El anciano Jesús Vara Garrido es, camino de los 90 años, uno de los últimos y ancestrales pastores alistanos de pura cepa; sedentarios y trashumantes que dedicaron su vida en cuerpo y alma al cuidado de las ovejas de la raza autóctona castellana y de su familia, en unos tiempos donde la tarea ocupaba los 365 días del año: del alba al ocaso, de la anochecida al amanecer.

Son ellos, Jesús y su mujer Leonor, el más claro ejemplo de esos hombres y mujeres alistanos que llevaron con orgullo su oficio escribiendo la historia de Aliste bajo la escarcha y la nieve del otoño e invierno, la lluvia y los vientos de la primavera, y el abrasante sol y las tormentas de rayos y truenos del verano.

El próximo día 17 de noviembre, sobre sus hombros -curtidos por 78 años de zagal y de pastor- se impondrá en la iglesia de San Salvador de Rabanales la Capa Parda Alistanacomo reconocimiento, justo y merecido, a todos los pastores y pastoras de la historia de Aliste.

Jesús Vara Garrido nació en San Vicente de la Cabeza el día 1 de marzo de 1930 y con solo seis años se convirtió en un "niño de la guerra". Vivió tres largos años, de 1936 a 1939, llenos de penurias. Hijo de Dámaso Vara Caballero y Felipa Garrido Cisneros, ambos de San Vicente de la Cabeza, fue él el tercero de cuatro hermanos, todos ellos varones.

A los 12 años era ya pastor. En la escuela "aprendí la lección" hasta los 12 años como todos los rapaces de aquel entonces, recuerda, y en 1942 comenzó su vida como pastor con un hatajo (pequeño rebaño) de 63 ovejas, teniendo como zagales a otros rapaces del pueblo. Once años duró su primera etapa de pastor, hasta 1951, cuando le llamaron a filas: "me tuve que ir dos años, de los 21 a los 23, a hacer la mili a León" explica Jesús Vara.

"Nos decían entonces que en la mili nos hacíamos hombres y yo tras regresar decidí dejar las ovejas y buscarme la vida en las vascongadas. Mi destino fue Mondragón y allí trabajé en la construcción por temporadas, en peonadas seguidas que duraban cinco o seis meses y así durante seis años" señala el pastor alistano. Su siguiente aventura migratoria fueron las vendimias de la uva y así cada septiembre y octubre, durante doce años seguidos, se marchaba a la población de Navaridas (Álava) donde vendimio siempre para el mismo patrón: "Era una bellísima persona, con el daba gusto trabajar" recuerda sesenta años después.

En su idas y venidas hasta el País Vasco, el oficio de pastor siempre fue su pasión, una pasión que le llevó a encontrar el amor en sus pastoreos por los valles y colinas del río Aliste.

En el año 1957, con 27 años, se casó con Leonor Garrido Caballero, de 24 años, natural de la vecina localidad de Bercianos de Aliste y a la que conocía de toda la vida, pues también era pastora. Leonor se quedó huérfana con solamente once años y en plena posguerra hubo de abandonar la escuela repentinamente y dedicarse a la vida pastoril, cuidando un rebaño de 40 ovejas, además de tener que cuidar de sus cinco hermanos. Ella era la segunda y su hermano más pequeño aún no había cumplido los dos meses. Fue así como la vida le llevó a ser padre, madre y pastora mientras su hermano mayor, con solo 14 años, se encargaba de las duras e interminables labores del campo. Si la posguerra fue dura, para la familia Garrido Caballero de Bercianos fue una continua lucha por la supervivencia.

El amor dio sus frutos y el matrimonio de pastores de Jesús y Leonor tuvo dos hijos: Dámaso y Juana. Fue así como Jesús pasó ya a ser pastor en cuerpo y alma: "Cuidando el rebaño no me quedaba tiempo para arar y sembrar tierras. Era Leonor la que se dedicaba a las labores de la casa y del campo y era una mano imprescindible a la hora de ayudarme a cuidar nuestro ganado de ovejas" explica Jesús Vara.

El pastor alistano recuerda muchas anécdotas con los lobos como pastor: "En mis tiempos mozos, lobos no había muchos, pero eran muy listos y al menor descuido te enzarzaban una oveja y no te enterabas. Siempre atacaban en contra del viento para que los perros no pudieran localizarlos por el olfato. Que comieran una oveja de vez en cuando era normal, lo asumíamos y no quedaba otra, pero como se les ocurriera hacer una masacre con ellas, una lobada, nos juntábamos los vecinos de varios pueblos de los alrededores como Bercianos, Campogrande, Fradellos, Palazuelo de las Cuevas y Villarino Cebal y hacíamos una batida hasta acabar con ellos. Y como encontráramos alguna camada, llevábamos los cachorros para el pueblo y a pedir por las casas. Siempre sacábamos la suficiente comida y bebida para hacer una buena farra".

Nadie como él sabe lo que es ser pastor sedentario y trashumante: "Antes en los pueblos alistanos se araba casi todo. En otoño, invierno y primavera las ovejas libraban unas veces mejor y otras peor con las praderas que estaban libres, pero al llegar el verano no había que comer y teníamos que practicar la trashumancia en busca de los verdes pastos de la Alta Sanabria". Su aventura trashumante duro veinte años justos, e iba desde San Pedro (29 de junio) hasta la Natividad (8 de septiembre) y el destino siempre fue el mismo, las sierras de Robledo de Sanabria.

Su hijo Dámaso Vara Garrido sigue sus pasos y cuenta con un rebaño de alrededor de 800 ovejas castellanas, tomando el relevo en la cabaña trashumante de la Ribera del Aliste formada por los dos rebaños de San Vicente de la Cabeza junto a los de Flores, Palazuelo de las Cuevas, Pobladura y Gallegos del Campo. En 2015 dejaron las sierras de Robledo de Sanabria y ahora pastorean en los montes de Rihonor de Castilla. también en tierras sanabresas.

Jesús destaca que "mi trabajo como pastor siempre me ha gustado mucho y aunque empecé de muy chiquito, casi no podía con el morral y la cayata de negrillo, no me arrepiento de la vida que he tenido y he pasado y hoy en día, yo con casi 90 años, y mi mujer Leonor con 87, somos felices echándole una mano a nuestro hijo Dámaso con las ovejas paridas. Las llevamos a comer siempre cerquita del pueblo, a las cortinas de herraña (centeno y trigo) y a las praderas comunales de la ribera del río Aliste".

El amor nacido gracias al pastoreo ha perdurado y ya suman 62 años de casados donde han disfrutado con sus hijos Dámaso y Juana y sus tres nietos, quienes ahora les iluminan la cara. "Nuestra vida de Pastores nos ha dado muchas alegrías y también hemos sufrido muchas penurias, pero eso se olvida" explica el matrimonio. La salud de hierro que tienen hoy en día, ellos mismo reconocen que ha sido gracias a su vida en el campo, siempre caminando, subiendo y bajando montañas: "Eso nos ha dado mucha vitalidad. Nuestras vidas han sido un ir y venir que ha merecido la pena".

Su gran pasión son ahora sus tres nietos y un biznieto adorable. Jesús y Leonor son conscientes que su hijo Dámaso será el último pastor de la familia y que no habrá recambio generacional. Ninguno de sus nietos quiere seguir sus pasos. Ellos, Jesús y Leonor, serán los grandes protagonistas en la VII Jornada de Exaltación de la Capa Parda Alistana.