Es hora de priorizar a nuestra infancia y adolescencia
Las familias ya estamos cansadas de planes y programas que quedan muy bien en el papel, pero que no tienen una aplicación real en el día a día de nuestros hijos e hijas
FAPA Zamora
El comienzo de un curso escolar siempre trae consigo ilusión y nuevos desafíos, pero este año, en Castilla y León, la incertidumbre se cierne sobre toda la comunidad educativa, debido a la lentitud y falta de claridad en la implantación de la Lomloe, que siguen siendo la tónica en nuestra Comunidad. Esto afecta a todas las etapas, pero especialmente a los estudiantes de 2º de Bachillerato, quienes se enfrentarán este curso a la EBAU.
Uno de los pilares de la Lomloe es el desarrollo del currículo basado en competencias. Si bien esto suena prometedor en teoría, en la práctica, el avance hacia un sistema educativo basado en competencias aún parece estar en la categoría de la ficción. La implementación exitosa de este enfoque requiere una inversión considerable en formación docente, desarrollo de materiales y revisión de métodos pedagógicos. Lamentablemente, hasta el momento, no se ha observado una apuesta decidida por parte de nuestras autoridades educativas para llevar a cabo esta transformación.
Educación del siglo XXI
Esto plantea la pregunta de hasta qué punto estas autoridades están realmente preocupadas por ofrecer una educación propia del siglo XXI que permita a nuestra Comunidad seguir avanzando o, por el contrario, si siguen apostando por utilizar el desarrollo normativo —o su ausencia— para fomentar rifirrafes políticos que a nadie benefician, pero a todos perjudican.
Los docentes se encuentran en una situación de incertidumbre, tratando de adaptar sus métodos y contenidos a una ley cuyas implicaciones prácticas aún no están bien definidas. Esta falta de claridad es aún más inquietante para los estudiantes de 2º de Bachillerato, quienes se preparan para una de las etapas académicas más decisivas de sus vidas. ¿Qué sentido tiene estudiar por competencias (Lomloe) y examinarse por conceptos (Lomce)? Esta contradicción sobre lo que se enseña/aprende y la estructura de la EBAU añaden gran ansiedad al "año horribilis" que siempre supone este curso para los estudiantes y sus familias.
Incertidumbre y parálisis
Las consecuencias de esta situación de incertidumbre y parálisis recaen directamente en las familias y, sobre todo, en los estudiantes. La falta de dirección y claridad generan estrés, ansiedad y mucha frustración. Ante ello, es crucial recordar que la salud mental de los estudiantes es un componente fundamental de su bienestar general y su capacidad para aprender de manera efectiva. Sin embargo, también en esto, nos encontramos con una ausencia de un plan real de atención. Es fundamental que el enfoque en la salud mental no se limite a un mero gesto, sino que se traduzca en acciones concretas que beneficien a los estudiantes, docentes y personal educativo.
Nuestras demandas no se quedan ahí: continúan, por nombrar solo algunas, la necesidad de ofrecer más recursos y formación al profesorado, el desarrollo real de la etapa de educación infantil —de cero a tres años— como una etapa educativa real, sin olvidar la necesidad de una apuesta decidida por una verdadera atención a la diversidad.
Las familias ya estamos cansadas de planes y programas que quedan muy bien en el papel pero que no tienen una aplicación real en el día a día de nuestros hijos e hijas, y de los que nunca vemos los resultados, ni se esperan.
Claridad ante la Lomloe
Queremos que se termine el inmovilismo y la falta de claridad sobre cómo se aplicará la nueva ley. Se nos ha terminado la paciencia que hemos derrochado estos años en la implantación de la etapa de 0-3 años, dejando a la escuela pública de lado, como subsidiaria del sistema privado. Se acabó pensar que el plan de atención a la salud mental se resuelve creando unos pocos puestos provisionales. Se acabó esperar a que se destinen los recursos necesarios a la atención a la diversidad. Se acabó todo esto y un largo etcétera de demandas que no podemos desarrollar aquí, pero que no hemos dejado de presentar a las instituciones allí donde se nos ha convocado —aunque puede que no escuchado—.
Y, sobre todo, ya es hora de poner por delante el bienestar físico y emocional de nuestra infancia y adolescencia, modernizando los centros educativos, haciéndolos sostenibles y seguros, cumpliendo la normativa que le es de aplicación, adecuando el mobiliario a su edad, cuidando los entornos educativos y haciéndolos más atractivos y seguros. Para ello, no hay otra forma de hacerlo que, buscando el consenso entre administraciones, dejar de "tirarse la pelota de unos a otros" y crear un plan ambicioso que comprenda a todos los agentes implicados.
Todos a una
Queremos una apuesta decidida de todas las instituciones y de toda la comunidad educativa por trabajar todos a una en pro de un sistema educativo que responda a las necesidades de la sociedad del siglo XXI. Esta apuesta debe incluir también el fomento de estructuras de participación transversales que recojan la voz de las familias, junto con el resto de colectivos implicados en la comunidad educativa, porque somos parte de ella.
En definitiva, queremos que, de una vez por todas, se priorice a nuestros y nuestras menores como ciudadanos de pleno derecho, que lo son, como así les reconoce la Convención de los Derechos de la Infancia, y, por supuesto, escuchando su voz en todo aquello que les afecta.
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