De las ovejas de su casa a la rueca: así es Alicia y su lana casera de Zamora

Una vecina de Villardeciervos retoma el proceso de obtención de la lana desde el esquilado al hilado

"Si tuviera que cobrar por todo el trabajo que lleva, lo tendría que cobrar a precio de oro", así pone "valor pecuniario" Alicia Río Blanco a un par de medias de lana para un traje tradicional por petición de su vecina de Villardeciervos. Quien no conozca a Alicia debe saber que bromea con Natividad Pomeda Gallego, su vecina que quiere aprender a estirar, hilar, torcer, devanar. Mientras cuenta, teje unos calcetines de lana a cinco agujas.

Alicia y la lana casera

Alicia y la lana casera / Aracelia Saavedra

Un aprendizaje que lleva detrás toda una trasmisión de conocimientos ancestrales, heredada de madres a hijas, de abuelas a nietas. El proceso de la lana era un conocimiento que se trasmitía en el seno del hogar y en las reuniones familiares y vecinales de serano. "Hace 50 años que no hilaba" prácticamente desde que salió de casa, con poco más de 17 años.

Alicia es alistana, de San Vicente de la Cabeza, pero reconoce "sentirse y haber sido acogida como una cervata más" desde 49 años. Con un buen humor envidiable que no se resiente de su dolor de dedos, decidió recordar cómo se manejaba la rueca. El proceso hasta llegar a la rueca y el hilado tiene unos prolegómenos fatigosos. El primero no es otro que esquilar las ovejas para tener suficiente lana para hilar. "Éramos cuatro hermanas y yo siempre andaba detrás de mi madre de zascandil". Y con ese interés de la infancia aprendió de todo "hasta esquilar con la tijera de dos hojas". Reconoce que "mi infancia no lo cambio por la de los niños de ahora con las maquinitas".

Artesanía al borde de la extinción

Alicia y la lana casera

Alicia y la lana casera / Aracelia Saavedra

De esa lana que viene directa de la oveja –en casa de Alicia haya un puñado de ovejas para el servicio de casa- se obtiene el vellón que necesita varios lavados para empezar a prepararlo. El primer lavado es en agua templada porque con agua fría no hay quien la maneje. Lavar, blanquear y poner a secar al sol, el astro rey convertido desde tiempos inmemorables en el mejor blanqueante natural.

"Mi madre –Paula Blanco Vaquero- tenía manos de oro. Era muy desenvuelta" recuerda mientras empieza a "abrir" la lana, es decir, separar ir separando el bloque de fibras formando ligeras capas "sin que se corte una fibra de otra porque si no es imposible volver a unirla". "En Sanabria tiene otro nombre `espire´".

Alicia y la lana casera

Alicia y la lana casera / Aracelia Saavedra

"¿Sabes cómo se llama a esta lana?", pregunta la maestra a las dos alumnas mientras señala la lana colocada en el roquil de la rueca de mano. "Es el copo". Y para que cunda la tarea "voy a hilar otra rocada". Con la rueca que tuvo que comprar para hilar relata que "las ruecas que tenían en casa eran muy bonitas, con dibujos, letras y bien hecha. Era costumbre el novio le hiciera una rueca a la novia. Si había dos pretendientes, suerte que tenías que te elegías la más bonita". Las que tenían en casa de Alicia "eran una maravilla". Y con la rueca, compañero inseparable el huso o fuso para torcer que gira alegrando la faena.

Familias y vecinos "se juntaban en los seranos. Los maridos devanaban y jugaban a las cartas. Era la televisión que había" relata Alicia Río. Para confeccionar mantas, la tarea era mayor "la lana se peinaba, se cardaba y quedaba como el algodón. Se hilaba en el torno un solo hilo. Se lo vi hacer a mi tía. Quedaba del grueso que tú quisieras dar". El siguiente paso era urdir para tejer pero en el telar. Alicia diferencia la labor según su uso "las mantas para la cama eran blancas y la manta de pastor era blanca y negra, a veces con listas, a cuadros, rayas".

Alicia recuerda que en San Vicente había un telar al que acudían de todos los pueblos para tejer las mantas y por el que su propietario cobraba un dinero. El telar estaba al lado de la escuela y cuando salían allí iban, "al telar del Tí Santos" que "éramos vecinos del colegio y de casas". En Palazuelo había telar de lino, pero esa es otra historia de labores, que incluía sembrarlo, recogerlo, cocerlo y blanquearlo cerniendo ceniza.

Alicia y la lana casera

Alicia y la lana casera / Aracelia Saavedra

Familias y vecinos "se juntaban en los seranos. Los maridos devanaban y jugaban a las cartas. Era la televisión que había" relata Alicia Río. Para confeccionar mantas, la tarea era mayor "la lana se peinaba, se cardaba y quedaba como el algodón. Se hilaba en el torno un solo hilo. Se lo vi hacer a mi tía. Quedaba del grueso que tú quisieras dar". El siguiente paso era urdir para tejer pero en el telar. Alicia diferencia la labor según su uso "las mantas para la cama eran blancas y la manta de pastor era blanca y negra, a veces con listas, a cuadros, rayas".

Alicia recuerda que en San Vicente había un telar al que acudían de todos los pueblos para tejer las mantas y por el que su propietario cobraba un dinero. El telar estaba al lado de la escuela y cuando salían allí iban, "al telar del Tí Santos" que "éramos vecinos del colegio y de casas". En Palazuelo había telar de lino, pero esa es otra historia de labores, que incluía sembrarlo, recogerlo, cocerlo y blanquearlo cerniendo ceniza.

Alicia y la lana casera

Alicia y la lana casera / Aracelia Saavedra

"No teníamos nada pero no nos faltaba tampoco nada. Teníamos para comer patatas, tocino, chorizo y un poco de chocolate. Éramos 6 en casa pero mi padre no dejó que nos faltara nada". A los 17 años salió a trabajar a Oviedo y a Madrid, hasta que se casó con Domingo de Villardeciervos, aunque le destinaron a Pedralba durante dos décadas, hasta que regresó a Villardeciervos donde se jubiló y donde viven. Natividad pone en práctica la lección de retorcer los hilos, dos hilos para preparar el ovillo.

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