Aunque no aguanto todo, sí veo el «debate» que presenta la cadena de televisión TV13. Uno de los principales y asiduos participantes lleva muy bien preparada la relación de datos que favorecen su postura en la situación actual de España; y la que tenía a finales del año 2012. El esfuerzo que emplea en recopilar esos datos merece el premio de acogerlos con cierto respeto, incluso para quien no esté dispuesto a aceptarlos. No obstante, en la bancada «opuesta», no se advierte aquiescencia; se opone, frecuentemente, como argumento convincente para rechazar la afirmación el hecho «incontrovertible» de que el ciudadano no experimenta en su vida diaria esa mejoría de la que habla don Carlos Cuesta. Cuando uno se fija en la propia economía, se siente inclinado a dejarse convencer por el argumento de la «oposición»: es cierto que nuestros bolsillos no reflejan esa mejoría.

Pero en un periódico de fecha reciente en su portada y en varias páginas de su interior, aparece una noticia que corrobora lo que dice don Carlos Cuesta, con una mejoría que, si bien no se refiere a la totalidad de la ciudadanía, se aplica a un sector tan importante que puede hacer cambiar la situación de un número apreciable de hogares. La noticia viene bajo este titular: El Gobierno y la banca constatan que el crédito a pymes y hogares vuelve a fluir. ¡Esto es otra cosa! Ya no se trata de que la banca haya conseguido una nivelación o una situación de holgura, gracias a la ayuda que el Gobierno ha conseguido de los organismos internacionales, que han facilitado miles de millones, aplicados al sistema bancario español. Es que, realmente, se inicia la verdadera recuperación de la «microeconomía» española. Se pone en marcha el verdadero motor que impulsa el bienestar futuro, inyectando efectivo, no solo a los particulares (a los hogares), sino a las pymes, que son, en nuestra realidad económica, las que proporcionan el porcentaje de empleo más significativo en el panorama español.

No es aconsejable «echar las campanas a vuelo» y dar por solucionada la situación de nuestra patria. Ni siquiera se puede aludir ya a unas soluciones significativas. ¡Qué más quisiéramos los optimistas! Pero las palabras del titular, situándose en la realidad, sin magnificar lo que existe, son lo suficientemente prometedoras como para que se advierta, en el horizonte del futuro algo así como un brillante reflejo de lo que puede venir detrás, quizá sin demoras paralizantes. Las palabras «el crédito vuelve a fluir» indican, bien a las claras, que está a la vista, aunque sea a lo lejos, la situación de antaño, en la que los bancos proveían de dinero prestado a las pequeñas y medianas empresas y a los ciudadanos particulares. Fueron aquellos créditos que permitían a unas crear empleo y ampliar el volumen de su plantilla; y a los ciudadanos adquirir, mediante una hipoteca, la «vivienda digna» que la Constitución Española asigna, como derecho, a todo ciudadano español. Es muy esperanzador ese «flujo» del crédito; «vuelve» y eso es el principio. Tal vez, en un futuro bastante próximo -aunque no esté tan cerca como todos querríamos- este fluir incipiente se convierta en el torrente saludable que vimos, en las numerosas empresas que se han ido «al garete» con la crisis; y, tal vez, veamos, también, en la desaparición de esos infamantes carteles que ostentan hoy los desahuciados.

No quiero omitir, acuciado por la noticia que vengo comentando, la constante labor que ha desarrollado, también en el tiempo recientemente pasado, la Caja Rural en Zamora. Esa entidad, consciente de que la verdadera vida de nuestra provincia se halla en la agricultura, no ha sido ajena a las necesidades de las gentes que cifran en los productos de la tierra la base de su vida. De ella ha fluido el crédito y, con este empuje, seguirá fluyendo hasta completar el bienestar del pueblo rural zamorano.

¿Convencerá la noticia del periódico a los pesimistas que no ven a la recuperación como un huésped bien recibido en nuestras economías privadas, «en nuestros bolsillos»? Yo considero a este «constatado» fluir un excelente síntoma de la vuelta al bienestar.