Los quintos de La Guareña no descargarán este año sus culpas ante el gallo. Ni en Guarrate, ni en El Pego, San Miguel de la Ribera, Villamor de los Escuderos o Venialbo colgarán el ave muerta, una vetusta tradición que distingue a varios pueblos del sur de la provincia donde son singulares las "relaciones" y chascarrillos locales de los mozos montados a caballo con la vestimenta militar. Y aunque no es el primer año que se ven privados de esta fiesta ancestral, nunca se había dado el caso de coincidir todos los pueblos emblemáticos sin llegar a celebrarla.

Las animosas fiestas de antaño, cuando los municipios estaban repletos de gente y la juventud refulgía con luz propia, hoy son historia. Del azote de la despoblación y sus dramáticas consecuencias no se libran unas tradiciones perpetuadas generación tras generación. La falta de habitantes, sobre todo de nueva savia, hace cada vez más vulnerable el legado cultural y etnográfico del mundo rural, a pesar de que los vecinos y ayuntamientos hagan esfuerzos por mantener fiestas que son una seña de identidad.

Es el caso de Villamor de los Escuderos, donde a falta de quintos para la carrera del gallo de este año, sí se celebra la misa y un baile para honrar a San Antón, aunque en lugar del día 17 se traslada al sábado, 19 de enero, precisamente para garantizar una mayor participación de los vecinos e hijos del pueblo. Como confirma la alcaldesa, Maribel Escribano, es el tercer año que Villamor se queda sin fiesta del gallo; "hay pocos quintos y ellos prefieren juntarse con los de otros año para que sea más divertida y participativa que si solo lo hacen dos o tres".

Sí rindieron sus cuentas al gallo nueve mozos y mozas de Fuentespreadas el pasado 26 de diciembre, donde se cumple el ritual en plenas fiestas navideñas. Pero no quedará la impronta de 2019 ni recitarán las relaciones al ave este año el último domingo de enero en Guarrate, uno de los pueblos de referencia de la carrera del gallo; ni el primer fin de semana de febrero en El Pego, donde los dos únicos quintos de este año han preferido esperar a juntarse con más cuadrilla. Ni tampoco en San Miguel de la Ribera, donde por segunda vez vivirán la experiencia de la fiesta sin la referencia del mítico animal. La primera vez que ocurrió, en el año 2012, se contrató la suelta de un toro para no dejar el calendario en blanco.

En Venialbo, donde la fiesta del gallo coincide con las Candelas (2 de febrero) un año que no hubo quintos tomaron el testigo generaciones más mayores. "Hay que hacer lo posible por no perder la fiesta, aunque sea con una celebración simbólica" opina el regidor, Jesús Vara. Hoy por hoy, aunque haya años sin quintos en la cartera, al menos se consigue recuperar la tradición en otras ediciones posteriores, revitalizadas con más mozos.

"Antes la edad era inamovible, en Guarrate cuando cumplías los 20 corrías el gallo, luego se pasó a los 19 pero siempre en el año que correspondía; ahora eso ya da más igual, los jóvenes prefieren juntarse de forma espontánea para disfrutar más de la fiesta" cuenta el periodista guarratino Luis Miguel de Dios, autor de muchas de las "relaciones" que se han recitado en los últimos años en su pueblo, El Pego o San Miguel de la Ribera.

En ese afán de agruparse un grupo más numeroso de mozos y mozas pesa también el factor económico. Porque la organización de la fiesta de los quintos tiene sus costes. La contratación de una orquesta puede superar con creces los mil euros, a los que se suman comidas e invitaciones. "Los chicos lo quieren hacer bien y esta fiesta cuesta dinero" certifica Luis Miguel de Dios, aunque básicamente son los padres los que cargan con los gastos. Con dos o tres quintos al frente de la responsabilidad los gastos son mayores que si el reparto se hace entre ocho o nueve.

Nuevas formas de perpetuar una fiesta ancestral que los pueblos se niegan a perder. Aunque, de momento, el gallo aprovecha un inesperado indulto y se queda en el corral.