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Decepciones en la vida

Promesas y sueños que acaban en el cajón de las palabras vacías

Decepciones en la vida

Me contaba hace unos días un buen amigo que la vida es un camino permanente de decepciones. En apenas dos minutos, me puso varios ejemplos muy significativos: los supuestos amigos de toda la vida que, en los momentos clave en que se necesitan, ponen pies en polvorosa y te dicen que adiós muy buenas; los compañeros de trabajo que has acompañado en las duras y en las maduras, pero que cuando tocas a sus puertas pidiendo ayuda salen pitando, guardan silencio o miran para otro lado, como si con ellos no fuera la cosa; los políticos de turno que cuando aspiran a sentar sus posaderas en los asientos del poder te venden la moto con sus ofertas, promesas y sueños colectivos para, mucho antes de lo previsto, acabar en el cajón de las palabras vacías; las personas que en algún momento han sido referentes culturales, morales o religiosos para tantos individuos y que, de la noche a la mañana, descubres que son pura fanfarria. Y no me dijo nada más porque lo esperaban del otro lado de la calle y yo tenía que proseguir la marcha.

Como la conversación quedó interrumpida por las prisas de la vida cotidiana (a mí me esperaba una conferencia virtual y él tenía que llevar a los chavales a no sé qué actividad vespertina), tras la cena, cogí el móvil y le mandé varios wasaps. Me interesaba comentar algunas de sus decepciones y, sobre todo, que mi amigo no sintiera que yo me olvidaba de él, poniéndome como ejemplo de una nueva decepción en su biografía. Sobre los amigos, efectivamente: si lo son, no fallan nunca. Y si fallan, le dije, que se vayan por donde vinieron. No merece la pena dedicarles ni un segundo, aunque duela. Ídem para esos compañeros y compañeras de trabajo que utilizan a uno para sus intereses personales, callando o manteniendo en silencio sus verdaderas intenciones. Menos mal, insistí, que no todos los colegas del curre son iguales. Yo conozco a unos cuantos que se desviven por los demás, que te animan cuando estás disgustado y que empatizan con los problemas que te consumen. Esta gente, remaché, es la que realmente merece la pena.

Y quedaron para el final los comentarios sobre los políticos de turno y quienes, en algún momento de la vida, han sido considerados referentes morales, artísticos, religiosos, etc., de la sociedad. Sobre los primeros, aunque la mala prensa les acompañe, conozco a más de un político que se desvive por los demás, que mantiene jornadas de trabajo interminables y que, sin embargo, no gusta vender lo que hace. Los políticos, le dije, son esenciales en nuestras vidas, por mucho que las circunstancias (de antaño o de ahora) inviten a escribir otras palabras. Y también son fundamentales esas personas que, por sus habilidades, cualidades o cualquier otra maestría y pericia, alumbran los pasos del resto de los mortales que andamos errantes por la vida. Por eso, cuando una de esas luces se apaga, duele. Pero cuando te engañan, simulan o te salen rana, si pudieras, les retorcerías el cuello. En fin, mi amigo sabe que casi pienso como él. Pero también conoce que no podemos olvidar a quienes nunca fallan y siguen a nuestro lado.

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