Se sabe que el PIB, en el último año, ha aumentado el mismo porcentaje que el del número de empleos, de manera que, por esa razón, el PIB per cápita ha permanecido constante. Quizás sea la noticia más importante de los últimos días, la del estancamiento de la productividad en nuestro país, porque eso es un factor de riesgo para nuestra economía, ya que dificulta la competencia con otros países. Es la primera vez que sucede en los últimos veinte años, y eso hace que cobre aún más trascendencia. ¿Pero qué tipo de factores han influido más en ello: los debidos al trabajo, al capital o al estado de la técnica?

Se sabe que ha sido trascendente la incidencia que supone la falta de apoyo al I+ D. También se sabe que la proliferación de la temporalidad en los contratos laborales y la insuficiente actualización en la formación de los trabajadores no ayudan mucho a mejorarla. El Foro Económico Mundial coloca a España en el puesto número 44, en relación con el aprovechamiento del talento del material humano, ya que considera que, en nuestro país, si bien es buena la educación primaria no lo es tanto la universitaria. Y eso no es culpa ni de los estudiantes, ni tampoco de los trabajadores, sino del sistema educativo.

Mejorar la formación exige, además de tener que afrontar una reforma a fondo de la universidad, una actuación decidida por parte de las empresas en base no solo a mejorar la formación de sus trabajadores sino también a aumentar su motivación, y por parte de los trabajadores a mejorar la puntualidad y el absentismo.

Según datos oficiales los mayores índices de productividad corresponden a la industria y los servicios, y los más bajos a la agricultura y la construcción. De manera que se conoce sobre que sectores se debe actuar para mejorar los resultados. También se sabe que la productividad aumenta en proporción al número de trabajadores que tienen las empresas; así en las que cuentan con 1 a 3 empleados se cifra en 31, mientras que en empresas con más de 1000 empleados esa cifra llega a ser de117, casi un cuatrocientos por ciento más.

Ya que corregir la enorme desproporción entre el número de empresas pequeñas y grandes, y el haber llegado tarde a la industrialización, son cosas que no tienen remedio, no vendría mal concentrar los mayores esfuerzos en actividades que respondan a las verdaderas necesidades del mercado y en fomentar la investigación, el desarrollo y la innovación, para llegar a competir en similares condiciones con los países de nuestro entorno.

Por otra parte, el envejecimiento de la población es un hecho incuestionable, y no es previsible que a corto plazo cambie esa tendencia, y de nada sirve taparse los ojos y no querer hablar de ello. Basta mirar la tasa de fertilidad a lo largo del último siglo para ver que el número de nacimientos ha caído en picado, de hecho, en el año 1900 la tasa fue de 4,5, en 1950 de 2,5 y en el 2000 solo de 1,3.

Son solo algunos datos que dan para pensar y que, por tanto, deberían ocupar la mayor parte del tiempo de nuestros dirigentes políticos, en aras a establecer incentivos y estrategias que puedan capear tan desordenado temporal, Pero, si nos fijamos en los mensajes que nos están lanzando en esta crispada campaña electoral, no se observa que ningún partido nos llegue a hablar de ello: insultos, descalificaciones y el "y tú más" son los ejes en los que se están apoyando.

Cabe preguntarse porque se niegan a hablar de estas cosas, y ya de paso de decirnos como tienen pensado hacer para meterles mano, porque, al fin y al cabo, son las que indefectiblemente nos van a afectar en mayor grado.

Mientras se lo piensan, quizás no sería ningún disparate ir cambiando de destino los 1.000 millones que se están destinando a los 20.000 asesores externos, enchufados en los distintos organismos públicos, y derivarlos al fomento de la investigación, y a recuperar, al menos, a una parte de nuestros científicos que, una vez formados, se les ha "obligado" a emigrar a otros países.

Reducir, en lo posible, el número de empresas públicas, cuyo número supera las 2000, y mejorar su gestión, tampoco habría que desdeñarlo. Pero claro, para eso habría que concienciarse que no se puede poner patas arriba la composición de sus cuadros ejecutivos cada vez que hay un cambio de Gobierno, y copiar de otros países más desarrollados que el nuestro, como EEUU, Japón, Canadá o Reino Unido, en los que apenas llegan a cambiar el 5%.

Un poco de nivel en los mensajes cabría exigirles a aquellos que nos están pidiendo el voto, porque no todo el mundo en España es admirador de los programas de Telecinco, y ya, de paso, también un poco de respeto.