El pasado 26 de enero, murió trágicamente en un accidente de helicóptero Kobe Bryant, una noticia que conmovió al mundo del deporte sobre todo al del baloncesto. Kobe, como bien saben los aficionados a este deporte, ha sido uno de los mejores jugadores de baloncesto NBA. Desde ese momento las muestras de condolencia, los artículos en la prensa y en los medios no han dejado de producirse para recordar su brillante carrera en el baloncesto norteamericano. Sin embargo, apenas se han comentado algunos otros aspectos de su persona que me gustaría resaltar.

Kobe fue un hombre muy familiar. Se casó con Vanessa, de ancestros mexicanos e irlandeses, de carácter latino, fuerte, arraigada en la familia y con convicciones fuertemente católicas, que también él tenía. Tuvieron cuatro hijas, una de ellas fallecida en el accidente en que murió su padre. En el pasado mes de noviembre el matrimonio celebró su 20 aniversario de boda. Para Kobe su mujer y sus hijas eran lo más importante: "No es que no quiera ir a los partidos de los Lakers, es que prefiero bañar al bebé y cantarle canciones. Prefiero estar con ellos que hacer cualquier otra cosa", declaró hace unos meses. Su matrimonio no fue, precisamente, un camino de rosas. Tuvieron que superar varias crisis, por alguna infidelidad suya, que podrían haber terminado con su separación.

Kobe fue una persona creyente, un hombre de fe católica. Hablaba de su fe sin ocultarla. Se casó por la Iglesia Católica. Gracias a esta fe y el amor de su esposa y de sus hijas pudo enfrentar y superar la crisis provocada por una infidelidad suya. "Lo único que me ayudó realmente durante este proceso -soy católico, crecí como católico, mis hijas son católicas- fue hablar con un sacerdote" aseguró. El día del accidente antes de subirse al helicóptero, se dieron el madrugón para participar en la misa dominical de las 7 de la mañana, en la que comulgaron. Este ha sido un gran consuelo para su esposa: "Tenía las maletas hechas" afirmó.

Kobe fue un amigo en quien podían confiar sus amigos. El tenista Djokovic después del trágico accidente no pudo contener las lágrimas y destacó el apoyo que siempre le brindó en momentos difíciles: "Tuve la fortuna de tener una relación personal con él en los últimos 10 años y cuando necesitaba algún consejo y un poco de apoyo, él estaba ahí para mí. Fue mi mentor, mi amigo."

Fe en Dios amor a la familia y buenos amigos han sido las fuerzas ocultas en la vida de esta leyenda del baloncesto que le ayudaron a superar las dificultades que tuvo en la vida, una vida de fama, de brillo y oropel social.