La madrugada del Viernes Santo en Zamora es la madrugada de La Congregación, conocida también como Cofradía de Jesús Nazareno, fundada en 1651, una de las de mayor arraigo y la primera en la que los cofrades usaron túnica, en este caso confeccionada en una tela ligera, holandilla o percal, en color negro. Son también característicos los caperuces romos y los hermanos portan, en lugar de hachones, cruces de madera negra. Es la procesión más larga de las que conforman la Semana Santa de Zamora, ya que sale a las cinco de la mañana de la iglesia de San Juan de Puerta Nueva, en la Plaza Mayor, para llegar al humilladero situado al final de la avenida de las Tres Cruces y volver al centro de la ciudad: más de seis horas en la calle con la popular estación de 35 minutos en la que los cargadores y cofrades reponen fuerzas con las típicas sopas de ajo, antes de regresar al templo de partida, ya al mediodía.

En los casi cuatro siglos de existencia de la popular Congregación el recorrido apenas ha sufrido variaciones. Las ordenanzas fundacionales, según explica el historiador José Andrés Casquero, establecía la obligatoriedad que la procesión guiase hasta el calvario haciendo oración en cada uno de los pasos del Vía Crucis. El calvario de las Tres Cruces es el único testimonio del humilladero levantado extramuros, más allá de la Puerta de San Torcuato, en la primera mitad del siglo XVI por los patronos de la cercana Casa Santa de Jerusalén. Contaba, al menos, con seis capillas de reducido tamaño que albergaban escenas de la Pasión y la desaparecida ermita de la Cruz del Calvario, un modesto oratorio situado cerca del lugar que hoy ocupan las famosas Tres Cruces. En 1779, el estado de ruina y abandono en que se encontraba aconsejó su derribo. En 1814 se levanta de nuevo todo el Vía Crucis, aunque esta vez las estaciones se redujeron a simples cruces de piedra, talladas por los canteros Bernardo Torices y Francisco Pedrero. El progresivo deterioro y falta de reparación fueron degradándose, para terminar "arrumbado por las iras anticlericales de la II República, aunque algunas cruces permanecieron en pie hasta comienzos de los años 40 del siglo pasado".

En la época más reciente, la avenida de las Tres Cruces se convirtió en uno de los ejes principales de la ciudad en la zona conocida como Ensanche, al comenzar las edificaciones más allá del recinto amurallado que cerraba la avenida Alfonso IX hasta el río, lienzo hoy prácticamente desaparecido. Es por ello que se da la paradoja de que una de las cofradías más antiguas de Zamora desfile por la parte más moderna de la ciudad, entre edificios que nada tienen que ver con la recoleta ciudad vieja. Y es el conocido como arquitecto de la modernidad, Enrique Crespo, el que dio el aspecto definitivo al humilladero, lo único que volvió a levantarse de un proyecto que recuperaba todas las estaciones. La Dirección General de Arquitectura acometió la reordenación de la zona en 1942, con motivo de adecentar los accesos a la estación de ferrocarril. Hasta entonces, el camino al calvario estaba sin asfaltar, pero en esa época se adoquina la calzada y en el extremo final se construye una pequeña plaza con el remozado humilladero que todavía sería objeto de otro desplazamiento con motivo de la construcción de la avenida Cardenal Cisneros en los años 90 del pasado siglo XX.

La llegada a las Tres Cruces representa otro de los momentos más apasionantes de la Semana Santa zamorana, ya de amanecida, tras una noche en la que la tradición manda que Zamora no duerma. Tras la estación y la reposición de fuerzas, los once pasos que componen la procesión, la mayoría de ellos a hombros, hacen la reverencia a la Virgen de la Soledad, la imagen que cierra el desfile y que tiene una gran devoción en Zamora. Será la Virgen la que, a la vuelta, ingresará de nuevo en el templo de partida, mientras el resto de pasos se encaminan al cercano Museo de Semana Santa.