Michel Bachelet será, a partir del próximo marzo, la nueva inquilina de la Casa de la Moneda. ¿Ha ganado?, las elecciones en Chile. Lo pongo entre interrogantes porque si hay que hacer honor a la verdad, la verdadera ganadora ha sido la abstención. En esta ocasión ha rondado el 60 por ciento. De cada cien votantes, sesenta han hecho mutis por el foro dando la espalda a los comicios y a las candidatas. En Chile están tanto o más hartos que en España o en Grecia o en Portugal e incluso en Francia de sus políticos.

Desde luego, la abstención ha ganado por mayoría. Para sí hubiera querido ese porcentaje la propia Angela Merkel que se ve obligada a gobernar la Teutonia Unida y la Europa Común en coalición. No sé hasta qué punto, la Bachelet ha sido legitimada por las urnas. Tengo mis dudas. Pero no soy analista política y no dejo de dar mi humilde opinión, solo eso. Lo cierto y verdad es que, al término de las votaciones la abstención se situaba en cerca del 60% de ciudadanos que no han acudido a su cita con las urnas. Por lo tanto, reitero, se trata de un triunfo basado en un 41% de personas que han ido a votar, el menor número de votos en unas elecciones de este tipo.

¿Y si en España sucediera lo mismo en la próxima cita electoral? Que nadie lo vea como algo tan descabellado. Pudiera ser, la desafección política de la sociedad española está elevando las cifras de abstención, elección tras elección. Tanto es así que apenas la mitad de la gente con derecho a voto decide acercarse a votar. Como para ponerse chula, como alguna diputada nacional de rebote, de la que solo hay críticas, desencuentros y malestares de todo tipo a causa de su altanería y prepotencia. Los responsables de los partidos políticos van a tener que medir muy bien ciertos comportamientos si no quieren perder la partida. Encima de no hacer nada y cobrar por practicar el dolce far niente, encima, con chulería incorporada.

¿Y si la abstención fuera una fuerza política? Puede darse la circunstancia de que ningún partido político pueda hacer frente a la abstención. Puede que la abstención pase a ser la segunda fuerza e incluso la primera. Chile es un ejemplo no tan lejano. Si la abstención se convierte en una fuerza política de primer nivel, podría ganar las elecciones generales y gobernar en dos terceras partes de las autonomías.

Los políticos están en la obligación de profundizar en el tema. Porque, dicho con un ejemplo práctico; si de diez habitantes de un pueblo, solo votan dos y ambos al mismo candidato, aparentemente ese candidato habrá ganado con el 100% de los votos, no con el 20% como es lógico y de recibo. Pues no señor. Ese candidato no habrá ganado, lo habrá hecho la abstención. Tengo para mí que nuestra amada y nunca bien ponderada clase política debe dar una vuelta de tuerca al tema, porque llegará el día en que ni siquiera las urnas los legitimen. No se gobierna para los que te votan, se gobierna para todos y si todos o la mayoría deciden no votar, además de ridículo, es perjudicial para la salud democrática. Y, hasta donde yo sé, en las últimas elecciones la abstención superó la enorme sementera de votos del PP, solo que al no ser mucha la diferencia ha pasado casi desapercibido. En Chile, como ejemplo más claro, ni Michel Bachelet ni Evelyn Matthei, la triunfadora ha sido la candidata abstención. Y por abultada mayoría.