ETA ha tenido desde su creación como uno de sus objetivos principales la expulsión del País Vasco y Navarra de la Guardia Civil. Los agentes del Benemérito Instituto han sido desde siempre su principal objetivo terrorista. Les daba igual asesinarlos en solitario, que masacrarlos en compañía o entrar en las casas cuartel y cargárselos en familia. La Guardia Civil, a la que tanto debemos España y los españoles, siempre ha estado en el punto de mira de estos asesinos irredentos.

Lo que son las cosas. Hace poquitas fechas hubo un cambio de tornas y aquellos que querían expulsar a la Guardia Civil reclamaron su auxilio. Sucedió en Navarra, cuando un grupo de expresos de Eta tuvieron que reclamar la ayuda de la Guardia Civil para salir de una situación que bien pudo haberles costado la vida. En pleno temporal se quedaron atascados por la nieve cuando volvían a casa después de haber celebrado una comida en una sidrería.

En primer lugar llamaron a los servicios de emergencia pero como estaban ocupados, en medio de su desesperación, optaron por llamar a los que nunca fallan, a los que siempre atienden, a los que están cuando los demás se han ido, a los que exponen su vida para salvar a los demás, cosa que hacen con arrojo y valentía por tierra, mar y aire. A la Guardia Civil. Varios autobuses se habían quedado atascados en la nieve y la cosa se ponía fea. La Guardia Civil no se lo pensó dos veces. Ni siquiera cuando comprobaron que los ocupantes de dos de los tres autobuses que se habían quedado atorados eran miembros de los colectivos de expresos de la banda terrorista ETA.

Si en otro tiempo eso le pasa a un autobús de la Guardia Civil, como ya ocurriera en el sangriento atentado de julio del 86 en la madrileña plaza de la República Dominicana, seguro que Eta los hubiera dejado en el sitio de una ráfaga de ametralladora y con tiro de gracia incluido. Me da que lo hubieran hecho igual en la actualidad. ¡Es que no podemos olvidarlo! No podemos echar en saco roto el sufrimiento de tantas familias y de los propios miembros del Instituto Armado, capaces de devolver bien por mal en cualquier circunstancia y lugar. Mientras otros teléfonos comunicaban, estaban saturados o se pedía paciencia y esperar a que amainara, el 062 de la Guardia Civil atendió presto la llamada de auxilio y rescató a los expresos que se encontraban "desesperados" ante la situación y temiéndose lo peor.

Lo peor ha recaído siempre sobre la historia y sobre la vida de la Guardia Civil, sobre todo en aquellos años del plomo etarra cuando sus vidas no valían nada para los asesinos y buena parte de la sociedad más cobarde era capaz de apostillar el consabido "algo habrán hecho". Sí, sobre todo los chavales de 20 y pocos años más. Ya lo dice la vieja estrofa aquella: "Algún día ignoraba lo que ahora veo, las vueltas que da el mundo, ¡válgame el cielo!".