Sin duda alguna los realities de la televisión española han dejado momentos realmente icónicos muy difíciles de olvidar a lo largo de su historia. La naturalidad de los concursantes durante su día a día suele tener sus consecuencias en programas en los que las cámaras les siguen las 24 horas del día y, en el caso de formatos en los que además se emiten como Gran Hermano, es muy complicado censurar ciertos comportamientos.

"Gran Hermano" llegó a España en el año 2000, siguiendo el exitoso modelo de la versión original del programa en los Países Bajos. Desde entonces, ha sido un fenómeno televisivo, con 18 ediciones regulares a lo largo de los años, además de numerosas ediciones especiales y spin-offs. El concepto del programa es simple pero atractivo: un grupo de desconocidos vive juntos en una casa aislada, siendo vigilados constantemente por cámaras, y los espectadores votan para eliminar a los participantes.

A lo largo de las ediciones regulares, "Gran Hermano" se ha consolidado como un escaparate de la diversidad de personalidades y conflictos humanos. Los espectadores pueden observar cómo los concursantes interactúan, forjan amistades, rompen relaciones, se enfrentan a desafíos y, en última instancia, luchan por el premio final. La combinación de la convivencia forzada, la falta de privacidad y la intensa presión psicológica ha convertido a "Gran Hermano" en un auténtico experimento social televisivo.

Un famoso concursante, al banquillo de acusados

Igor Basurko, exconcursante del programa televisivo 'Gran Hermano', volverá a sentarse este mes en el banquillo de los acusados de la Audiencia de Gipuzkoa por vender presuntamente en un establecimiento de segunda mano un vehículo para minusválidos del que supuestamente se había apoderado junto a un segundo implicado.

Se da la circunstancia de que Basurko, condenado en firme en otras cuatro ocasiones por otras tantas estafas por dos juzgados de Madrid y otros tantos de San Sebastián, fue absuelto el pasado mes de marzo por la Audiencia de Gipuzkoa de otro caso de estafa, en el que la Fiscalía había llegado a pedir cinco años de cárcel para él por la supuesta sustracción de la tarjeta de una mujer que habría sido utilizada para hacer apuestas.

Estafas

Ahora se enfrenta a una petición de cuatro años de prisión y al pago de una multa de 1.620 euros, acusado de un delito de estafa agravada en concurso medial con otro de hurto por parte del Ministerio Público, que solicita dos años y medio para el segundo varón procesado en esta misma causa.

Según recoge el escrito de acusación provisional de la Fiscalía, al que ha tenido acceso EFE, los hechos se remontan al 8 de agosto de 2022, cuando ambos inculpados "puestos de común acuerdo y guiados por la finalidad de obtener un beneficio patrimonial ilícito" acudieron al domicilio de San Sebastián en el que el segundo varón convivía con su expareja sentimental.

Una vez allí, dado que la mujer se encontraba de vacaciones fuera de la vivienda, presuntamente se apoderaron de una motocicleta adaptada para discapacitados, valorada en 650 euros.

Poco después, los dos procesados se dirigieron a un establecimiento de compraventa de artículos de segunda mano, donde vendieron el vehículo por 281,23 euros, ocultando su procedencia "ilícita".

Días más tarde, el 1 de septiembre, agentes de la Ertzaintza intervinieron la motocicleta en el citado comercio y la restituyeron a su legitimo propietario que, al haberla recuperado, no solicita ninguna compensación por estos hechos.

No obstante, el establecimiento presuntamente estafado sí reclama "el ejercicio de las acciones civiles que legalmente le corresponden" para ser indemnizado por el perjuicio económico sufrido, que cuantifica en 281,23 euros más los correspondientes intereses legales.