El genial Chumy Chúmez publicó una viñeta en la portada de la revista Hermano Lobo que periódicamente se recuerda y celebra. La hizo hace casi cuarenta y un años, pero no ha perdido sentido ni actualidad. En el dibujo se ve a un político arengando a las masas. "¡O nosotros o el caos!". La gente respondió: "¡El caos, el caos!". A lo que el preboste contestó: "Es igual, también somos nosotros". Aquel semanario satírico de "humor dentro de lo que cabe", todavía estábamos en la dictadura, llegó a publicar 213 números y supuso una referencia intelectual en el tardofranquismo. En ella colaboraron Forges, Quino, El Roto (entonces Ops), Umbral o Vázquez Montalbán.

Estamos en una semana muy propicia para traer a colación esta irónica denuncia. Se celebra el debate de investidura con Rajoy como aspirante a presidir un nuevo gobierno. No cuenta con los votos necesarios para conseguirlo. Así, su discurso gira y gira en torno a lo mismo: solo nosotros ofrecemos garantía de estabilidad y eficacia. Los demás son el problema. Son radicales, extremistas, populistas y encima, "los que robaron el espinazo de la iglesia". Esta curiosa expresión se empleaba en algunos pueblos para hacer sentir culpables a los niños, para atemorizarlos sin que pudieran defenderse. Se trataba de que pidiéramos perdón, aunque no supiéramos cuál era nuestro delito. Se te acusaba de robar y, además, de sacrílego, pues habías profanado un recinto religioso. Todo muy grave y paralizante, éramos muy jóvenes e inexpertos, no sabíamos cómo enfrentar tamañas acusaciones. Los mayores se miraban y, cómplices, asentían con seriedad. El asunto era muy, pero que muy feo. Pues en estas andamos, los profetas del apocalipsis, los administradores de la verdad, los vigías de occidente, atemorizan y nos avisan, mejor, nos advierten de los peligros que se cernirán sobre España si no se les permite gobernar a ellos. Aunque cuando lo hacen corrompan las instituciones, perdonen a los defraudadores fiscales, empobrezcan a la mayoría de los ciudadanos, abandonen a la juventud a su suerte, pongan en grave riesgo la educación y la sanidad pública o endeuden al país más allá del 100% del PIB.

Rajoy, el PP, Ciudadanos o el PSOE, han demonizado al movimiento político que surgió del caos del bipartidismo, aquel que nos ha llevado a esta crisis política y que ha provocado una endémica desigualdad social, muy difícil de corregir. Los movimientos sociales, que se han decantado en Unidos Podemos, están pasando por el síndrome del "robo del espinazo de la iglesia". Reciben incontables acusaciones de todo tipo, algunas de ellas absurdas e inventadas, son tratados como apestados, traidores a los intereses generales, vendepatrias y partidarios del totalitarismo. Todo vale para denigrarlos, se les trata como a enemigos, no como adversarios que actúan en el mismo campo de juego. A pesar de que representan a los más desfavorecidos, a la gente de la calle que se rebela ante las injusticias. Pretenden ignorar que fueron votados por más de cinco millones de personas y que cuentan con 71 diputados. Parece existir un acuerdo básico para ningunear y atacar despiadadamente a quienes tengan que ver con Podemos. Se está produciendo un complot que agrupa a estos partidos, a los fontaneros de las cloacas del Ministerio de Interior, junto a la mayoría de medios de comunicación, incluido El País, para neutralizar cualquier intento de formar una alternativa de cambio que plante cara al poder oficial. Ese que dicta lo que se puede hacer, para no poner en riesgo las políticas neoliberales o los índices económicos marcados por Alemania.

Resulta duro, pero también esperanzador, enfrentar el devenir de los próximos meses. Para los docentes, más todavía, y si eres profesor de Filosofía en peligro de extinción, como es mi caso, pues la emoción va en aumento. Saldremos adelante en las escuelas e institutos, aunque el Gobierno haya convertido la educación en un caos; conseguiremos poner las instituciones al servicio de las personas, a pesar de que hoy sirvan a intereses espurios; ganaremos un futuro de justicia social cuando la ciudadanía no tenga miedo y enfrente a los matones del caos sin sentirse culpable, cuando "robar el espinazo de la iglesia" solo sea, entonces, otra mentira.