en la palabra de Dios de este domingo se ensalza a dos viudas. Las dos están en situación de completa marginalidad. Así sucedía con las viudas que no tenían familiares que pudieran hacerse cargo de ellas. Una, además, tiene un hijo a su cargo. Esto hace aún más extrema su situación. Pero en las dos destaca un rasgo muy importante que marca su personalidad. Las dos son mujeres valientes que ponen su absoluta confianza en Dios. En medio de la dureza de sus vidas, saben dirigir su mirada al señor. Y ninguna quedó defraudada. Al contrario. Por eso las dos nos transmiten esa enseñanza hoy.

Tú y yo tenemos también situaciones complicadas, duras, difíciles y dolorosas en nuestro día a día. Muchas veces no sabemos cómo afrontarlas. Incluso tenemos miedo de que esas circunstancias adversas se impongan sobre ti y sobre mí. Parece que nos van a aplastar nuestros apuros y agobios. ¿Qué haces en ese momento? ¿Recurres a Dios? Tal vez sí. Puede que le pidas a Dios que te solucione la vida. Quizá pretendes llegar a un trato con Él. Si hace lo que tú le pides, creerás en Él. Y le ofreces no sé qué cosas. ¡Cómo si Dios tuviera alguna necesidad de algo! ¡Como si Dios fuese igual que tú y careciese de eso que tú le prometes si cumple contigo! Todos estos chantajes no sirven de nada. Lo primero, no conoces al Dios verdadero. Por tanto, estás dirigiéndote a un ídolo, un dios falso que no te puede escuchar ni atender porque, simplemente, no existe. No hay que mercadear con el señor. Esa no es la actitud adecuada para tratar con el único Dios verdadero.

Tampoco tienes que aplacar la ira de Dios contra ti. No tienes que contentar a un dios enfadado contigo. Ni mucho menos. Dios te ama desde el mismo instante de tu concepción. Y hasta tu último aliento de vida en este mundo, te va a seguir amando siempre al 100 %. Dios es amor para ti y por ti. ¿Cómo te relacionas con las personas que te aman? ¿Intentas comprar su amor? No, ya lo tienes. Y, además, no lo olvides, incluso aunque reniegues de Dios, aunque lo rechaces e intentes olvidarte de él, Dios no se puede olvidar de ti. Te ama igual en el pecado que en la gracia, con el mismo amor, que no disminuye ni aumenta. Es, durante tu vida terrena, un amor total. Por eso, la forma de relacionarte con Dios parte de la confianza plena. Tienes que estar seguro de que te ama para poder experimentar tú con más fuerza ese amor de Dios por ti. Si te acercas al señor así, desde la confianza en él, teniendo fe, sentirás en tu vida ese amor de Dios con más intensidad cada día, a medida que te acercas más a él. Si te separas del señor, te entrarán las dudas. Ya no sentirás con tanta fuerza su amor y el demonio tirará de ti para alejarte del señor y que tu vida se destruya. Ten fe, confía.