Cuentan de un concejal de Obras, a la sazón sindicalista de la construcción, que en un intento de compatibilizar ambas tareas acabó en una suerte de esquizofrenia, de forma que por la mañana amenazaba a las empresas con no pagar certificaciones si los trabajos no avanzaban y por la tarde repartía panfletos desde su bicicleta llamando a la huelga y a la lucha del proletariado.

La vida es así de contradictoria. Un día viajas allende los mares como ministro plenipotenciario, y a la mínima que te da de lado la mano que te dio de comer, te revuelves y acabas encaramado en los cuernos del carnero de Viriato poniéndote la Ley de Presupuestos por montera.

Y bien visitado que anda estos días el pastor lusitano, aunque nada tenga que ver en ello el éxito televisivo de Hispania. Me acerco a la plaza a la hora del café y veo a los funcionarios de la Diputación que se manifiestan a las puertas del Palacio de la Encarnación. O igual me confundo y era la cola del belén de La Morana. Sea cual fuera su reivindicación no debió irles del todo mal, que a las tres de la tarde los vi salir del trabajo con una cajita navideña con su vinito y su choricito.

Ya estaba a punto de bramar que si esa es manera de apretarse el cinturón en la Administración provincial cuando me avisan que la dádiva proviene de la junta de personal. ¿Y pagan a escote, entonces? Pues parece que tampoco, que disponen de un fondo de unos cuantos miles de euros que se han invertido en chacinería. Será para reponerse del frío mañanero, que es traicionero e igual el año que viene hay que gastárselo en fajas y braguero.