Sin duda alguna, los Cursos de Verano de la Escuela Madrileña de Cerámica constituyeron una importantísima experiencia pedagógica en España durante la primera mitad del siglo XX. Tanto los Cursos como la Escuela fueron creados por Francisco Alcántara, hombre intelectualmente bien equipado y afín a las inquietudes educacionales de Francisco Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza. Al llegar a Zamora en 1928, Francisco Alcántara manifestó que los Cursos de Verano, además de su finalidad artística, tenían otra claramente etnológica: «reflejar lo típico y genuino de la raza humana». Su hijo Jacinto, años más tarde, explicaba de esta forma el trabajo que se realizaba en dichos Cursos: «El alumno pinta el paisaje, a la vez que se forma artísticamente y conoce los pueblos de su tierra y el valor de los hombres con sus etnologías».

Zamora ha sido una de las provincias con mayor número de esos cursos veraniegos, donde participaban alumnos y profesores de la Escuela Madrileña de Cerámica de la Moncloa. Siete veces al menos, los ceramistas plantaron sus reales en pueblos de nuestra provincia: Sejas, Carbajales, Tábara, Puebla de Sanabria... En época más reciente, la antigua Caja Zamora patrocinó esporádicas experiencias en Toro y Alcañices. Gracias a este interés de la Escuela Madrileña de Cerámica por nuestras tierras zamoranas, podemos contar en Madrid con un gran archivo pictórico y fotográfico de carácter eminentemente étnico. Parte de las acuarelas se reprodujeron en el libro "Tipos y trajes de Zamora, Salamanca y León" (Zamora 1986), escrito por Francisco Rodríguez Pascual, Antonio Cea Gutiérrez y Concha Casado Lobato, con introducción de Margarita Becerril Roca y prólogo de Julio Caro Baroja. Próximamente, los interesados en la materia podrán conocer las magníficas fotografías etnográficas de Aniceto García Villar, realizadas durante los Cursos de Verano en nuestra provincia. Aparecerán como número extra en la Biblioteca de Cultura Tradicional Zamorana.

Pero la Escuela Madrileña de Cerámica y sus Cursos de Verano siguen vivos y operantes, gracias sobre todo al tesón ilusionado de Margarita Becerril, directora y alma de la famosa Escuela de la Moncloa durante varias décadas. Ella y Antonio Cea (entusiasta de la obra creada por los Alcántara) han organizado este mismo año un nuevo Curso de Verano en Hinojosa de Duero (Salamanca), donde A. Cea Gutiérrez tiene su residencia vacacional. Me invitaron a dar la primera conferencia, de las tres destinadas a los integrantes del Curso y al pueblo en general. Las otras dos corrieron a cargo de Antonio y Margarita. Con el salón rebosante de público, les hablé de temas relacionados con Zamora: por qué se escogió repetidas veces nuestra provincia cual lugar apropiado para la experiencia pedagógica de la Escuela Madrileña; cómo discurrió esta experiencia en tierras zamoranas; cómo la vivió el pueblo y qué repercusión tuvo en los "mass-media" de la época (zamoranos y nacionales); cómo ha permanecido en la memoria colectiva de la gente hasta nuestros mismos días... Durante el animado coloquio que siguió a la conferencia, tuve ocasión de aludir a la estancia de cinco alumnas en mi casa durante el Curso de Verano de 1930; a mi afortunado encuentro con Margarita Becerril, que posteriormente se tradujo en varios intentos de promocionar el rico patrimonio de la Escuela (miles de acuarelas y fotografías); a la implicación de Caja Zamora en los proyectos orientados a que se conociese convenientemente dicho patrimonio; al "fichaje" de A. Cea y C. Casado; a la publicación del libro "Tipos y trajes"; a su presentación en la Biblioteca Nacional de Madrid; a las distintas exposiciones que se han ido organizando...

El Curso de Verano de Hinojosa ha resultado un auténtico éxito, según la opinión de organizadores, profesores, alumnos y vecinos de la bella localidad salmantina de Las Arribes. Duró desde el 12 al 22 del mes de julio. Amén de los organizadores, han participado 20 personas más en el mismo, de las cuales dos eran profesores y el resto alumnos, la mayor parte de la Escuela, aunque algunos residían en el pueblo. Unos y otros escogieron las escuelas públicas como sede social de la interesantísima empresa educativa. Fieles al espíritu fundacional de la Escuela Madrileña y de los Cursos estivales, quisieron reflejar, a través de los pinceles, tipos, paisajes, indumentaria, oficios, costumbres... del medio rural, que aún conserva (cada vez menos) algunos de sus rasgos específicos. «Vivir en la naturaleza, convivir con la gente», fue la consigna de los Alcántara y el grupo de profesores que colaboró con ellos. Según me ha contado Antonio Cea, se organizaron dos exposiciones en el pueblo: una sobre las miradas de los pintores (miradas de fascinación ante el entorno, seguramente), y otra sobre el agua de los pozos, con el agua del Padre Duero en el trasfondo.

Los tiempos han cambiado. Hoy no se puede pensar en la resurrección de unos Cursos de Verano, iguales, v. gr., a los organizados por Jacinto Alcántara en tierras de Zamora. Pero, tanto Margarita Becerril como Antonio Cea y su servidor de ustedes, estamos convencidos que todavía es posible y realizable un proyecto veraniego que responda a la idea e ideal educativos de los dos Franciscos (Alcántara y Giner). La reciente experiencia de Hinojosa nos permite mirar con esperanza hacia el futuro...