Tras poner los pies en casa para visitar a la familia, el 22 de agosto enfiló hacia los espesos bosques de los Valles de Casayo -que serían el refugio de decenas de escapados- realizando excursiones a los picos y lagos donde conversan con pastores de La Cabrera y de Sanabria que les ponen al corriente de la extensión de la represión. Así se entera, por un vaquero de Trefacio de Sanabria, de las andanzas de un cuadrilla conocida como «los caballeros de la muerte, que traían una camioneta pintada de rojo al fondo, con muchas calaveras pintadas de negro y destacando sobre la pintura encarnada. El pueblo donde arribaba esta camioneta se llenaba de terror y espanto. Jamás salía sin víctimas». Añade, además, que «para que nada faltase al macabro espectáculo traían con ellos al cura Marcelino Prada, y antes de asesinar a sus víctimas los hacían confesar».

En un nuevo regreso a casa «para reponer víveres», su mujer Generosa le pone al corriente de que «unos dicen que lo han quemado vivo, otros que lo mataron en Sanabria y otros que pasó a Asturias». Fue una visita relámpago porque la noche siguiente retorna a los valles de Casayo.

Son continuos los desenlaces de compañeros muertos al ser sorprendidos por la Guardia Civil y los falangistas. Cuenta, entre otros dramas y tragedias, que en la aldea de Ricosende, «donde vivían cinco familias humildes dedicadas al pastoreo y al cultivo de las ásperas y pobrísimas tierras, llegó una noche un muchacho huido del Barco. Traía una carta de un vecino en la que pedía a un amigo que ocultase al joven por unos días. Por alguna indiscreción parece que la Falange del Barco se enteró y ordenaron a los de Vega que hiciesen un reconocimiento. El 17 de septiembre se presentaron diez o doce falangistas y algunos guardias. Al llamar a la puerta el dueño negó que hubiese nadie oculto, y el fugitivo aprovechó para tirarse por una ventana y, aunque herido, desaparecer, en la oscuridad de la noche. Entonces los perseguidores comieron y bebieron lo mejor de la casa, insultaron y maltrataron a la familia y en frenética orgía violaron a una hija de 17 años, que murió un mes después víctima de los horribles sufrimientos ocasionados por los defensores del orden. Al padre le llevaron entre tormentos hacia la Vega y lo mataron junto al río. A la esposa, que al día siguiente se acercó para saber del marido, le cortaron el pelo al cero y, volviéndose loca, dejó la vida. Tampoco le fue mejor al escapado, que fue apresado en el pueblo de Dormiz y fusilado».

El acebral negro de Xares fue otro de sus refugios, también recorrió la Cabrera leonesa, resguardándose en La Forna en casa de unos parientes de su compañero Odilio Rodríguez, de Seoane. Éste murió a los pocos días cuando fueron sorprendidos en un valle de Casayo y donde Ortega salió con vida de milagro. En la noche del 25 perdió a otro amigo, Vidal, atrapado en el límite con Zamora.

A primeros de diciembre de 1936 retornó a su casa de Xares para regresar a los bosques de La Fraga a la noche siguiente. De acuerdo con su mujer, se refugió durante más de un mes en casa de un amigo, hasta el 12 de enero de 1937 que dejó la casa por los rumores que circulaban sobre él.

Una fecha clave fue el 21 de enero de 1937 cuando se proveyó de una nueva documentación, a nombre de Juan Lorenzo, su cuñado, y disfrazado «con un gran hacha al hombro y un saquito de ropa, como los obreros de Galicia, y se presentó en A Veiga de Cascallá, donde nadie le conocía». Tras buscar por uno y otro lado, al fin fue acogido en una casa donde y «trabajó arrancando raíces de encinas». La vida volvió a quebrantarse cuando el 3 de mayo una mujer, casada en el Ayuntamiento de A Veiga, le preguntó «si quería algo para su tierra». Ese mismo día decidió ponerse de nuevo a salvo dirigiéndose hacia El Bierzo. En esta comarca trabajó en labores decampo y incluso llegó a tabajar en la granja de Alexander Easton, donde se publicaba «El Guerrillero». Finalmente, se embarcó en los trabajos de la recogida y venta de madera. Asentado en Toral de los Vados, y cuando su vida tomaba el rumbo de la integración, la muerte le sorprendió en la tragedia ferroviaria de Torres.