La población de náyade, el mejillón de río, puede pasar a la historia en Zamora en poco más de una década con solo dejar correr el tiempo de brazos cruzados debido a los contados efectivos existentes de esta especie, a que los supervivientes son adultos y faltan ejemplares juveniles, al efecto climático que con sus riadas y sequías agravan todavía más el sostenimiento vital de un molusco que "data de hace más de ocho millones de año". Además, sufre declive "el único y exclusivo hospedador, la trucha pintona Salmo trutta fario".

"Son habas contadas", expresa el biólogo e investigador Javier Morales, que junto con Miguel Lizana han dado fe de la situación límite en que se encuentra la náyade perviviente del río Negro en un trabajo titulado "Efectos negativos del cambio climático aceleran la extinción de la principal población de la náyade Margaritifera margaritifera en la cuenca del Duero".

"Partiendo de un contingente máximo en 2005 de 2.500 ejemplares", los investigadores predicen que "la extinción teórica por senescencia podría ocurrir a más tardar para el año 2077". Pero esta fecha es más que optimista porque ponen de manifiesto que "en las poblaciones biológicas por debajo de un número en el que no hay posibilidad de reproducción es un hecho esperable, que la población alcance pronto este tamaño de viabilidad mínima". Tienen en cuenta, para adelantar el desastre, "los datos de recogida de conchas tras las aguas altas ordinarias en el periodo 2003-05 que indican una pérdida promedio de casi el 10% de los ejemplares anualmente". Con semejante nivel de bajas, "la extinción funcional de la población se produciría mucho antes, hacia 2025-2032", que podría adelantarse aún más si golpean con una frecuencia menor a los seis años fuertes crecidas o fuertes sequías.

El río Negro, precisan, "alberga una metapoblación de la náyade que no es demográficamente funcional al presentar una poblacional desequilibrada con tallas muy grandes y no haberse detectado juveniles en más de una década de estudio". Subrayan que "en el río existen graves problemas de conservación derivados del aterramiento, extensibles a la trucha Salmo trutta, único hospedador de sus larvas". Para colmo, las riadas y las sequías agravan todavía más su situación límite acelerando su extinción.

En su estudio señalan que las grandes riadas "afectan de forma notable a los ecosistemas ya que pueden cambiar o reorganizar los microhábitats bentónicos, alterar la vegetación acuática y de las riberas e incrementar la inestabilidad del lecho que utiliza la fauna bentónica como es el caso de estos bivalvos dulceacuícolas". Pero también las riadas afectan "a elementos inertes del lecho, moviendo o transportando a largas distancias gravillas y arenas, provocando un cambio en la disposición de los refugios para muchos invertebrados". Según reflejan los estudiosos, "las riadas son capaces de arrojar fuera del cauce ordinario distintos elementos y generan mortandades frecuentes en los animales bentónicos". Inciden en este aspecto para remarcar que "las riadas episódicas provocan la dispersión de ejemplares adultos no siempre de forma catastrófica, pero en los tramos de mayor virulencia de la corriente hay remoción de individuos que son arrojados fuera del cauce ordinario". Por su parte, añaden, "el aislamiento de ejemplares en charcos durante las sequías extremas conlleva la pérdida directa de reproductores, y secundariamente por efecto de la predación por oportunistas tróficos. Es el caso del jabalí, del que los investigadores detectaron que también aprovecha la oportunidad para cebarse de moluscos".

Los estudiosos ponen de relieve que "la mayor avenida en 100 años del año 2006 produjo el movimiento de gran parte de la población de náyades, con un impacto mortal que, según tramos, afectó entre el 5 y el 34% de los efectivos". Se comprobó, según manifiestan, "una mortandad diferencial en relación con la topografía local y composición granulométrica del lecho, pero independiente de la densidad y la talla de los individuos".

La sequía afectó al tercio final del cauce y supuso la pérdida del 37% de ejemplares del tramo. Tales fenómenos agravan significativamente "el proceso de extinción, anticipando el presumible colapso demográfico teóricamente esperable para 2027-2032, provocado por la actuación continuada del resto de problemas".

A la vista de este negro futuro, los investigadores abogan por la aplicación "de medidas urgentes, de un plan de restauración del cauce, enfocado a las náyades y sus hospedadores, así como el rescate de adultos tras los eventos extremos, su asentamiento temporal en zonas favorables y la propagación de la especie sobre alevines de trucha que deberían desarrollarse antes de poder afrontar un programa de cría en cautividad que evite la extinción de la especie en la Cuenca del Duero".

La náyade Margaritifera margaritifera es un molusco bivalvo "con movimientos muy limitados, que habita en lechos de gravillas y gravas de ríos de aguas frías, muy oxigenadas y poco mineralizadas formando agregados de adultos". Morales y Lizana expresan que "la fase dispersiva la constituyen las larvas gloquidio que necesitan fijarse a un salmónido hospedador para completar su metamorfosis. En el caso de los ríos del noroeste España este hospedador es, exclusivamente, la trucha pintona Salmo trutta fario". El trabajo de los investigadores ha sido publicado en la revista vasca Munibe.

Javier Morales es uno de los investigadores que alerta sobre los contundentes efectos que el cambio climático está teniendo en especies menores, como anfibios, que pasan desapercibidos por buena parte de la población pero que son vivos exponentes de la regresión de la biodiversidad.