El silencio y el respeto con el que los hermanos de la Asociación del Santo Sepulcro y la Soledad acompañaron ayer al Cristo de la Expiración acallaron la ciudad durante el Vía Crucis, una de las procesiones más singulares, emotivas y bellas de cuantas se celebran en Toro durante la Semana Santa. Como cada Miércoles Santo, los cofrades se congregaron en la iglesia del Santo Sepulcro para revivir uno de los momentos más sobrecogedores del desfile: el tradicional juramento de silencio. El alcalde, Tomás del Bien, acompañado por el párroco Roberto Castaño, fue el encargado de realizar la ofrenda de silencio en representación de la ciudad, ante la impresionante talla del Cristo de la Expiración, esculpida en el siglo XVII. Durante el juramento, Del Bien recordó que "en esta noche santa, Toro está a tus pies. Los hombres y mujeres de esta tierra, y yo en su nombre, ponen bajo tu cruz su dolor, su sufrimiento y su clamor". Como cada Miércoles Santo, resaltó el alcalde, "el pueblo calla" para que solamente hable el Crucificado y para que bendiga a su paso "nuestras calles y nuestras vidas". En este juramento, también imploró la protección del Cristo de la Expiración para que "se cumplan nuestros proyectos, se hagan realidad nuestras ilusiones y se desvanezcan nuestros miedos". El acto concluyó con la pregunta que esperaban los cofrades, "¿juráis mantener silencio durante toda la procesión?" y, tras escuchar nítidamente la respuesta afirmativa de los hermanos apostilló, "si así lo hacéis, que Dios os lo premie, sino que él os lo perdone". Tras la plegaria del alcalde, el párroco pidió a los cofrades que se arrodillaran ante la imagen y que reafirmaran el juramento de silencio. Las palabras, dieron paso a un sepulcral silencio que los cofrades respetaron durante el recorrido y que tan solo fue quebrado por el sonido de los tambores, el tañido de la campana y durante el rezo de las estaciones del Vía Crucis, señalizadas con el emblema de la hermandad en las calles por las que discurrió la procesión.

Ataviados con túnica negra con cordón de esparto y caperuz blanco adornado en el centro con una cruz de malta roja, los cofrades iniciaron su lento peregrinar por la Plaza Mayor, Perezal, Judería, Puerta de Adalia, calle Magdalena, puerto de la Magdalena, Pajarinas, plaza de la Merced, cuesta de las Berceras y plaza de la Colegiata donde la ciudad se sobrecogió al escuchar, en la estación XII del Vía Crucis, el himno dedicado al Cristo de la Expiración. La música volvió a dar paso al silencio y los cofrades retomaron su camino hacia la Colegiata donde aguardaban numerosos toresanos que quisieron sumarse al rezo y canto de las "Cinco Llagas".