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La zamorana Aurelia, el orgullo de un pueblo

La veterana hostelera alistana será nombrada embajadora de Villaralbo

La zamorana Aurelia, el orgullo de un pueblo

Es la alma mater de Casa Aurelia y tras su paso por MasterChef, se ha convertido en una de las “abuelas” televisivas más queridas de los últimos tiempos. Su bonhomía ha encandilado a la audiencia, su mano en la cocina ha conquistado a miles de paladares y su orgullo por Zamora ha enamorado a toda la provincia.

A sus 78 años de edad, Aurelia Matellán Santos no solo se ha ganado la admiración de todos quienes la conocen sino también el título de embajadora de Villaralbo. Tras más de 40 años delante de los fogones y más de 30 al frente de Casa Aurelia, el Ayuntamiento de Villaralbo ha aprobado por unanimidad otorgarle esta distinción honorífica en agradecimiento a su apuesta por el mundo rural y a su promoción acérrima de los tesoros gastronómicos de Zamora, tanto dentro como fuera de la pequeña pantalla.

Hotel Restaurante Casa Aurelia sin las últimas ampliaciones. | CEDIDA

“He luchado mucho. Y si me decaigo un poco, al día siguiente me vuelvo a levantar. Es que no voy ni al médico. De la puerta para afuera normalmente no salgo, como tengo aquí dentro para dar zapatilla, pa’ arriba y pa’ abajo, aquí me quedo”, cuenta en uno de los salones de su restaurante.

Pese a sus dotes como alcahueta y sus pretensiones con Loles León para su retoño Jose, Aurelia no logró salir con una nueva nuera del programa, pero sí con una estrecha amistad con los miembros del jurado labrada a base de garbanzos. De Fuentesaúco, cómo no.

La legumbre zamorana de Indicación Geográfica Protegida, la ternera de Aliste o los vinos de Denominación de Origen son algunos de los numerosos Alimentos de Zamora que nunca han faltado en la despensa de esta guardiana de la cocina tradicional que borda el arroz a la zamorana, mima el bacalao, domina la brasa y eleva la “caldereta de lechazo a rajatabla” a otro nivel.

Todo comenzó en Barcelona. Trabajando como ama de llaves, esta alistana conoció a su marido Felipe, con quien contrajo matrimonio en la Ciudad Condal. Él, cocinero de profesión, quería montar un negocio y juntos regresaron a Zamora para tomar las riendas del bar Los Hermanos situado en la calle La Reina, junto a la Plaza Mayor de la capital. Una ubicación privilegiada en pleno centro entre el Ayuntamiento y la Diputación. Allí, sirviendo tras la barra diariamente vinos del Tío Pepe, se ganó la popularidad y el respeto de los clientes. Tanto que el nombre de Aurelia fue relegando paulatina y popularmente al de Los Hermanos. “Yo luché mucho por el negocio, siempre. A mis hijos nunca los tuve en la mesa sentados, venían del instituto y se ponían a trabajar”, recuerda Aurelia.

Una joven Aurelia Matellán

Quisieron comprar el local en la Plaza Mayor, pero no se lo vendieron. Y en 1989 decidieron emprender en Villaralbo construyendo su propio restaurante. «Nos llamaban los pobrecicos. La gente que nos veía hacer el restaurante decía que dónde íbamos a ir. Comentaban: “Estos pobrecicos no saben dónde se van a meter, pobre gente”». Pero se equivocaron. “Y fue un ‘boom’ muy grande, llegaba la gente hasta la Plaza Mayor de Villaralbo, en cola, en coches, todo. Venía muchísima gente, era como si lo regaláramos”. No lo regalaban, pero casi. El chato de vino costaba 2,5 pesetas y el menú, con primero, segundo, postre, bebida y café incluidos, 20 pesetas. “Para hacer 8.000 pesetas te matabas, tenías que dar muchísimas comidas”, reconoce.

Pero esta alistana de pura cepa tenía ganas de más. “Entonces era joven y tenía mucha fuerza y se me metió en la cabeza hacer el hotel. Pensé que era lo mejor para la gente que andaba por aquí y no tenía dónde quedarse”. Y después del restaurante, llegó el hotel. Y más tarde, la cafetería. Y luego, la ampliación del hotel. Y más adelante, el huerto. Y ahora, la renovación de la terraza. Y mañana, lo que sea. Actualmente, sus hijos Javi y Jose son quienes regentan el negocio con el mismo talante y carisma de su madre, aunque es habitual ver a Aurelia entre los fogones o recibiendo el cariño de los comensales en los salones. “¿Anécdotas? Cada rato, una. Tendría para escribir biblias, me ha pasado de todo, pero nunca nadie me ha faltado el respeto. Ese es mi plato favorito, el no haber tenido que llamarle la atención a nadie”, confiesa.

Por sus comedores han pasado artistas zamoranos de renombre como el pintor y escultor Antonio Pedrero, el poeta Jesús Hilario Tundidor o arquitectos como Adolfo Bobo, además de generales, militares y todo tipo de gerifaltes, pelotones de ciclistas, jubilados del Imserso y vecinos de a pie. Pero hasta allí también se han acercado personalidades de cualquier signo político. Y para muestra, un botón. A finales de noviembre de 2015, Maíllo presidió un mitin con los militantes de Tierra del Vino y, apenas quince días después, el ahora vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, iniciaba la campaña electoral de Podemos.

Eso, por no hablar de las escenas confidenciales que han protagonizado los numerosos artistas que se hospedaban allí tras actuar en las grandes fiestas de Villaralbo de antaño. “¡Estaba encima de un tejado con toda la cuadrilla agarrado a la bota de vino!”, recuerda Aurelia entre risas.

Pese a la “muerte lenta” a la que está siendo sometida la hostelería por las restricciones de la crisis del coronavirus, como apunta su hijo Jose Campanario, la vida sigue llenando Casa Aurelia. Los pequeños Felipe y Laura corretean entre las sillas vacías del restaurante, del que no se ha ido el olor a la comida de su abuela y en el que se escuchan los graznidos del guacamayo Larry que siempre da la bienvenida a los clientes que ahora echa en falta.

Mientras, Aurelia nos atiende con su amable sonrisa antes de ser nombrada de forma más que merecida embajadora de Villaralbo en un acto que se celebrará cuando la situación sanitaria lo permita. Un título más que añadir a su palmarés de vida junto a otros reconocimientos como los otorgados por Azehos en 2015 y los premios eWoman de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA en 2018 a una trayectoria profesional intachable que enorgullece a todo un pueblo.

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