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En San Pedro los mozos limpiaban las fuentes del campo

El Atenazador de San Vicente de la Cabeza destaca por ser una de las pocas mascaradas de verano de la provincia de Zamora. Antaño, llegado San Antonio, el 13 de junio marcaba la fecha de inflexión de la más tranquila y colorida primavera al verano, una estación marcada por las faenas de la cosecha: siega, acarreo y trilla de la mies en la era.

En esa fecha los animales no trabajaban y se dedicaba a esquilar las ovejas para liberarlas de la lana ante la inminente trashumancia a las sierras de la Alta Sanabria. Llegado San Juan y el verano el agua se convertía en un bien imprescindible en la campiña. El día de San Pedro los mozos de San Vicente se reunían en concejo, liderados por el "alcalde de mozos" y salían al campo para limpiar todas las fuentes campestres que durante julio y agosto abastecían a segadores, acarreadores y trilladores. Cuando se terminaba de limpiar una fuente, como señal de que estaba lista, los mozos depositaban junto a ella un ramo de flores silvestres.

Con la satisfacción del trabajo bien hecho los solteros regresaban al pueblo y representaban "El Atenazador" recorriendo todo el pueblo pidiendo casa por casa "la voluntad" (cuestación) y por su trabajo las familias le daban principalmente chorizo, tocino y huevos. Con ello por la noche los mozos celebraban cena de hermandad y convivencia donde eran convidadas las mozas.

La comitiva está integrada por el Atenazador, personaje principal con su máscara de corcha (vieja de colmena) revestida con pieles de cabra y oveja, cencerros de vacuno a la cintura, un zamarro a la espalda y un pantalón de pana portuguesa, con las aterradoras tenazas de escalera hechas de madera de negrillo (las antiguas) y cuernos en sus puntas para atenazar. Su fiel compañera es la Filandorra, con cayata, rueca y huso de hilar -de ahí su nombre, del filandar- que es la encargada de echar la cernada (ceniza), que lleva en su bantal. Junto a ellos los "novios" que con indumentaria alistana van danzando de casa en casa al son de la gaita de fole y el tamboril. Les acompañan los "gaiteros" y los "pobres", estos últimos vestidos con ropas viejas y andrajosas y la cara enciscada con un tizón de la lumbre, que son los encargados de recoger los donativos.

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