Entrevista | Pablo G. Silva Barroso Catedrático de Geomorfología y Riesgos Geológicos de la Universidad de Salamanca

"Sanabria es la zona sísmicamente más activa de Zamora"

"Muchos terremotos que se producen en Zamora están relacionados con el llenado y vaciado de Ricobayo"

Pablo G. Silva Barroso en una fotografía tomada en Islandia

Pablo G. Silva Barroso en una fotografía tomada en Islandia / Cedida

De cuando en cuando salta la noticia: terremoto en la provincia de Zamora. Por fortuna se trata de pequeños seísmos, que en muchos casos ni siente la población. Nada que ver con los devastadores daños de casos tan recientes como los de Turquía y Siria. Que la tierra se mueve es un hecho. Y aunque Castilla y León es una de las zonas con menos inestabilidad sísmica de la Península Ibérica, dentro de la Comunidad, Zamora es la provincia que registra mayor actividad.

Un fenómeno que en su mayor parte puede atribuirse a sismicidad inducida por los embalses, especialmente desde la construcción de Ricobayo. Es la razón de que en Zamora se produjera el terremoto más importante de España en el siglo XX. De magnitud 5.2, ocurrió el 10 de febrero de 1961 en el entorno del valle del Esla, al norte de Ricobayo, coincidiendo el primer llenado completo de la presa. Fue el más relevante de una serie de al menos nueve terremotos sentidos por la población entre el 10 y el 22 de febrero.

Más allá de esa influencia de los embalses en el movimiento de la tierra, la comarca de Sanabria es la zona sísmicamente más activa, como certifica el registro de terremotos históricos. Fenómenos que tienen su origen en antiguos sistemas de fracturas que atraviesan Portugal y España en dirección SO-NE, que se formaron como consecuencia de la apertura del Océano Atlántico hace unos 180 millones de años. Esas fallas muestran una renovada actividad tectónica y sísmica que progresa hacia el este penetrando por la frontera hacia la comarca de Sanabria.

Así lo explica en esta entrevista el profesor Pablo G. Silva Barroso, Catedrático de Geomorfología y Riesgos Geológicos en la Escuela Politécnica Superior de Ávila del Departamento de Geología de la Universidad de Salamanca. Entre otras muchas publicaciones, Silva Barroso es autor de un trabajo editado por el Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo sobre un “¿terremoto?” ocurrido en Zamora en el año 939. Un curioso fenómeno natural que ocasionó importantes daños. Lo que originariamente se presumió como un terremoto, investigaciones posteriores han considerado que pudo tratarse de la explosión de un bólido fragmentado (cometa o meteorito) sobre el litoral portugués.

Desde el punto de vista de Castilla y León, Zamora es la zona que presenta algo más de sismicidad, aunque sin exagerar

–Usted forma parte del equipo que ha realizado y revisado el Catálogo de Efectos Geológicos de los Terremotos, que en su edición primera incluyó el terremoto de Zamora del siglo X, luego retirado de los catálogos oficiales.

–En colaboración con el IGME (Instituto Geológico y Minero de España), hemos hecho la segunda edición del Catálogo en 2019, para lo cual revisamos los terremotos más fuertes que ha habido y que han generado efectos geológicos en España. Entre ellos se incluyó uno que era muy raro, el de Zamora del año 939. No tenía mucha razón de ser, pero indagando en fuentes históricas encontramos el relato de un obispo llamado Dulcidio. Ocurre que estuvo preso en Córdoba justo durante los años del gran terremoto en Andalucía, en el 880. Consultando las fuentes originales de los cronicones medievales, este obispo hablaba de un fenómeno que ocurrió “por estas tierras”, pero no precisaba qué tierras. Pero después, analizando las descripciones históricas de diferentes cronicones medievales, pudimos entrever que el fenómeno pudo estar provocado por una explosión de una “bola de fuego” en el mar. Según los relatos la explosión quemó a personas, animales y vegetales, y además ardieron casas, desde Zamora hasta la zona de Briviesca y Pancorbo, en Burgos. A pesar de estas descripciones el evento estaba catalogado como un terremoto de intensidad X ocurrido en Zamora.

–Sin embargo, hablan del impacto de un bólido.

–Exacto, con lo cual hemos interpretado que podía ser un meteorito. Debió de explotar cerca del litoral portugués, pero la cola del bólido desprendió material incandescente y lo sabemos porque en las crónicas medievales tan solo se habla de incendios en las ciudades afectadas. Cuando en el año 2017 la Red Sísmica Nacional (IGN) hizo una revisión, todos los terremotos dudosos se retiraron de los catálogos, entre ellos este de Zamora. En realidad, casi todos los anteriores al año mil han desaparecido del catálogo porque no hay suficientes noticias contemporáneas que los describieran. Solamente se han incluido algunos que tenían el reflejo documental, como los descritos por escritores árabes de la zona de Granada y de Córdoba entre el año 800 y el año 1000.

–Centrándonos en la actualidad, es un hecho que Zamora es la provincia con más sismicidad de Castilla y León, ¿cuál es la razón?

–Efectivamente. Desde el punto de vista de Castilla y León, Zamora es la zona que presenta algo más de sismicidad, aunque sin exagerar. Pero más que en provincias como Salamanca o Valladolid, donde prácticamente no hay nada. Últimamente aparece algún terremoto, pero porque ha mejorado mucho la red sísmica y se detectan terremotos de magnitud 1.2, 1.4, muy pequeñitos. En realidad, terremotos los hay en todos los sitios.

El año pasado hubo una serie de terremotos por la zona de Ricobayo, muy pequeñitos, y lo que pasaba es que estaban vaciando el embalse

–En Zamora cada cierto tiempo salta la noticia de un seísmo, especialmente en la órbita de Muelas, Villalcampo y últimamente también por la zona de Sanabria. ¿Hasta qué punto influyen los embalses en los movimientos de la tierra?

–Está muy estudiado, se denomina sismicidad inducida. Cuando hay embalses muy grandes, con una cota de coronación de cien metros o más como es el caso de todos los construidos en cascada en la zona del Duero, cuando se llenan se está ejerciendo un esfuerzo sobre la litosfera que antes no existía. Así ese nuevo peso añadido por la masa del agua hace que las fallas tectónicas existentes en la zona del embalse que, por la orientación, sean susceptibles de moverse, pues se van a activar. Hay una tesis doctoral de Juan José Rueda, ingeniero en Geodesia y Cartografía de la Universidad Politécnica de Madrid, donde establece una comparativa y viene a demostrar que toda la sismicidad inducida existente en la zona de Zamora durante el siglo XX está relacionada con los procesos de llenado y vaciado de Ricobayo.

Pedro G. Silva Barrera, experto en terremotos

Pablo G. Silva Barrera, experto en terremotos / Cedida

–¿Estaría relacionada esa sismicidad inducida con el gran terremoto de 1961, con epicentro en las cercanías de Zamora?

–En Zamora se produjo el terremoto registrado instrumentalmente más grande del siglo XX en la Península Ibérica, magnitud 5.2, efectivamente en 1961. Coincidió con el primer llenado completo de la presa de Ricobayo. Curiosamente, el primer terremoto sentido en Zamora durante el siglo XX se registra en abril de 1936, tras el primer llenado de Ricobayo en 1935. Hay muchos ejemplos de presas a nivel mundial que cuando se rellenan muy rápidamente, se produce una respuesta y es debido al peso que se está ejerciendo. Y ocurre lo mismo cuando se vacían rápidamente. El año pasado hubo una serie de terremotos por la zona de Ricobayo, muy pequeñitos, y lo que pasaba es que estaban vaciando el embalse. Todo ese desembalse reduce peso y los materiales rocosos de la litosfera tienen esa respuesta. En cuanto tienes más de cien metros de coronación, es muy posible que se produzca sismicidad inducida. Y si la siente la población, lógicamente genera alarma. Pero, en principio, dadas las características tectónicas de la zona, no es de esperar que por el vaciado o el llenado de los embalses tengamos terremotos dañinos.

–En estos casos parece clara la causa de esos terremotos y es posible asociarlos a un hecho, aunque el reto de la ciencia sigue siendo la predicción de estos fenómenos.

–A día de hoy es prácticamente imposible la predicción de terremotos. Lo que sí que sabemos es dónde se van a producir y qué tamaño podrán tener, si van a ser fuertes o pequeños. Pero no podemos predecir cuándo. El problema es que estamos hablando de un ciclo sísmico y para grandes terremotos como los que ocurren en el sur y sureste de la Península Ibérica necesitamos entre 250 a 400 años para que se recarguen. En el interior de la Península Ibérica, como es el caso que nos ocupa, los datos son muy escasos y seguramente los tiempos de recarga sísmica superan con creces los 1000-2000 años o más. Y registros fiables sobre terremotos tenemos desde el año 1900, que es cuando se comienzan a instalar los primeros sismógrafos mecánicos en el observatorio de Madrid, en la Cartuja de Granada o en el observatorio de La Marina de San Fernando, entre otros. Pero realmente hasta 1962, que se crea la Red Sísmica Nacional, no tenemos datos instrumentales fidedignos. Todos los terremotos anteriores al año 1900, se denominan terremotos históricos y de ellos no se tienen registros instrumentales, sino solo relatos y descripciones en documentos históricos. Los datos sísmicos históricos más o menos detallados y fiables se remontan a la Reconquista, hace unos 500 años. Entonces no podemos predecir el comportamiento de estructuras que a lo mejor funcionan cada 400 años o más. A día de hoy eso es imposible.

Sabemos que hay grandes terremotos cada determinado tiempo y que van a ocurrir en cierta zona, pero no podemos precisar cuándo

–Parece increíble que a estas alturas la ciencia no sea capaz de predecir un terremoto.

–El problema es que para conocer la historia sísmica de una zona debes tener información histórica y cuanto más antigua mejor. Desde el año 2000 estamos buscando documentación geológica y arqueológica de los terremotos. Investigamos en paleosismología y arqueosismología, es decir, documentando datos geológicos y yacimientos arqueológicos, no los escritos. Y estamos desenterrando un montón de terremotos antiguos, de época romana y medieval no registrados en documentos históricos. La última investigación que hemos publicado es acerca de la destrucción de Medina Azahara, que era un enigma histórico y hay muchas señales de que en su ruina intervino el daño sísmico. Con estos trabajos estamos intentando rellenar la historia sísmica de España, porque cuanto más la documentemos con más terremotos y más antiguos, más capaces seremos de precisar comportamientos o hacer predicciones. Podemos estimar tiempos de recurrencia de los terremotos, tamaños máximos, pero hasta la fecha la documentación histórica es muy limitada. Estados Unidos o Japón están en unas zonas tectónicamente muy activas y los grandes terremotos ocurren cada muchísimo menos tiempo, 90 ó 100 años, y aun así tampoco. Aquí no estamos en ese margen. En la costa oeste de Estados Unidos o Japón tienen tasas de convergencia tectónica entre las placas de unos 9 centímetros al año. Aquí en España, entre África y la Península ibérica, las tasas de convergencia son de 3 milímetros, con lo cual, para que se acumule todo el esfuerzo necesario para generar un gran terremoto hacen falta miles de años y allí con 100-150 años tienen un terremoto serio. Sabemos que hay grandes terremotos cada determinado tiempo y que van a ocurrir en cierta zona, pero no podemos precisar cuándo. Insisto, la predicción en estos momentos es imposible, una quimera.

–Ocurre que estamos viendo en los últimos años terremotos muy devastadores, ¿por qué?

–Terremotos ha habido siempre, igual de devastadores y con una frecuencia muy parecida, lo que pasa es que ahora hay mucha información y se difunde rápidamente. Antes estaban fuera del conocimiento de la sociedad, se movían más en ámbitos científicos, pero los había igualmente. El más grande jamás ocurrido sobre la tierra registrado instrumentalmente fue en Chile en 1960, con una magnitud 9.5. O el de Alaska en 1964, y en España tenemos el de Lisboa de 1755, que afectó a toda la fachada oeste de la península, incluida Salamanca y Zamora. Todos ellos generaron tsunamis gigantescos.

En Zamora se produjo el terremoto más grande del siglo XX en la Península Ibérica en 1961 y coincidió con el primer llenado completo de la presa de Ricobayo

–¿Qué circunstancias se dan en Sanabria para que se produzcan una sismicidad superior al resto de Castilla y León?

–Porque hay una serie de fallas de dirección noreste suroeste, que en toda la zona de Portugal tienen sismicidad y justamente a partir de Sanabria empiezan a penetrar en la zona española, atraviesan la frontera. Esta sismicidad no es en principio importante, pero es llamativa y la puede sentir la población. Desde Sanabria hacia el norte hay registros de movimientos sísmicos como el terremoto de Becerreá, en Lugo, en 1997, con una magnitud 5.1, similar al que hubo en Lorca, pero con menores daños. Esas fallas se están reactivando y en esa zona de Sanabria hay terremotos de carácter histórico, sentidos en 1852 y 1889. Como hemos mencionado, estas fallas se formaron hace 180 millones de años, cuando se abrió el océano atlántico, y no han tenido mucha actividad hasta hace unos dos millones de años. En un futuro, esa sismicidad que actualmente existe en Portugal, se irá propagando hacia el interior de la Península Ibérica.

–¿Y se puede saber con qué magnitud?

–Con una magnitud similar a la que tienen los terremotos de Portugal ahora, lo que pasa es que este proceso durará unos cuantos miles de años. Eso no quiere decir que pasado mañana haya un terremoto por esta zona. Estas fallas pueden estar acumulando esfuerzos durante miles, millones de años, y cuando haya un terremoto que la inaugure podría llegar a ser fuerte. Es lo que pasó en 1961 en Zamora, que no había habido ningún terremoto prácticamente anterior, pero al producirse el llenado del embalse, esa falla se inauguró con uno de magnitud 5.1, de gran tamaño para la zona. Fue muchísimo más grande de lo que cabría esperar, pero como no se dispone datos históricos anteriores, es imposible precisar.

En ciudades históricas como Ávila o Zamora, la mayoría de las construcciones no estarían preparadas; no obstante, toda Castilla y León esta fuera de la normativa sismorresistente

–¿Cómo nos podemos preparar ante la eventualidad de un terremoto, cómo preparar un escenario de prevención?

–Pues precisamente mediante la prevención. Ahora mismo tenemos una norma de construcción sismorresistente, pendiente de la aprobación de una nueva versión. Lo único que hay que hacer es construir en aquellas zonas que sabemos que va a haber terremotos de tal forma que las casas no se derrumben masivamente como ha ocurrido en Turquía. La normativa sismorresistente no quiere decir que se construya para que no se destruyan los edificios, se construye para que las casas no se caigan encima de sus habitantes. Luego, quizá estén tan dañadas que haya que demolerlas, pero el objetivo es que no se produzcan colapsos gigantescos como los que hemos visto en Turquía, donde con una magnitud 7.9 las casas han caído en librería. En el terremoto de Lorca, en el año 2011 y de magnitud 5.1, hubo daños importantes porque muchos edificios no estaban bien adaptados a la normativa.

–Vimos también el desastre que sacudió el centro de Italia en 2016.

–Tenían unas construcciones del siglo XIX, eran ciudades históricas. Esas edificaciones no tienen ningún tipo de norma de construcción sismorresistente y si hay un terremoto medianamente grande, la catástrofe es importante. En ciudades históricas como Ávila o Zamora, la mayoría de las construcciones no estarían preparadas. No obstante, toda Castilla y León esta fuera de la normativa sismorresistente ya que en los últimos 450 años no se ha registrado ningún terremoto dañino.

–¿Puede ocurrir en España un seísmo del alcance a los que estamos hablando?

–Algún día tendrá que pasar porque ya ha habido terremotos fuertes en la Península Ibérica. El más fuerte, el del 25 de diciembre de 1884 en Granada, con 890 muertos y cinco poblaciones tuvieron que ser reconstruidas en otro lugar. Lo que sabemos es que ese tipo de terremoto va a volver a ocurrir y en la misma zona. Este terremoto se estima que tuvo una magnitud de 6.9, similar a los que asolaron Italia en 2016, pero un grado menor que el que ocurrió recientemente en Turquía.

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