" La belleza siempre subsiste en el recuerdo". William Wordsworth . Oda a la Inmortalidad recogida en la película Esplendor en la hierba.

Cómo conciliar el ayer con las luchas de hoy. Oír la melodía de Lara, que suena lejana, tan lejana como la balalaika de las noches de nieve en el pinar, una pequeña taiga en un barrio de Madrid.

Este momento que nos toca vivir es real. Los sueños no son en blanco y negro. Y no hay un tanque que espere ser el premio de un niño. Nos toca salir a la calle para que se haga visible el sufrimiento de los que no tienen nada, de un futuro incierto para los jóvenes, de una vejez sin pensiones, de niños en escuelas de cartón, de padres exiliados, de una ciencia olvidada en otro país y de una desigualdad con nombre femenino que abarca a todas y a todos. No hay alegría, se quedó entre las paredes de la casa abandonada en el pinar que perdió su nombre al cortarlo. Y el cine, refugio de una generación, donde el calor y la magia hacían soñar y huir de la realidad se cierra la cultura y la utopía nuestros sueños se negocian en despachos de gente sin ideas, que imponen impuestos a la cultura, a los sueños y a la creatividad. El Torquemada del celuloide y las letras ha hecho la mayor censura de la historia.

Los tranvías de ayer se llevan a los tramposos cerca del río Manzanares a vender sueños. Tony Leblanc se asoma a la ventana, vecino de una generación de cine de dos sesiones, de regaliz, de tebeos. Se alejan los tacones por el asfalto, ya no bajarán por la tarta de cristal de Leslie Carol. Y se aleja un pueblo perdido que desaparece cada noche y que nadie recuerda su nombre. España se vende, es la finca de los santos inocentes. Zorba se asoma al mar Mediterráneo, ya no es azul ni se contempla en el cielo, es rojo. Su santury llora, no sonará más. Se fue el último tren a París, y Sam no quiere tocar, quizá aun queda la ciudad Blanca, o no.

Se acabó la gabardina de Bogart en las noches del María Guerrero, cuando la chocolatería esperaba a los últimos bohemios de madrugada, donde Ava Garnerd dejó su jersey color salmón a una niña que soñaba con ser actriz y buscaba las zapatillas de Terry en una caja en la estación de las Delicias. Es primavera y llueve, pero no sobre Santiago, sino sobre esta ciudad de luces y sombras, de refugios para esas horas del Café Central, con Tete Montoliu, y el Gijón resbalando el agua en las baldosas de Recoletos.

Magia, misterio, noches en blanco, soñando con ese día de la semana que llegaba corriendo, que se hacía corto, que añorabas en el pueblo y que era la ilusión al regreso.

Miles de voces, de música, de niños detrás del Mago de Oz, de Papaíto Piernas Largas?? Hay que decir adiós a esas horas que hoy, al final se han convertido en un mundo irreal y cruel. Los viejos dinosaurios regresan al cine y Cínema Paradiso con música de Ennio Morricone nos dice también adiós. En la calle hay niebla, la lluvia sólo la sientes por dentro. Las luces se apagan y dentro, detrás de las candilejas, se comunican todos los personajes con los sueños de nuestra infancia. Calvero se va el último, en silencio, se lleva el tren de más madera, el chico le sigue, luego se apagan las luces y Totó cierra el cine.

Homenaje a todos los cines que han desaparecido.

Ana de la Fuente