El de Patricia Ganado es un nombre conocido y reconocido en el ámbito de la Semana Santa. No en vano, esta restauradora zamorana ha tratado grupos tan conocidos como La Conducción y tallas devocionales tan rotundas como el Cristo de la Buena Muerte. Ayer ofreció detalles de su último trabajo, La Soledad, en la sede de la Cofradía de Jesús Nazareno. La obra de Ramón Álvarez, una de las más queridas por los zamoranos, no ha dejado de sorprender a la especialista.

- ¿Qué diferencia una restauración de un bien de Semana Santa de otro cualquiera?

-Hay que aplicar un criterio de conservación, de "decoro", que se contempla en imágenes expuestas al culto. Es el caso de las imágenes de Semana Santa, muy fotografiadas, y que precisan técnicas de reintegración diferentes, mimetizadas. Mientras, en un museo se aplica una restauración más orientada a la conservación.

- ¿Cómo ha sido su experiencia en la restauración de bienes de la Pasión

-Dentro de las imágenes de Semana Santa, algunas son más antiguas que otras y las patologías, por tanto, son distintas.

- ¿Qué obras han pasado por sus manos?

-He restaurado el Cristo de las Injurias, La Conducción al sepulcro, La Agonía, el Cristo de la Buena Muerte, el del Amparo? y ahora La Soledad.

- ¿Alguna talla le planteó un reto especial? ¿El Cristo de las Injurias, por ejemplo?

-El Cristo de las Injurias no parecía que escondiera ninguna sorpresa, pero lo hizo. Las imágenes que tienen una mayor influencia mediática te pone un poco más nerviosa, te abruma, aunque un restaurador aplica las mismas técnicas que en cualquier otro proyecto.

- Usted que es zamorana que, supongo, habrá visto las procesiones desde niña, ¿qué siente cuando estas obras de arte llegan a sus manos?

-En una procesión, veo esas imágenes como cualquier otro zamorano, aunque es cierto que me fijo más en algunos aspectos concretos. Por ejemplo, en el caso de La Soledad tenía muchas ganas de saber por qué la Virgen cimbreaba tanto en el paso. Intento, en todo caso, separar mi faceta profesional de la personal.

- Hablaba de La Agonía, escultura extraída de un retablo de notable antigüedad. Parece un milagro que hayan aguantado en pie siglo tras siglo?

-Es un caso particular. Las traseras estaban añadidas: por delante son tallas en madera y por detrás, telas encoladas. Se trataban de distinta forma, pero siempre es más fácil hacerlo sobre un soporte duro. Es lo mismo que en la pintura: el caballete cuesta más que la superficie de tabla.

- Los criterios modernos imponen que las reintegraciones han de percibirse, que la tarea del restaurador debe ser reversible. Según lo que apunta, en Semana Santa es diferente?

-La gente no suele entender el significado real de una restauración, porque no se trata de añadir colores sin más. Restauración es sinónimo de respeto hacia la obra de arte. Los restauradores somos más artesanos que artistas. No tratamos de poner nuestro sello, sino añadir lo menos posible.

- Desde pequeños, aprendimos que La Soledad es una imagen de bastidor con cabeza, manos y pies. ¿Le ha deparado alguna sorpresa?

-Muchas. Es una imagen que apenas se ve. En efecto, lo único que se ve es la cara, las manos y los pies. No sabía nada del bastidor. Sigue siendo una imagen preciosa sin vestir, tiene un bastidor mucho mejor del que imaginaba. Es conmovedora hasta desnuda.

- De Ramón Álvarez siempre se dijo que era muy ingenioso a la hora de aplicar métodos que suplieran la falta de medios. ¿Ha sido así en La Soledad?

-El bastidor carece de técnica, pero tiene mucho talento y eso es lo que propicia ese ademán en la procesión, que parece que va caminando. Uno de los hombros es levemente más bajo que el otro, en la cadera ha cortado el bastidor un poco más de un lado? Es como si hubiera trabajado las piernas y el torso de forma independiente y luego las encajara hasta que dieran el efecto que él quería.

- Es decir, que se confirma que don Ramón era un mago de la escena?

-No entro a valorar la imagen desde el punto de vista artístico, porque de eso saben mucho más los expertos. Sí que comparo detalles de unas imágenes y otras, y para bien he descubierto más talento del que esperaba.

- ¿Por qué decidió la cofradía restaurar la Virgen?

-Tenía mucha suciedad en las manos y en los pies, afortunadamente no tanto en la cara. Había que practicar mejoras en las estructuras, porque daba la impresión de estar un poco destartalada, era inestable. Hemos aplicado varias soluciones. Y por otra parte, creo que ha ganado muchísimo con las lágrimas, faltaba una de ellas en la parte izquierda de la cara y se han colocado unas pequeñitas que dan testigo de las que hubo y de la imagen hiperrealista que Ramón Álvarez quiso ofrecer. La conclusión es que las lágrimas de cristal son originales tanto como las de barniz.

- Habla de las lágrimas, aspecto importante en una talla muy sencilla en la que cada detalle, cada matiz, ha recibido miles de elogios...

-Es una Virgen de enorme devoción. De hecho, todos los zamoranos, semanasanteros o no, la conocen, algo que no ocurre con todas las imágenes.

- En procesión, los pasos se ven a una cierta distancia. ¿Cree que los zamoranos percibirán los detalles de la restauración en La Soledad?

-No lo sé, es cierto que en la calle se ve desde lejos. No es bueno que una restauración se note mucho porque eso quiere decir que la talla estaba realmente mal. Quizá los detalles se vean en las fotografías, aunque lo bueno que tiene la procesión está en esos otros aspectos, como el efecto de parecer caminar.