Se ha ido un hombre que hizo mucho ruido. Ha comentado su partida el ilustre abogado García Marcos, que conoció bien su trayectoria. Pero a mí me parece poco ese comentario y me parece algo imperfecto el de un periodista que le dedicó unas líneas hablando de "aquellos tiempos" y "estos tiempos". Sí hay que valorar su aparición y su falta en estos tiempos. Cuando desde el Gobierno de la nación al representante de cualquier partido, aunque este sea insignificante, ponen como objetivo prioritario la creación de empleo, no puede despacharse en el silencio, sino lamentar la falta de hombres de su temple que, en aquellos tiempos, en los que el empleo no era algo prioritario, fue capaz de sacar casi de la nada hasta 75.000 empleos que sostuvieron sus empresas. Algunas poblaciones de Andalucía vieron cómo podían colocarse personas de buena formación en establecimientos bancarios con la firma de José María Ruiz Mateos, aquello que se llamó Rumasa. Y, naturalmente, sufrieron el vacío cuando una nocturna decisión del recién llegado Gobierno de la nación suspendió aquellas y otras empresas del exitoso empresario roteño.

El gran ruido comenzó aquella noche de febrero en la que el gobierno socialista de Felipe González, cuyo principal miembro en el terreno económico era Miguel Boyer, procedió a "expropiar" -así lo llamaron y lo llaman- el gran emporio que recibía el nombre de Rumasa. El impacto en la opinión pública fue monumental: tanto como asumir para el pueblo (así lo definió Alfonso Guerra) el inmenso caudal que poseía aquella firma. Lo del pueblo no se vio nada claro en la venta posterior que se hizo de Galerías Preciados (por ejemplo). Y lo que cualquiera puede comprender es que aquello no fue, en rigor, una "expropiación". Opino que es más acertada la calificación de "confiscación". Una expropiación exige unos procedimientos previos a expropiar; y lleva consigo, en cualquier caso, un "justiprecio" y una indemnización. En otras palabras, una expropiación, rectamente entendida, supone que se establece un precio justo (justiprecio) y se abona ese precio justo al poseedor del bien expropiado. En el caso de Rumasa no sabemos el precio justo que se le asignó y, hasta ni siquiera con una sentencia judicial, no se ha abonado (al menos no se sabe públicamente) a José Mª Ruiz Mateos (q.e.p.d.) la cantidad con la que castigaron los tribunales al Estado español.

Lo más ruidoso, seguramente, fue la campaña emprendida por el empresario andaluz, que se convirtió en un aparatoso bufón cuyas salidas ingeniosas han hecho época, sobre todo las dirigidas contra el hoy difunto Boyer (también q.e.p.d.). No vamos a entrar en tales bufonadas; ni tampoco en las condenas de cárcel que sufrió el señor Ruiz Mateos, quien se embarcó en unas elecciones europeas, con resultado positivo, para forzar que fuera el Tribunal Supremo el que entendiera en el celebrado "caso Rumasa". Tampoco vamos a traer aquí la segunda Rumasa, coronada por el éxito en sus comienzos y enfangada por el fraude en los medios empleados para amasar el capital necesario. Sí hay que resaltar que esta segunda parte motivó la división entre padre e hijos, llegando hasta sentencias de prisión.

Mi objetivo es llevar de nuevo a la opinión pública el gran mérito de un hombre que hoy debería estar muy imitado en lo que se refiere a la creación de empleo. Tampoco es despreciable la lucha que entabló contra la omnipotencia del Estado con sus alternantes resultados en lo que se refiere a la Justicia. Aquel hombre mereció un funeral multitudinario, bastante más merecido que el tributado a otros destacados hombres de la política española; y su viuda, doña Teresa Rivero, y sus numerosos hijos un sentido pésame que llegara desde los familiares de aquellas 75.000 personas que pudieron vivir dignamente porque se beneficiaron de los puestos de trabajo creados valientemente por don José María Ruiz Mateos.

¡ Que aquel formidable luchador haya conseguido la paz que en este mundo no pudo o no supo encontrar!