Al grano

Zamora, la anestesiada

Pasar por el quirófano es, a veces, la puerta de la regeneración

Celedonio Pérez

Celedonio Pérez

Si hay una condición que se ajusta como guante de cirujano a Zamora es la de que vive anestesiada. El estado, que se supone limitado a unas pocas horas, el tiempo que dura una intervención quirúrgica, posee desde hace tiempo a la provincia que ha perdido el conocimiento y las sensaciones de tacto y dolor. No es consciente de lo que le está pasando, vive casi en estado vegetativo. La anestesia, que supuso uno de los mayores avances de la medicina, pierde su razón de ser cuando se eterniza, lo que en esencia era bueno deviene en mal.

¿Y qué hacemos entonces con la provincia? ¿Cómo la despertamos para que recupere el ritmo vital y sienta y trabaje, ame y odie? Lo primero, cumplir con lo obvio. Si Zamora está anestesiada, pues vamos a operarla. Aprovechemos la anestesia y vayamos a la raíz del padecimiento. Pero antes, claro, hay que conocer la causa real del mal, porque anda por ahí, tocando los cataplines, pero no da la cara.

Yo, por los síntomas y sin ser médico, creo por experiencia que tiene un problema de piedras en la vesícula. Acumula bilis y como no la suelta en condiciones, pues cristaliza. Lo correcto sería entonces extirparle el repositorio y reeducar su organismo, que la bilis no se empantane, que fluya desde el hígado y ataque lo que tiene que atacar, las grasas y alimentos poco digestivos, evitando así el riesgo de pancreatitis y otros males.

No se puede vivir con la sensación permanente de empacho. Es imprescindible regenerarse, limpiarse por dentro, oxigenarse, respirar sin tener un nudo en el estómago. Hay que tomar decisiones y no quedarse ahí, tendido, esperando eternamente a Godot, que ya sabemos que nunca va a llegar.

Zamora necesita ayuda. Necesita que alguien la lleve al médico, despertarla del letargo en el que vive y sacudirla con fuerza. Si la vesícula no funciona, pues hay que extirparla, con laparoscopia o de forma convencional. Resulta imprescindible reeducar la bilis para que vaya donde tiene que ir y para que se regenere.

Esta provincia está viva, aunque, eso sí, hay que apartar a los culpables de que esté anestesiada. Los zamoranos tenemos que creérnoslo y limpiar de piedras el camino por el que hay que transitar. Nos han engañado tanto que es difícil ver limpio el horizonte. Y, oye, si hay que cortar, se corta.

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