Santa Clara y su paralela, San Torcuato, además de configurar los ejes principales de la ciudad, son dos de las calles más frecuentadas por las procesiones de Semana Santa que se alejan del corazón del casco antiguo hacia lo que fue el trazado del tercer recinto amurallado.

Lo hacen las procesiones de la Borriquita en el Domingo de Ramos, la Tercera Caída la tarde del Lunes Santo, el Silencio, la Vera Cruz, el Nazareno en su recorrido hasta el humilladero de las Tres Cruces, Nuestra Madre (ahora solo por Santa Clara, aunque en su día subía desde San Vicente por San Torcuato) y la Soledad el Sábado Santo. La mitad de las cofradías que componen la Semana Santa zamorana transitan por esta Vía Dolorosa que, a su vez, contiene gran parte de la actividad comercial y financiera de la capital.

El autor del Plan Director de la Muralla, Javier Rodríguez Méndez, cree que el origen de Santa Clara se corresponde con la primitiva carretera de Toro como parte central de un "tridente" que completarían las calles de San Torcuato por un lado, y San Andrés con San Pablo por otra. Otros estudiosos constatan que la calle se encontraba fuera del primer recinto en el siglo X y que podría tratarse de un camino de comunicación entre la ciudad y los arrabales de la misma.

La calle toma el nombre de la fundación del convento homónimo tras la expulsión de las mojas del barrio de Olivares. Dicho convento sería una de las víctimas de la piqueta en esta vía que ya se cuenta entre las principales de Zamora en las crónicas urbanas del siglo XVIII.

Además del convento, uno de los derribos más lamentables afecta al lienzo que recorría lo que hoy es la avenida de Alfonso IX y que remataba en la calle con la Puerta de Santa Clara, una construcción singular, de planta poligonal derribada en el siglo XIX, cuando las autoridades consideraron que las murallas perjudicaban la salubridad pública. Todavía existe documentación gráfica de su grandiosidad, hoy solo reducida a la marca en el pavimento del lugar sobre la que se alzara.

Otra de las grandes pérdidas en la misma vía se produjo ya en los años 80 del siglo XX con la demolición del convento de las Marinas, donde se había ubicado el Museo Provincial, para abrir la actual plaza de Castilla y León.

A pesar de estos y otros desmanes urbanísticos debido a alineaciones incorrectas, Santa Clara destaca por acumular en a lo largo de su recorrido entre la Plaza Mayor y la de la Marina, un catálogo de arquitectura modernista que la ha hecho merecedora de figurar en la Ruta Internacional de este estilo arquitectónico.

La llegada del Modernismo a Zamora se debe a un catalán discípulo de Gaudí y Montaner, Francesc Ferriol, que obtuvo la plaza de arquitecto de la Diputación y al afán de una burguesía incipiente ostentar su nuevo estatus social a través de sus viviendas. Santa Clara desplazó a la calle de Balborraz como núcleo comercial a partir del siglo XIX. Los nuevos edificios que construirán Ferriol y otros arquitectos como Pérez Arribas o Antonio García Sánchez Blanco, destinarán a vivienda las plantas superiores mientras los bajos alojarán los negocios. Esa misma configuración aún permanece, si bien el comercio tradicional ha ido decayendo.

En Santa Clara se encuentra también la iglesia románica mejor conservada de la ciudad: Santiago del Burgo, construida entre los siglos XII y XIII, pues es la única, junto a la Catedral que mantiene la estructura original de tres naves y otros elementos característicos del románico zamorano.