A mediados de los años cincuenta, por razones de estudio, fui a Barcelona, y aún guardo, como recuerdo dañino, el que algunos maleducados me llamaran charnego. Lo más triste era ver que los que incidían en la vejación eran los hijos y nietos de andaluces, extremeños? que, por haber nacido allí, creían haber adquirido derechos de sangre catalana y les sublevaba su origen: pobres padres y abuelos. En ese caldo de cultivo se ha sembrado, desde la endogamia ideológica del nacionalismo irracional, un adiestramiento político consentido y promocionado durante 20 años de PSOE. Intentó la señora Aguirre hacer realidad un ley de Igualdad en la Enseñanza y no la dejaron los progres por fascista. Hoy, el señor Wert quiso cortar de cuajo ese método y los mismos, con el PSOE a la cabeza, se oponen y ha habido que modificar el texto. Lo triste es que, como consecuencia del nacionalismo endogámico y la información pertinaz desde la más tierna infancia, solo podía nacer el cretinismo político de la mediocridad provinciana y pueblerina de los andaluces y demás charnegos, catalanoparlantes.

Desde la arribada de la democracia, en esta sociedad trivializada ha sido notoria la influencia de ciertos líderes políticos, donde la falta de rigor escolar, la falsificación de los más elementales saberes, especialmente históricos, atentan a la más prudente sensatez. Se veía que este sistema de enseñar se utilizaba con el fin de crear una conciencia colectiva de servilismo a un caciquismo imperante y se imponía violando la Constitución que nos dimos todos, incluso los que votamos NO. El resultado está a la vista, son efectivos los charnegos y los maquetos cuando han sido educados en icastolas y escuelas separatistas: masas sublevadas desde el adoctrinamiento en una idea concreta.

En treinta años de Constitución, ¿cuántas generaciones de charnegos y maquetos llevamos con la canción aprendida del separatismo? Según los dichos conocidos, «De aquellos polvos vienen estos lodos» y «Quien mal anda mal acaba», desde hace mucho tiempo se veía venir el problema, y la solución no es dar más, está en la ley.

Hemos estado en manos de una clase política nacional de personajes simplones, mediocres, triviales e histriónicos como ejecutivos de los bienes públicos, que no saben dialogar, que no saben gestionar, que solo entienden de las tesis del partido, que han violado la Constitución de manera sistemática y han tirado los bienes públicos: he ahí los responsables. Y qué podemos esperar cuando de la puerilidad social hemos pasado a la rebelión de las masas educadas desde el partidismo más abyecto, egoísta y mentiroso. Decía Nietzsche: «El arte de la ficción llega a su cima en el ser humano». Aquí el engaño, la adulación, la mentira, el fraude, la hipocresía, el vivir de ilustres heredados, el convencionalismo encubridor, etc... Hemos tocado la cima de la ficción. ¿Dónde está la Ley? ¿Dónde está la Justicia?

Y ahora, quién puede desaprobar a esas jóvenes generaciones, educadas en el separatismo consentido, y decirles: ¿No sois diferentes al resto de españoles? ¿No os contaron la verdad? La verdad, está archivada en los documentos que representan la historia. La historia que algunos menosprecian y venden o cambian, sin conciencia de Estado, por lentejas de votos: Archivo salmantino. Otros, más listos, siguen en posesión del Archivo del Reino de Aragón, porque en los archivos está la historia.

Hace unos días me escribió un leonesista aguerrido contando, como dato histórico fabuloso, la opresión que a través de la historia ejerció y ejerce Castilla sobre León, la tontería no tiene límites. Sabrá qué fue y es el Reino de León, sabrá que existió la Concordia de Benavente. Ahí está el nacimiento de otro nuevo movimiento político por interesados que quieren hacer del leonesismo otra bandera más. ¡Ya está bien de banderías! Juguemos a unirnos y vivir juntos para bien de todos.