Me encuentro entre el millón de personas que ha visitado este año la Semana Negra de Gijón y que, según algunos cronistas, ha dirigido con éxito P. Ignacio Taibo II. Aseguran los organizadores que se han vendido en ella más de 41.000 libros. Confieso que no compré ninguno de los que se ofrecían en unas casetas alejadas del paseo principal, que rodeaba el avejentado Estadio del Molinón. Tampoco vi a muchas personas con libros en la mano. Abundaban compradores de lo que realmente se vendía en el llamado, no sin eufemismo, festival multicultural: camisetas con inscripciones varias, cintas de plástico y de tela, pulseras de hilo y latón, arcos peruanos de madera -hermanos de los que vi el año pasado en Torrevieja-, máscaras y estatuillas africanas de pésimo acabado, globos-salchicha simulando espadas galácticas, CDs pirateados a dos euros la pieza... Todo un mercadeo de baratillo en tenderetes variopintos, salpicados en algunos tramos de bares con costillas de cerdo a la brasa, sardinas mínimas para la época, perritos calientes, hamburguesas...

Todo ello, y mucho más, amenizado con música rapera a toda pastilla, mientras en una explanada se preparaban para actuar grupos suramericanos disfrazados de indios, con sombreros de plumas incluidos. Me asomé a una carpa donde alguien presentaba alguna obra de algún autor. Estaba hablando de la fusión entre el cielo y la tierra, la materia y el espíritu, lo duro y lo blando, para acabar glosando la "mística del coito". No vi caras reconocibles de los programas rosa. Sentadas como oyentes había unas 20 personas.

Seguí paseando entre una barahúnda de chiquillos y jóvenes, para acabar ante unas tómbolas, con estanterías repletas de animales de peluche, salchichones, muñecas y botellas de brandy. A continuación, muchos puestos con escopetas de perdigones y una especie de bazucas que soltaban chorros de aire. Enfrente se alzaba una noria gigantesca con luces fosforescentes.

Me costó reponerme de tanto barullo, antes de escabullirme para bordear el río Piles, que discurre perezoso al lado de un paseo magnífico para desaguar sus impurezas en la playa de San Lorenzo. Por allí se está construyendo un hotel en lo que fue solar y casa del ex ministro español de Economía y ahora director gerente del Fondo Monetario Internacional, Rodrigo Rato.

No dudo de que hayan visitado esta edición de la Semana Negra de Gijón un millón de personas, porque el día en que yo recorrí la feria éramos muchísimos. Pero me resulta difícil creer que se trate de un festival multicultural, a no ser que por cultura entendamos la oferta del baratillo y la feria del pitorreo. Visité por primera vez la Semana Negra hace cinco o seis años y, desde luego, había muchos más libros, menos mercadillo de trapos y ningún CDs pirateado. El señor Taibo II ha declarado que el año próximo será mucho mejor y más provocadora. No sé si por provocación entiende la de

una ONG que tenía como lema "¡Viva los zapatistas!". A lo mejor hay otra ONG más provocadora con aquello de "revolución o muerte".