Opinión

Carta a un amigo palestino

Estudiantes participantes en la acampada de la UV con una bandera palestina.

Estudiantes participantes en la acampada de la UV con una bandera palestina. / GERMÁN CABALLERO

"Cuando tengas que separarte de tu amigo, no te aflijas/ pues lo que amas en él, puede revelarte más claramente/ en su ausencia, como la montaña que ha sido escalada, es más clara/ vista desde abajo" ("De la amistad", en libro "El Profeta", Gibrán Khalil Gibrán, poeta libanés, 1883-1931").

La esperanza de confluir contigo en Beit Jala, tu pueblo natal, se desvanece, se desmorona como los olivos y las cepas, que eran gloria para los tuyos, o los Miselem, los Larache, y confiscados por hebreos para asentar la Colonia de Gilo, protegida por los anillos orientales de seguridad de Jerusalén, es decir, aplastar con bulldozers y bombas los hogares musulmanes hasta su exterminio, desde la ocupación de 1.967. Si esperanza no albergo, lo que si conservo son recuerdos de nuestra inseparable infancia, rodeada también de alambradas, las de la United Fruit Company, en la república bananera por excelencia, Honduras, y un pequeño acordeón, regalo de los hermanos Larach, del que salían notas de saudade de la tierra palestina.

Se cumplen ya setenta y seis años de vuestra diáspora, de la expulsión de vuestra propia tierra: "¡Al Nakba!", que repetía con sollozos, como maldecía en su idioma árabe, tata Yoya. Rendimos honores a los caídos en el holocausto judío, y juzgamos a sus asesinos. Intervenimos militarmente bajo bandera de la ONU, de cuyas resoluciones los hijos de Sión han hecho de su capa un sayo. Pero permanecemos mudos o no tenemos memoria para los palestinos masacrados en Dier Yasin (al suroeste de Jerusalén), en Nasir ed Der (en Galilea), o la expulsión al desierto abrasador desde Lod y Ramle (al este de Tel-Aviv) de 60.000 personas indefensas.

Todas estas atrocidades en aquel fatídico 1.948, de cuyos autores no damos cuenta los civilizados cristianos europeos. Abjuro de tal condición, como hago apostasía de la hipocresía. Os recuerdo, como también honro a todos los tuyos, los masacrados y a los más de 600.000 que os acompañaron en el desalojo; a los mártires de Sabra y Chatila en Líbano; y, además, a los que, hoy en día, permanecen inernes tras los alambres y hormigón de los bantustanes de Gaza y Cisjordania.

¡Salam aleikum, Rafah Chahim!

Abelardo Lorenzo

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