Nacido en Toro en el año 1584, fue bautizado el 15 de diciembre en la parroquia de la Santísima Trinidad. Hijo primogénito de don Juan Ulloa Pereira y doña Lucrecia de Valera, a cuyo mayorazgo pertenecía, como casa principal, el conocido Palacio de las Leyes porque en él se promulgaron las de 1505, vigentes durante varios siglos.

Su padre, regidor de Toro, había sido Procurador en Cortes por esta ciudad en 1566 y 1583. Ambos progenitores mueren en 1592, haciéndose cargo de don Luis y sus hermanos su tío don Antonio de Ulloa Pereira. Estudió en Valladolid, donde vivía su tío. Aunque, al parecer, no cursó estudios superiores, tenía una extensa cultura humanista. Su gran ilusión fue residir en la corte (Madrid), siempre que puede marcha a la capital; pero su mala fortuna en el juego, del que es muy aficionado, y la escasez de medios, le obligan a volver a Toro una y otra vez. Ve cómo su patrimonio, no muy abundante, tiene que invertirlo en restaurar su palacio al hallarse parte del mismo en estado ruinoso. El palacio tenía un hermoso jardín donde pasaba parte de su tiempo cuidando con delicadeza las flores y los frutales. Don Luis debió de casarse en 1604 con una prima, quedando viudo a los diez meses; en 1606 casa con doña María de Vallejo, quien muere en 1654; en 1656 lo hace con doña Isabel Luisa de Sandoval, su gran amor. De la segunda tiene seis hijos y de la tercera tres. El poeta muere en 1674 y es enterrado en la capilla familiar de la citada iglesia toresana.

Por medio de don Ramiro Núñez de Felípez de Guzmán, duque de Medina de las Torres y yerno del Conde Duque de Olivares, es nombrado corregidor de León, cargo que ocupa de 1625 a 1631. De 1633 hasta 1637 lo es de Logroño, donde su buen hacer deja una grata huella; allí compone su obra más famosa, «La Raquel». Por este motivo también tuvo cierta relación con Olivares; prueba de ello lo tenemos cuando éste llega a Toro en 1643. El Conde Duque al ver a don Luis entre aquellos que le reciben a la entrada de la ciudad, le invita a subir en su carruaje. El poeta toresano será uno de sus acompañantes en los paseos y reuniones junto a los también amantes de la poesía don Gabriel del Corral, abad de la Colegiata, y don Francisco de Vitoria, regidor de la ciudad, ambos amigos del poeta. Estando don Luis en Madrid, se escribe con estos últimos por medio de epístolas.

Tuvo relación con personas del mundo de las letras. En Toro le visita el escritor y bibliógrafo don Tomás Tamayo de Vargas, le vemos escribirse con los poetas Felipe Godínez y Gabriel de Bocángel; también tiene algún trato con don Luis de Góngora, pues éste le dedica un soneto.

Dada su larga vida, es muy probable que su obra fuera bastante más extensa de la que se conserva. La lectura de su poesía barroca produce un gran placer. Algunos especialistas dicen que «si alguna vez puede tachárselo de mediano, nunca se gana el calificativo de mediocre» o «poeta desigual, sus mejores versos se distinguen por su fluidez y frescura». En su poesía el culteranismo y conceptismo se complementan, destacando su claridad, propiedad, dulzura y elegancia. Aunque no es original en sus ideas, giros y vocablos, late su personalidad; su carácter moralizante y pesimista se comunicó a su obra poética. Cuando está enfermo escribe estos versos:

Yo soy un enfermo pobre,/ tan pródigo que no tiene/ ni más caudal que derrame,/ ni más caudal que desprecie./ Toda mi vida es un mal,/ toda mi alma una pena,/ todo mi cuerpo un dolor,/ toda mi voz una queja.

Además de la ya mencionada «La Raquel», escrita en octavas, y los sonetos, escribió epístolas, églogas, redondillas y romances en los que su rima es perfecta. Una de las obras más curiosas de Ulloa es «Epístola a un caballero amigo, que vivía en Sevilla», dirigida al Conde Duque. En ella alaba la vida de la corte, la ilusión de toda su vida. En su obra, particularmente en los sonetos amorosos, figuran dos personajes femeninos alrededor de los cuales gira su poesía, Celia-Filis y Lesbia-Clori, como consecuencia de amores correspondidos o platónicos. En los sonetos destacan los tercetos, de los que demuestra ser un consumado especialista.

¡Oh segura quietud, donde perfectos/ percibe los acentos el oído,/ y la vista distintos los objetos!/ Dichoso aquél, que en su secreto olvido/ pasa ignorado la distancia breve/ del primer llanto al último gemido.

Hay que resaltar sus «Memorias familiares y literarias del poeta D. Luis de Ulloa Pereira». El objeto de las mismas es una autobiografía en la que el autor, «Suldino», trata de defenderse de los muchos agravios de su hermano Jerónimo, al que llama «Fraudelio». Respecto a su hermano escribe:

Dos contrarios pone amor/ dentro de mi pensamiento/ açucarando el dolor/ con el temple del contento/ i con blandura el rigor,/ i así, aunque no quiera, quiero/ ser de sus flechas terrero,/ pues cuando me da la muerte/ me las asesta de suerte/ que allí gano donde muero.

Escribió obras de teatro como «La mujer contra el consejo», «No muda el amor semblante», «Porcia y Tancredo» y «Pico y Canente». Esta última, escrita junto a Rodrigo Dávila, se representó en el Palacio del Buen Retiro para celebrar la mejoría de la reina doña María Teresa de Austria en 1653. En 1655 se lleva a cabo la impresión de «Paráfrasis de los salmos penitenciales y soliloquios devotos...». Sus versos se publican en 1659. Su hijo Juan Antonio, regidor y alguacil mayor de la ciudad de Toro, edita en 1674 «Obras de Don Luis Ulloa Pereira, prosas y versos...».

Vivió en una época en que abundaron los genios de la literatura española como Cervantes, Góngora, Lope de Vega, Quevedo, Tirso de Molina, Ruiz de Alarcón, Calderón, Gracián y otros. En medio de todos ellos, su poesía y estilo queda en un lugar secundario. Pero no por ello deja de ser citado y leerse sus poesías hasta el siglo XIX. El hoy olvidado poeta fue alabado y reconocido por muchos en su tiempo.

Una vez más, Toro se olvida de sus hijos más notables. En sus poesías muchas veces habla de ella aunque la nombra en pocas ocasiones. No existe en la ciudad ningún recuerdo que perpetúe su memoria, mientras otras localidades como Zamora, Logroño y Mora (Toledo) le tienen dedicada una calle. A su ciudad natal dedica esta poesía:

Miré ilustre y coronada/ de laureles vencedores,/ por gloriosa resistencia/ de Aníbales y Cipiones./ A mi patria, que, eminente,/ no yace, sino se expone/ en la cabeza de un risco/ por chapitel de su torre./ Aquí en antiguos solares/ muestran ancianos blasones,/ más que ordinaria nobleza/ de nuestros antecesores.

Como toresano resalto el romance «La descripción de rogativa que por la sequedad del tiempo hizo la ciudad de Toro a la devotísima imagen de Nuestra Señora del Canto, abogada y patrona suya». La primera parte trata de la procesión, ensalzando a la patrona y describiendo el orden de la misma hasta la Colegiata. La segunda, sobre la novena y restitución de la imagen a su sede. Merece la pena leerlo. A continuación copio unos versos en los que se refiere a la Virgen:

Labrada con providencia/ en pedernal, que repite/ centellas de piedad/ a cada plegaria humilde.../ Anticipose la noche,/ como para prevernirse/ el cielo a sembrar estrellas,/ porque su reina las pise.

Bibliografía:

Memorias familiares y literarias del poeta D. Luis de Ulloa Pereira. Publicadas por La Sociedad de Bibliófilos Españoles. Madrid, 1925.

Obras de don Luis de Ulloa Pereira, prosas y versos... Dedicadas al serenísimo señor don Juan de Austria. Imprenta del Reino. Madrid, 1674.

Historia y antología de la poesía española. Federico Carlos Sainz de Robles. Aguilar Ediciones. Madrid, 1950.

Catálogo bibliográfico y biográfico del teatro antiguo español. Cayetano Alberto de la Carrera y Leirado. Imprenta y Esterotipia de M. Ribadeneyra, Madrid-1860.