No visten capa, ni llevan peto y espaldar. Por escudo les basta con su corazón. No son invencibles, ni semidioses, ni titanes. Sufren como el resto de humanos y como el resto de humanos también tienen cicatrices, unas en el cuerpo, otras en el alma, cuántas de ellas emocionales. Seguro que nunca se han detenido a pensar de lo que serían capaces de hacer en condiciones extremas, de reaccionar como ellos lo han hecho, sin pensarlo dos veces, en una situación límite. Lo cierto es que puestos en la misma tesitura, lo volverían a hacer, volverían a repetir su heroicidad, su hazaña.

Sé que en cada Policía Nacional hay un héroe anónimo, un valiente que no huye las dificultades. Javier Montero y José Navas son dos de esos héroes que en la mañana del pasado jueves salvaron la vida de una mujer sin importarles poner en riesgo las suyas. Ni uno ni otro se consideran héroes, intuyo que volverían a hacer lo que hicieron por grande que fuera la dificultad. No era fácil el campo de batalla en el que se vieron obligados a luchar para salvar una vida. Ni más ni menos que el padre Duero. En el tramo más caudaloso, más difícil, donde las corrientes son mayores, donde el peligro salta a la vista, allí, se produjo el rescate. Allí escribieron con valor su epopeya particular.

Para José Navas y Javier Montero lo más importante es ayudar a los demás, salvar vidas en peligro, ser policías, porque los policías nacionales están hechos de una pasta especial y eso es lo que en verdad les llena de orgullo: pertenecer a la Policía Nacional, ser, llamarse, sentirse policías nacionales, a mucha honra siempre. Uno y otro son dos valientes, son dos héroes más allá del deber. Lo de José, saltando desde el puente, y Javier despojándose de toda su ropa para nadar mejor y salvar el trecho de cuarenta metros de río que le separaban de su compañero y de la mujer que se hundía poco a poco, es una heroicidad en toda regla, digna del reconocimiento de los zamoranos, de las instituciones, de la subdelegación del Gobierno cuyo titular, Ángel Blanco, buena gente donde la haya, no tardó en visitarles para comprobar su estado y darles la enhorabuena.

Si hay una acción que merezca medalla al mérito ciudadano, al valor o lo que sea, esa es la de Navas y Montero. De dos simples policías nacionales como se consideran a sí mismos, en unas horas José y Javier han pasado a ser dos héroes, aunque no quieran reconocerlo. Dos héroes anónimos que merecen nuestro reconocimiento.