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Los toros abarrotan Fermoselle

Miles de personas siguen el espectáculo taurino en la calle y en la Plaza Mayor El Ayuntamiento anuncia la recuperación de los encierros a caballo para el próximo año

Las mejores imágenes del encierro de Fermoselle

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Fermoselle despertó ayer taurino y, al poco de abrir los ojos el sol, tres corrientes fluían por el término: la de cientos de vehículos enfilados hacia la villa por una y otra carretera, y dentro del pueblo, la que enfilaba hacia la Plaza Mayor y la que, en sentido contrario, marchaba hacia el pago de San Albín. Aquí iba a tener lugar, a las 10.45 horas, el desenjaule de los novillos que, al pronto, se adueñarían de la calle y del casco histórico que aparecía enmarcado por barreras, talanqueras y andamios utilizados en este caso para poner freno al peligro. Los protagonistas eran reses de la ganadería de Lorenzo Rodríguez, traídos de la finca de Espioja del Campo de Ledesma.

Había pasión taurina y los aficionados buscaban plaza en todos los resguardos que permitieran contemplar a los astados sin exposición a sus cornamentas. En todo el recorrido, de unos 1.800 metros, existían ojos dispuestos a percibir un paso emocionante. "Todavía no vienen los toros" expresaba un anciano que buscaba atalaya subido en una silla de ruedas. Otros buscaban el balcón, una ventana o la repisa de una bodega. Y eran tantos y de tan diferente edad los espectadores que puede decirse que ayer todo el mundo salió expectante a la calle.

La Plaza Mayor de Fermoselle, reconvertida en coso taurino con la tradicional plaza de madera, se colmó de almas multicolores porque la villa es estos días una colmena de gentes cargadas de energía. A los asientos se añadían los balcones. El alcalde José Manuel Pilo y otros representantes o vecinos en el Ayuntamiento; Manuel Moya, Alejandro Fermoselle y otros en la vivienda los Moya; Aníbal Veloso y los suyos o conocidos en el último piso del Casino, los periodistas en una balconada de los soportales. Hasta los muchos que eligieron el bajo de la plaza, tras las talanqueras, hallaban resquicio para ver a quienes se iban a presentar cargados de presunta fiereza.

El campanero Emilio Díez, que ayer lució nuevo atuendo con anagrama del oficio, ocupó su sitio al lado de la campana del Ayuntamiento y, cuando llegó la hora y prácticamente todos estaban en sus puestos, a las 11.00 horas, y tras sonar el fogonazo de salida, arreó los badajos como si algo insólito se acercara.

Una hilera de aparentes recortadores, que no perdía de cara la calle del recorrido, esperaba a unos toros que desbarataron la formación e hizo huir a la carrera a los integrantes antes incluso de entrar por el portón. Llegaron anunciados por los mozos que, más que corren esprintaban; y, en esta ocasión dispersos. Alcanzaron la meta a los 2.27 minutos de darles suelta, con un toro precedido por los cabestros, para sorpresa del respetable. "Algo que no es técnico en un encierro", expresaba un entendido, pero que es más que común en el mundo de los encierros. Cuando los adelantados gozaban de la sombra, llegaron como por ensalmo otros dos novillos de bella estampa que conmovieron el coso, porque miraban con ansias de situarse. Su retraso hizo temer a algunos que algo inquietante podía haber ocurrido en el trayecto, pero no fue ningún estrago. Los dos "espiojas" se hicieron dueños de la plaza, barrieron un poco a quienes los tentaron con ganas de hacer juego y, tras salir los primeros animales de nuevo al terreno, y dejarse ver unos momentos todos juntos, tomaron la puerta de entrada a chiqueros entre los aplausos públicos.

Tuvieron los novillos una recepción aclamada porque la plaza estaba abarrotada de fieles que gustan de la naturaleza de estos animales y de su trapío, y porque en el redondel fermosellana se han vivido desenlaces trágicos y memorables. En el puntual momento que estuvieron presentes en el ruedo gozaron los novillos de un trato ejemplar. Metidos en el refugio, todavía fueron atisbados por quienes podían divisarlos a través de las ranuras de los tablones. Y es que los novillos bravos tienen un imán en sus cuerpos.

La novedad de ayer fue dada desde el balcón del Ayuntamiento por José Manuel "Tronito", coordinador de festejos, que anunció la recuperación de la tradición fermosellana de soltar los toros en un prado vallado, donde podrán ser contemplados por la población, que dispondrá de un lugar adecuado para asados. Seguidamente, serán trasladados por un recorrido también vallado hasta San Albín para, de seguido, iniciar el recorrido urbano y terminar el encierro en la Plaza. El espectáculo estará abierto en el recorrido a los caballistas que, antaño, solían bajar, en algunos casos, hasta el Arco.

El sol exigía ayer sombra, y a quienes quedaron al sol, gorras y sombreros; pero no había hueco alguno en una plaza que este año lucía la bandera o la pancarta de cada peña. Los peñistas, que llevan jornadas a un ritmo olímpico, mantenían ayer todavía el máximo nivel. Hoy el espectáculo será de rejones (Iván Magro y Óscar Borja) a las 19.00 horas.

Fermoselle mostró ayer una atmósfera festiva que barrió en todo el Parque Natural de Arribes.

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