La idea para este encuentro me surgió a partir de una aplicación deportiva, running, que un amigo me aconsejó. La aplicación, además de señalar el recorrido hecho, me cuenta las calorías, a menudo lo que más me interesa, la frecuencia cardíaca, la longitud del paso respecto a carreras anteriores, la pendiente subida, el nivel de deshidratación en función de la temperatura, etc., y, al finalizar, me pregunta si quiero desafiar ese recorrido en un tiempo menor para la siguiente carrera o desafiar a otros corredores que usen esa aplicación. Así tengo la sensación de no estar completamente sola y puedo ver en qué aspectos voy mejorando, bien velocidad, distancia o si simplemente me mantengo igual. Yo diría que el uso de una aplicación similar para monitorear el entrenamiento, incluso si se hace en la sala de un gimnasio, es una tendencia generalizada entre la gente que hace ejercicio, aunque sea simplemente caminar. Hoy todo se mide y se desafía; así que, ¿por qué no aprovechar este tipo de aplicaciones como medios sencillos para aumentar la cantidad y, sobre todo, la calidad de feed-back (retroalimentación) que reciben los estudiantes antes, durante y después de determinadas actividades?

Como en el entrenamiento, estas aplicaciones facilitarían el asumir mayor conciencia y control del propio proceso de aprender un contenido o de realizar una actividad, de constatar sus fortalezas y sus debilidades en ello, de gestionar su tiempo y lo que es mucho más importante, les permitiría desarrollar estrategias para supervisar y evaluar si su ejecución ha sido correcta y, si no ha sido así, de saber cómo modificar lo que ha hecho. Esto es lo que Jacques DeLors en el informe "La educación encierra un tesoro" señala como aprendizaje autónomo (no confundir con independiente) y como una de las metas educativas del siglo XXI. No nos podemos permitir que el estudiante aprenda solo para aprobar, sino también para aprender. El Director de formación Dee Fink (2013) apunta: el aprendizaje se mide por el posterior uso que hacemos de él, y esto es difícil si no le cedemos al estudiante más responsabilidad en su propio proceso de aprendizaje.

La segunda tendencia está en relación con la anterior y es la constatación de que aprender durante un periodo de 16 años y después trabajar durante 40 ya no es suficiente. En cualquier campo, los cambios son tan rápidos que el aprendizaje debe seguir a lo largo de la vida. Aprendizaje permanente. De ahí la necesidad de que el estudiante sea autónomo. No estaremos siempre con él para enseñarle, debe encontrar el camino para aprender a aprender. Este camino podría ser la autorregulación (Zimmerman), término relativamente reciente estudiado en Psicología educativa. Se trata de que el estudiante sea capaz de gestionar y controlar los conocimientos, el pensamiento, las emociones, la motivación y las acciones para lograr los objetivos que desea. Que sea consciente de qué cosas aprende, de cómo las ha aprendido, de qué le falta por aprender sobre ese tema, de qué va a conseguir si lo hace o no lo hace, de cómo se siente al hacerlo, etc. solo así tendrá las herramientas para su aprendizaje permanente.

La tercera tendencia social tiene relación con la globalización y los movimientos migratorios laborales o de estudios. Todos tenemos mucho que ganar con la creciente apertura, conectividad y diversidad, pero también mucho que perder en aumento de desigualdades, de falta de equidad y de medidas de inclusión si no sabemos gestionarlas. Esto se traduce en educación, por la necesidad de incluir en el curriculum:

1. El análisis y comprensión de los problemas globales, como por ejemplo las consecuencias del cambio climático, que en España sigue teniendo una repercusión infinitamente menor que en otros países.

2. El desarrollo de la competencia intercultural que dé al estudiante, como ciudadano del mundo, herramientas para aprender cómo abordar y cómo analizar su propio comportamiento como persona perteneciente a una determinada cultura y, de igual manera, el del otro, a partir de valores como la tolerancia y la autoconfianza. No se trata tanto de vivir juntos, sino de convivir en un respeto compartido.

La asignatura "Educación para la ciudadanía" supuso un conato de iniciar este proceso formativo; desgraciadamente (no entraré en los motivos) se quedó solo en eso, en un intento. Aunque también aviso desde aquí que PISA ya evalúa la competencia global del alumno desde el pasado año.

La cuarta y última tendencia es que nos hemos convertido en homo digitalis, lo que conlleva que nuestro foco atencional, ya de por si débil, (en un adulto máximo 20 minutos), se debilite aún más y nos convierta en seres menos concentrados y con más ansiedad. La nomofobia, o miedo a estar desconectado o a no llevar el móvil, genera un estrés y una dispersión atencional en la población estudiantil que debería tratarse en educación con algunos programas de Mindfulness o atención plena, en lugar de esperar a que se convierta en adicción y sean otros profesionales la que deban tratarla.

He descrito cuatro grandes tendencias que debería recoger la educación actual. Sirva únicamente como un aviso a navegantes, pues necesitaríamos mucho más que un artículo para tratarlas con el rigor que se merecen; sin embargo, sí me comprometo a analizar cada una de ellas por separado y profundizar un poco más en su repercusión educativa, pero eso será en los próximos encuentros.