El nombre de Jordi Pujol estará indefectiblemente unido de por vida a los treinta años de saqueo a los que sometió a Cataluña cuando gozaba de la apreciación ciudadana de Molt Honorable President de la Generalitat. Con todo lo que se sabe y lo nuevo que se descubre cada día, no se entiende bien cómo la Justicia no ha entrado más a saco en la vida de esta familia que durante tanto tiempo vivió para enriquecerse y se enriqueció utilizando el cargo de papá Pujol para incrementar su abultada cuenta corriente. En la familia no se libra nadie. Papá, mamá, y sus ávidos vástagos.

Al apellido Pujol siguen sumándose otros de inequívoca estirpe catalana. Sabido es que "la pela es la pela" y esta familia y los que contribuyeron a su rapiña debieron utilizarlo como lema. Porque ahora resulta que el ex conseller de la antigua CiU, un tal Felipe Puig es una pieza clave en la trama de corrupción de la familia más corrupta de Cataluña. El tal Puig fue no sólo el hombre de confianza de papá Jordi. También lo fue de Artur Mas. El ex presidente catalán y líder de la extinta Convergencia Democrática de Cataluña no está libre de algo más que de la sospecha de su más que posible enriquecimiento fraudulento.

Según la Udef, Puig favoreció los intereses del hijo de Jordi desde la propia Generalitat hasta el punto de propiciar un pelotazo de cinco millones de euros con un vertedero en la localidad tarraconense de Tivissa. En ese vertedero es donde paulatinamente se fueron rebozando de mierda todos los miembros de la extensa familia Pujol, unos más que otros. Papá, el primogénito y el pequeño Olaguer se llevaron la palma. Durante aquel tiempo y aún después siguieron retozando en el vertedero de la corrupción sin importarles el qué dirán.

Vuelvo a decir que resulta preocupante que ciertas familias, ciertos clanes, ciertas personas con nombres y apellidos de peso salgan indemnes de todos los avatares de corrupción en los que han participado y con los que se han lucrado. Gentes a las que la Justicia incluso parece concederles garantías, empezando por la presunción de inocencia que para unos funciona de maravilla y para otros no existe. No se entiende bien, con la que está cayendo permanentemente sobre él, que Jordi y Olaguer Pujol Ferrusola, pese a estar sometidos a investigación tengan libertad de movimientos y de hacer lo que les conviene a cada momento hasta el punto de, en cierta medida, engañar a la Justicia o eso se deduce de la vidorra que llevan y del constante blanqueo de dinero como ha reconocido el propio juez.

Se entiende mal que no se adopten medidas cautelares lo suficientemente duras como para no cuestionar el papel de la Justicia. Esta gente ha sacado dinero de España constantemente, viajando por todo el mundo, depositando su fortuna en paraísos fiscales y, sin embargo, aquí sólo pagan unos pocos, como si los Pujol tuvieran bula o se les hubiera amnistiado de sus fechorías. Lo malo es que en Cataluña, muchos catalanes no conocen, porque los medios de esa comunidad no lo airean, el grado de corrupción de esta familia, lo que se han llevado calentito y su actuación permanente tipo clan mafioso. Hay que respetar las investigaciones judiciales pero, ¡coño!, hablar de los Pujol es hacerlo de blanqueo de capitales y de sacar dinero contante y sonante de España, manchado por la mácula de la corrupción. Y la Justicia, tibia.