Por desgracia ha ido a caer en ella el más intelectual. Un fino analista que desdeña que se hable de la mitra del obispo o del cojín de la alcaldesa y que ama la dignidad. Un chico que dice lo que siente: igual manda a la gente a «mear y cagar a la puerta de los concejales de Izquierda Unida», que nos manda a ver a los Lunis o a Espinete a los de la oposición para mejorar nuestros conocimientos. Es que es muy sincero, por eso se le ve la patita por debajo de la puerta, la patita de intelectual, claro. Por eso en cuanto salió a la luz pública lo del Picasso, se aprestó a cogerlo en sus manos para mostrarlo como a un recién nacido y certificar su autenticidad, aunque se haya pasado 20 pueblos, y decir que, además, teníamos un Goya en las dependencias municipales. Esperemos que tengamos más suerte con el Picasso que con el Goya que en realidad es una copia del original apenas carente de valor. Le disculpamos ya que fue Afinsa quién lo donó al Ayuntamiento, y ya se sabe que los de Afinsa eran maestros en el arte del engaño y de la copia.

Este concejal debía haber sido de Cultura, de Expresiones Artísticas e, incluso de Turismo. Su fineza en la expresión y sus dotes para el protocolo, la diplomacia y la negociación compleja es patente. No importa que a veces llame a los adversarios «sinvergüenzas» o «leninistas» porque domina mucho el lenguaje y se expresa con llaneza y con la simplicidad que es propia del intelectual de altura. Seguro que distingue un leninista de un verde, lo que es un mérito.

Las obras en la ciudad son un desastre. Las aceras indecentes y provocando 200 denuncias por caídas al año; el Centro de Recepción de Visitantes en la plaza de la Leña solo sirve para que un bar monte su terraza; el Centro Multiusos con un uso mini que no pasa de cinco días al año; la plaza de la Marina destrozada después de haber hecho una remodelación de 350.000 euros; un carril bici del Puente de la Autovía a Valorio por 300.000 euros cuando en realidad ya se iba en bici con toda tranquilidad; una piscina en Higueras en terrenos que no son municipales; una obsesión por los aparcamientos subterráneos en medio de las calles y plazas que provocan la rebelión ciudadana; olores en Balborraz y en el casco antiguo dónde se perdió la fianza por la inactividad del Ayuntamiento; por no hablar de los conejos de Valorio, o la desaparición de gran parte del arbolado de las plazas de la ciudad.

Se lo disculpamos porque no hay un duro en las arcas municipales y el dinero del Estado para obras el año pasado y este hay que gastarlo tan deprisa que se acepta la primera ocurrencia del primero que pasa. La Concejalía de Obras necesita otra persona, alguien que se mueva por la ciudad, por los caminos del municipio, que hable con unos y otros con llaneza, con el lenguaje del pueblo, no con fórmulas tan elevadas como las que emplea el actual, que sea dialogante, trabajador, que escuche a los funcionarios y que no haga las cosas «porque lo digo yo».

La Concejalía debe cambiar de manos, a unas que tengan callos. La Concejalía de obras se labra a pico y pala y no necesariamente con pluma, me refiero naturalmente a la de escribir. Los de la pluma, como el concejal Francisco Javier González están llamados a más altas alturas. Vuelan mucho más alto. Están en las nubes al menos en lo que se refiere a la mitra del obispo y el cojín de la alcaldesa.