A lo peor es cierto eso que alega la tan vituperada -y con razón- clase política cuando afirma como eximente de la corrupción imperante en su ámbito, que ello es el reflejo de la sociedad de la que forma parte. La condición humana, o sea. A lo peor es eso, sí, porque la corrupción es algo que se ha dado siempre, de una u otra forma, a través de la historia y en todos los rincones del mundo, así como en todos los regímenes, dictaduras o democracias, derechas e izquierdas. Con todo, quienes se preocupan y ocupan de los índices internacionales de transparencia y detección de la corrupción llevan ya muchos años registrando la extraordinaria escalada de escándalos que se producen en España. Que se conozcan otros muchos países en los que haya más corruptos y corruptores, aunque también existan otros en los que hay menos, no deja de ser un pobrísimo consuelo que indigna y acongoja por cuanto apunta a cómo las sospechas de corrupción se extienden a cualquier parcela de la vida pública.

Como si fuera poco lo habido estos últimos meses, y aunque ya nadie se sorprenda de nada o casi nada, la detención de los máximos dirigentes del supuesto sindicato Manos Limpias y de la asociación Ausbanc ha significado un nuevo punto de inflexión acerca de lo que viene ocurriendo, de lo que puede estar ocurriendo en España. Manos Limpias nació como una colectividad en defensa del funcionariado pero sus actividades se han centrado, principalmente, en presentar querellas y personarse en las mismas como acusación pública, en algunos casos con mucho éxito, como al conseguir echar de la magistratura al exjuez Garzón, o ahora en el caso Nóos que ha llevado a la infanta Cristina y a Urdangarín, su marido, al banquillo. Otras denuncias fueron un fracaso como la reciente contra Podemos a quienes se achacaba recibir fondos de Venezuela para la creación y mantenimiento del partido. En cuanto a Ausbanc, es una asociación de usuarios de banca, al menos en teoría, que había logrado una importante penetración e influencia, por lo que se sabe, en las cúpulas de las entidades financieras.

El asunto parece que se les fue de las manos, por lo que sus responsables principales están ya en la cárcel imputados por presuntas actividades mafiosas como la extorsión, el chantaje y la estafa entre otros delitos. Contactaban con los grandes y no tan grandes bancos a los que requerían determinadas sumas, muy elevadas, a cambio de no presentar acusaciones o de retirarse como acusación pública si el proceso ya se había iniciado. La cosa les había funcionado, según se cuenta, en determinadas ocasiones, pero ha saltado a la luz cuando se ofreció hace poco, por su parte, la posibilidad de que Manos Limpias dejase de personarse en el caso Nóos, que implica a Cristina de Borbón, a cambio de tres millones de euros. A tan inquietantes extremos, que dejan en el aire o en las cloacas, muchas incógnitas e interrogantes se ha llegado. La situación hace que ya hayan surgido voces interesadas contra las acciones populares, un derecho constitucional para todos los españoles y que no debe ponerse en cuestión. Y por supuesto que la vista del juicio contra los imputados del caso Nóos ha de seguir adelante.