamiento lo manejaba el PP, con el alcalde Vázquez a la cabeza, y la diputación, también el PP, con Martinez Maíllo al mando.

Fue en aquellos momentos cuando comenzaron a surgir especulaciones sobre el posible uso del controvertido edificio. Y, como siempre, nada alejadas de inútiles discusiones hermenéuticas. Es de suponer que, por aquellas fechas, hiciera acto de presencia el mencionado fantasma que, consciente de su donosura, no dudara en tomar posesión de este. Un fantasma que unas veces parecía inspirarse en “Casper” (fantasma bueno) y otras en su colega de Canterville, que nos dejara Oscar Wilde (fantasma malo). El caso es que, de una forma u otra, el montaraz fantasma ha estado haciendo de las suyas. Más que nada para entretenerse. Para olvidar el aburrimiento que antes padecía, cuando se limitaba a dar sustos en un parking al paso de los coches.

Se habló, y mucho, de que el edificio iba a dedicarse a Centro de Interpretación de la Ruta de la Plata, pero la hábil actuación del fantasma consiguió impedirlo. El Estado hizo amago de utilizarlo como sede del Instituto Nacional de la Seguridad Social, y el fantasma se supone que volvió a actuar, ya que la idea no llegó a cobrar cuerpo. Mientras tanto, Martinez Maíllo, no se sabe a santo de qué, se lo ofreció a las cofradías de Semana Santa, para que hicieran allí su Museo; pero, ya se sabe que los fantasmas no suelen llevarse bien con las cosas de la Iglesia, y tal ofrecimiento también quedó en desecho. Camacho Vizcaíno, a la sazón ministro del PSOE, salió por peteneras afirmando que se iba a instalar allí la Fundación Ortega- Marañón, otro globo sonda que ni siquiera llegó a elevarse al éter. Hasta la Cámara de Comercio metió baza, pidiendo, con embeleso, el intercambio del edificio por el que esa institución tiene en la calle Pelayo. Pero los fantasmas no suspiran por abrir negocios, ni por levantar empresas, y, aunque nadie haya sabido dar razón de ello, tal propuesta también resultó desechada.

De resultas de lo cual, fue transcurriendo el tiempo o, mejor dicho, perdiéndose, como suele ser habitual por estos pagos, hasta que, en el año de gracia de 2016, ya con IU tutelando el ayuntamiento, comenzaron las obras de adaptación para que fuera usado como dependencia de la policía municipal.

Durante tan largo periplo, no se sabe de nadie que haya puesto denuncia alguna por cosa de brujería, como pasó en su día con la casa de Nyack, en Nueva York, que llegó a ser declarada “embrujada” por los tribunales de justicia norteamericanos. De manera que el fantasma ha seguido haciendo de las suyas. Recientemente, hizo ver un hecho nada baladí, cual es que el edificio tiene los techos con amianto, cosa que, al parecer, nadie había detectado. Con ese nuevo argumentario, las obras resultaron suspendidas. Y así se ha llegado hoy, cuando parece que la cosa vuelve a ponerse en marcha, aunque, eso sí, bajo la atenta tutela del fantasma.

Tal retraso ha servido para que la oposición se haya entretenido en darle caña al ayuntamiento capitalino. Y ya, de paso, echarle en cara la paralización del Museo Baltasar Lobo cuya ubicación está decidido que sea en el Ayuntamiento Viejo. Pero, claro, para ello sería necesario que antes lo dejara expedito la policía municipal, que, a su vez, como quien dice, tendría que haber tomado posesión del edificio en reforma controlado por el fantasma.

Aunque la elección del edificio del viejo ayuntamiento para ser utilizado como museo haya sido controvertida, ya que no cubre sus necesidades, lo cierto es que quienes se oponen a esa ubicación no han movido un solo dedo para ofrecer una solución alternativa. Como si con ellos no fuera la cosa. Entre todos se han apañado para dejarle el marrón a la parte más débil: en este caso al ayuntamiento, actuando como si ellos ofrecieran sus dones a porfía. Lo cierto es que, guste o no, el ayuntamiento le tiene adjudicado un espacio, dispone de un proyecto, y cuenta con una partida económica para afrontar las obras. Lo demás debe ser cosa del supuesto fantasma del edificio del Banco de España que, desde el inframundo, vistiendo una sábana de verano, corta de tiro y de perneras, está haciendo lo posible por dar por saco a todo lo que se mueve. Mientras, encuentra una sombra y aprovecha para echarse al coleto un brik de leche sin lactosa.