Ya pueden Bruselas y el Parlamento de Estrasburgo denunciar un día sí y otro también la deriva autoritaria del Gobierno húngaro de Viktor Orbán por pisotear los que se consideran valores europeos. Los negocios no entienden de política y sólo de costes de producción. Y así, nunca habían invertido tanto las grandes empresas alemanas en el país magiar como desde que gobierna aquel. Por ejemplo, el grupo BMW va a abrir una nueva planta cerca de la ciudad húngara de Debrecen por considerar el lugar "ideal" para la ampliación que proyecta.

Ya pueden los eurodiputados y los medios criticar los recortes del Gobierno de Budapest a la libertad de prensa, el cierre de universidades extranjeras por supuesta injerencia política o los ataques a la justicia. BMW no está sola; también han invertido en Hungría a lo grande Bosch, Siemens, Daimler, Audi o Thyssen-Krupp, es decir, la flor y la nata de la industria alemana.

Un portavoz de la bávara BMW justifica así su elección en declaraciones a "Die Zeit": las decisiones que toma el grupo no dependen de la situación política de un país en un determinado momento, sino que se proyecta a largo plazo. Y se tienen en cuenta factores como los costes laborales, la fiscalidad, la existencia de una buena red de proveedores de componentes, pero también las infraestructuras y las comunicaciones.

El cada vez más autocrático Orbán responde con arrogancia a quienes denuncian sus recortes de libertades, lo que no le impide dar todo tipo de facilidades a la industria extranjera. La tributación empresarial es en Hungría de sólo un 9%, los costes sociales han pasado de un 27,5 a un 19,5% en el último año. Los salarios húngaros son aproximadamente un 25% como media de los germanos y la mano de obra cualificada cobra aproximadamente un medio de lo que establecen los convenios firmados en Alemania.

¿Qué pueden importarle a Orbán las críticas de sus colegas de la UE mientras sigan llegando las inversiones?