La fauna tiene en los ojos y en la boca los cultivos aunque el campo presente una carga de nutrientes digna de los años venturosos. Además, que cierta fauna adquirió con el confinamiento del ser humano una tranquilidad admirable lo prueba el avistamiento de animales salvajes sin excesivo quebranto en terrenos más dados a la presencia de los animales domésticos que a los montunos, especialmente en los sembrados y llenos de frutos, en crecimiento o en fase ya de maduración. Pero en esta confianza también tiene que ver el mayor respeto de las personas hacia la fauna, que es contemplada como un patrimonio enriquecedor y admirable, y que es algo que los propios animales perciben y asimilan, aunque no abandonen el instintivo gesto de escapar al menor indicio sospechoso.

La estampa de ciervos pastando en las inmediaciones de los pueblos, de corzos ramoneando en cortinas de frutales, de toda suerte de aves (tordos, mirlos, carboneros, pardales...) tomando los tempraneros huertos como propios, de raposas al atisbo de las gallinas y, como se vio en Villanueva de Valrojo, de un lobato famélico buscándose la vida en las cuadras del pueblo, agasajado además con una gallina antes de volver a su mundo, es un visión que causa una sensación "felicitaria", que diría Ortega y Gasset.

Estas visiones faunísticas son uno de los alicientes del ecoturismo y de las motivaciones que animan a las personas del medio urbano a elegir el medio rural para disfrutar de la naturaleza. Lo señala Antonio Campesino, de Zamora Natural, que lleva días adecuando sus instalaciones del Centro de Kayac, en el Duero, para retomar la actividad de recorridos saludables por el gran río. No ha podido menos que disfrutar estos días de cómo una pareja de corzos cruzaba el embalse de Castro para alimentarse en una u otra parte del curso fluvial. "Pero el espectáculo fue viéndoles escalar" por los agrestes pendientes del cañón, expresa Campesino que, junto con su compañero de faena, quedó sorprendido de la habilidad de estos apacibles animales para sortear terrenos que casi parecen imposibles de pisar sin despeñarse. Este fin de semana tiene ya organizado un primer viaje y el COVID-19 exige adoptar una serie de medidas tocantes a la desinfección de superficie y materiales, limpiezas, higienes y protocolos impuestos tanto por el Gobierno de España como el de Portugal

El confinamiento no va con los animales, ni tampoco las limitaciones fronterizas marcadas por un río o un embalse.

La presencia de ciervas en los crecidos forrajes y cultivos cerealísticos del entorno de La Culebra es otro cuadro habitual en estas fechas. Amagadas en las sombras de los pinares de la Reserva de Caza, aprovechan los sembrados de las parcelas para alimentarse amparadas por el buen crecimiento este año de las mieses, pero sin dejar de atisbar los entornos porque siempre acecha el peligro.

La siega que los agricultores y ganaderos han comenzado a realizar en los campos es otro momento oportuno de acercamiento de la fauna a las personas, y son cotidianas las imágenes de las rapaces siguiendo la estela de los tractores para capturar los roedores que huyen de las cuchillas o que quedan descubiertos al desaparecer el manto vegetal donde se refugian. Milanos reales y negros están al corriente de estas tareas y siguen desde el aire el proceso para caer en picado sobre ratones y topillos dejados a la intemperie.