La ciudad de Zamora, allá por el año de 1898, cuando en España ejercía como reina regente doña María Cristina de Habsburgo, tenía un censo aproximado de dieciséis mil habitantes en su mayoría dentro del recinto urbano que se circunscribía en la zona amurallada, al que había que añadirse los arrabales del Espíritu Santo, San Frontis, Olivares y San Lázaro. En el citado número de habitantes se incluían también los que vivían en los caseríos de Aldea Rodrigo, Arenales, Gijón, Penedillo y los incipientes barrios de La Estación, Pinilla, Los Remedios, el Sepulcro y la Vega, más los ocupantes de la ermita del Carmen, la Peña de Francia, el Puerto, Valderrey, los Pisones y diseminados de San Julián, Valcabadino, Valbueno y Vadelaloba.

Aquel año de 1898 fue para los españoles un año fatídico, si lo analizamos desde la perspectiva de la pérdida de las últimas colonias y sobre todo por las repercusiones políticas y culturales de aquella derrota colonial. La pérdida de Cuba y Filipinas afectó a muchos sectores económicos y a empresas españoles, aunque la economía del país pudo tener efectos positivos al interrumpirse la sangría económica que representaba mantener la ocupación militar en las islas.

En Zamora, en lo referente al servicio sanitario, destacaban el Hospital de La Encarnación, de ámbito provincial y el Hospital de Sotelo, dedicado a las mujeres, por lo que era más conocido como La Maternidad. El Hospital de la Encarnación dejó de funcionar como tal centro sanitario mediado el pasado siglo, cuando se inauguró el Hospital Provincial. El edificio pasó, durante algunos años, a ser utilizado como Prisión provincial y luego, a partir de 1977, fue readaptado para sede de la Diputación Provincial. El Hospital de Sotelo, que se encontraba en la Calle del Riego, esquina a San Torcuato, a pesar de ser un edificio histórico que databa del siglo XVI fue demolido construyéndose en su solar un edificio residencial.