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Solo buenos recuerdos

Querido Juan Antonio, Me sorprendió la noticia de tu muerte viniendo desde Puebla, y todavía no termino de hacerme a la idea de tu marcha definitiva. Aunque sabía que estabas muy enfermo y probablemente sin fuerzas para seguir luchando, no es fácil pensar que ya no estás con nosotros.

Porque de ti solo tengo buenos recuerdos. Solo puedo tenerlos buenos, tanto yo como cualquiera que haya tenido la suerte de conocerte. Tu comportamiento, siempre noble y leal, incapaz de una traición o un acto inadecuado; tu trato, cercano y afectuoso; incluso, por qué no decirlo, tu apariencia personal, como no recordar tu barba, tan blanca y tan cuidada, orgullo de tu apellido.

Salvando la evidente diferencia de edad, fuiste de los primeros compañeros que conocí y con los que entablé una relación rayana en la amistad. Cuántas veces te llame, siempre para importunarte con consultas de abogado inexperto, y todas y cada una de ellas recibí la solución adecuada.

No pude decírtelo en su momento -ya estabas en cama y enfermo-, pero quiero que sepas que cuando nuestros compañeros tuvieron a bien nombrarme decano, mi primer pensamiento fue para ti y mi primera certeza fue, y lo es, saber que nunca podré estar a tu altura. Mucho tenemos que agradecerte los abogados de Zamora. Fuiste tú quien redactó los estatutos que ahora rigen nuestro Colegio, y fuiste tú quien nos convenció -me consta que con esfuerzo- de la adquisición de la sede colegial, sin la cual ahora no seríamos nada. Pero lo principal que has hecho por todos nosotros, ha sido ser como eres, porque con tu talante, tu forma de ser y tu absoluta corrección, en estrados y fuera de ellos, nos prestigiabas a todos y nos fuiste demostrando, día a día, cómo debe ser un abogado y, sin la menor duda, cómo debe ser una persona.

Querido amigo, querido compañero, descansa en paz.

(*) Decano Colegio Abogados

Zamora

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