Tomo prestado el concepto de "la España vacía", del escritor y periodista Sergio del Molino Molina, para volver sobre los problemas de la despoblación, el envejecimiento y los negros nubarrones que supuestamente se ciernen sobre Zamora y los zamoranos en materia demográfica. Admiro la originalidad y el talento del autor para abrir un debate social, cultural y político sobre uno de los asuntos que más ocupan y preocupan en estas tierras. Su idea fuerza, resumida en el título que lo ha catapultado a la fama, es brillante y habla por sí sola. Como pueden imaginar, lo que Sergio cuenta en su libro fácilmente puede extrapolarse al conjunto de nuestra provincia y a las limítrofes, incluso a los espacios que pisamos al cruzar la frontera de nuestro vecino Portugal. Tristeza, incertidumbre y pesimismo serían, por tanto, los adjetivos que mejor pueden definir nuestro estado de ánimo cuando hablamos de estos asuntos. Y ya saben que si el estado de ánimo colectivo anda flojo y a ras de suelo, como así parece ser, algo habrá que hacer.

Tal vez pueda ayudarnos el mensaje que recibí el pasado martes de una de esas buenas amigas del alma que andan por ahí: "Es difícil de entender la política poblacional. Las noticias son contradictorias. Hay una pirámide inversa y fallece más gente que la que nace: preocupante. Y llegan montones de migrantes: preocupante. Zamora cada vez más despoblada: preocupante. Yo no entiendo nada". ¿A que ustedes tampoco entienden nada? Pensemos, sin embargo, en algo que, de manera muy sensata, insinúa la autora de las palabras que acabo de compartir. Si la despoblación fuera una amenaza para el futuro de esta provincia, como algunos mantienen, habría una manera de cambiar rápidamente el sino de las cosas: fomentar la llegada de personas en edad de procrear desde otras latitudes, precisamente desde los países que están preocupados por todo lo contrario, es decir, por la superpoblación. Mucho me temo, sin embargo, que inmediatamente saldrían infinidad de voces a despotricar contra la llegada masiva de estos intrusos. Vamos, me la juego.

Precisamente el jueves me la jugué en un encuentro con ciudadanos que, como la mayoría de las personas de estas tierras, andan preocupados por estos asuntos. Allí expuse que la receta más rápida para invertir la pirámide de población sería la llegada de personas jóvenes en edad de procrear. Si, por ejemplo, en un solo año llegaran a Zamora unas 2.000 almas, pasaríamos de ser conocidos como la provincia que más población pierde a registrar las tasas de incremento más elevadas de España. ¿Quién no desearía leer o escuchar una noticia de tal fuste? Seguro que la tristeza, la incertidumbre y el pesimismo cambiarían por la euforia, la confianza y el optimismo. ¿Ven con qué poco se cambiaría el ánimo de una provincia? ¡Pues no! Nuestro problema no es la pérdida de población sino la incapacidad para sacar partido, con otros métodos y otras maneras de producción, a los recursos que atesora esta provincia y de poner en marcha nuevas iniciativas de empleo. Esa es la cuestión clave, aunque algunos no se enteren o no quieran enterarse.