En los últimos meses los integrantes del sector ganadero de algunas comarcas de esta comunidad nos hemos visto implicados en una guerra que ni mucho menos hemos iniciado, pero a la cual nos están obligando, por un sinfín de razones de las que solo enumeraré algunas.

La mayor parte de las ganaderías que a día de hoy siguen funcionando son explotaciones familiares y de una continuidad generacional, es decir, nuestros padres las heredaron de los suyos y a su vez nosotros lo hicimos de los nuestros, pero con la que nos está cayendo, está clarísimo que no seguirá esta continuidad sucesoria.

Nadie dejará a sus hijos la herencia de un trabajo sin horarios, pues los animales comen todos los días, se les ordeña todos los días, enferman cualquier día, etc. Un trabajo en el que dependes en un gran porcentaje de las subvenciones y que estas se revisan periódicamente, asignando derechos para ese periodo, pero que al final del mismo nunca sabes cuál será la rentabilidad futura, por lo cual las previsiones o inversiones a largo plazo las tenemos que hacer arriesgándonos a que lo que en este periodo es algo productivo, quién sabe lo que pasará en la siguiente reforma. Un futuro en el que cada vez dependemos de más sectores y gestores.

Antaño el sector agrario se regía por la climatología y las demandas de mercado y en base a esto cada cual actuaba en consecuencia, sembrando, criando corderos, produciendo leche, terneros, en intensivo o extensivo, etc.

Aquí me voy a centrar en la ganadería extensiva, que como su propio nombre indica se desarrolla en extensiones, por la forma de vida de los componentes de las diferentes especies que pueden componer este colectivo, es decir, nacen, crecen y se reproducen en espacios abiertos o fincas debidamente valladas para garantizar su permanencia en las mismas. Por ello este sector, al encontrarse continuamente integrado en el ecosistema, es participe de cualquier cambio que en él se produzca.

A los cambios que me refiero son a la incursión de especies o a la proliferación desmedida de las que ya cohabitaban con las ganaderías domésticas. Hemos soportado el incremento de jabalíes en nuestros prados, los ciervos o cabras montesas en los sembrados, los buitres, antaño carroñeros, hoy depredadores a la fuerza y la última y definitiva, y digo definitiva porque con toda seguridad, si esta población sigue en aumento, este tipo de explotaciones ganaderas desaparecerán, me refiero a la presencia de lobos entre nuestras ganaderías.

La proliferación descontrolada de una especie sin depredadores naturales, la especie más astuta, inteligente, organizada y feroz que habite en todo el territorio nacional.

En este país la supervivencia del lobo hay que garantizarla, totalmente de acuerdo, conseguir hábitats donde puedan seguir viviendo y se perpetúen en el tiempo. Hasta aquí todos creo que estaremos de acuerdo, pero es racional intentar y promover que esta especie colonice todo el territorio, obviando los demás sectores económicos, sociales o incluso, y esto va para los que se llaman ecologistas, medioambientales. Sirva un ejemplo:

En Estados Unidos, en el Parque Yellowstone, la proliferación de ciervos y otros herbívoros fue tal que empezaron a desertizar los bosques al no dejarle capacidad regenerativa a las plantas, ni con cacerías y controles de población de estos herbívoros conseguían reducir su población. Pero en 1995 y después de 70 años desaparecidos, soltaron 14 lobos, fue tan rápida su reproducción y colonización que en poco tiempo consiguieron reducir significativamente el número de ciervos y así conseguir la proliferación de la vegetación.

Digo esto porque desde estos colectivos ecologistas pretenden que no se haga un control poblacional del lobo, olvidando que si a esta especie no la controla el hombre y esta tiene la capacidad reproductora que tiene el lobo, es lógico que se produzca un desequilibrio de consecuencias irreversibles.

Tengamos en cuenta que esto, cuando digo esto quiero decir Castilla y León, no es Yellowstone, esto en su mayor parte son fincas privadas, por las que trabajaron nuestros abuelos y padres, por las que al dejárnoslas en herencia pagamos los correspondientes impuestos, por las que cada año contribuimos los tributos pertinentes, con ganado criado con el trabajo diario de unas familias, que como ya he dicho antes y también para contestar a esos que se atreven a decir de los ganaderos que abandonamos nuestro ganado, que somos unos vagos y pasamos el día en el bar, decir que este es el único trabajo al que se le dedica los 365 días al año, con el mismo personal, sin sustitutos para días de baja o vacaciones.

Las administraciones competentes en este y otros sectores suelen legislar desde el desconocimiento, o cuando menos sin tener en cuenta otras cosas que no sean votos. Prueba de ello son las contradicciones que se producen de unas comunidades autónomas a otras, donde el partido que está en el Gobierno o en la oposición defiende posturas diferentes, dependiendo de si gobierna o no lo hace.

La normativa europea que regula la protección del lobo no tiene el conocimiento concreto de cada zona y estructura productiva, por tanto legisla desde el desconocimiento, propone medidas imposibles, compatibilidades donde no las hay, imponiendo normativas antisociales.

Con esto no quiero pedir que se declare el lobo especie cinegética al sur del Duero, pero sí que la norma la adecuen a los determinados entornos. Consensuando con los posibles afectados, no solo teniendo en cuenta las peticiones de colectivos animalistas, los cuales no se juegan nada, haciendo demagogia, amparándose en esta Normativa Europea, pero sin tener en cuenta que la misma limita la conservación al sur del Duero en función de los perjuicios a la ganadería u otros sectores productivos, tachando a profesionales de un sector de no saber desarrollar su trabajo.

Esta normativa se tiene que adaptar al censo de lobos, a los entornos o zonas y aplicar las medidas de control que sean necesarias para evitar el enfrentamiento. Bien es cierto que la Directiva 92/43/CEE o Directiva Hábitats contempla en su artículo 16.1(b) el control de los ejemplares que interfieran u ocasionen perjuicios graves a la agricultura o la ganadería, pero no siendo suficiente al ser un artículo del que se hará uso cuando sean cuantiosas las perdidas por parte de los ganaderos afectados.

En definitiva estos organismos deben hacer una valoración de dónde quieren llegar, qué objetivos, qué censo de lobos, qué población quieren tener en el medio rural, qué importancia tiene la ganadería extensiva, qué es realmente la biodiversidad, etc.

Todos estos conceptos son los que delimitarán uno u otro sector, no se puede extinguir una especie tan característica como el lobo ibérico, pero tampoco se puede dejar su proliferación por llegar a ser insostenible y lo que es más importante, no se debe extinguir la población del medio rural, pues nosotros sí somos ecologistas, con los pies en el barro, bajo el sol de agosto, apagando incendios o en las heladas de diciembre, nosotros aún estamos ahí, ¿mañana? Lo dudo.