A poco más de 24 horas de que se cierre el plazo oficial para la presentación de candidatos a dirigir el Partido Popular de Castilla y León durante los próximos cuatro años, la incertidumbre recorre las nueve provincias de la Comunidad. El hasta ahora presidente, Juan Vicente Herrera, sigue manteniendo la incógnita en una actitud muy similar a la que tuvo antes de acceder a la candidatura a la presidencia de la Junta de Castilla y León. Tan similar que ya hay voces que opinan que el desenlace, en esta ocasión, bien podría ser el mismo: un sí de última hora a continuar cuatro años más al frente del partido para evitar una bicefalia que se acabaría produciendo dentro de dos años de forma inevitable, cuando se postule su sucesor para optar al Gobierno regional en 2019.

Lo único claro es que, hasta última hora de la tarde de ayer, el presidente del Congreso, Raúl de la Hoz, no había recibido ninguna candidatura. Y solo a él remitía el propio Herrera por la mañana cuando, preguntado en los pasillos de las Cortes, eludía a los periodistas con un escueto: "Soy un afiliado más". En el fondo, lo que subyace en la aparente indecisión del presidente sobre continuar al frente del partido cuando ha hecho público y notorio en varias ocasiones su cansancio tras 15 años en el PP regional y 16 en la Junta, responde también a las luchas intestinas que mantiene Valladolid con el aparato oficial de Madrid. No es precisamente un secreto las malas relaciones entre mandatarios de uno y otro lado durante los últimos años, con aquella alusión a Rajoy tras los malos resultados nacionales del 20-D de "mirarse al espejo" y las controversias con el exministro Soria y con el ministro Montoro.

El ascenso del presidente provincial del PP de Zamora, Fernando Martínez Maíllo, primero como vicesecretario de Organización nacional y ahora como coordinador tras el Congreso de febrero en Madrid, tampoco ha contribuido a que la sucesión, si la hay, se lleve a cabo sin polémica. Porque si difíciles han sido las relaciones entre Valladolid y Madrid, casi imposibles han resultado las de Herrera con Maíllo. La presencia de este último en Valladolid, dos semanas atrás, fue interpretada por los gurús de la política como una invitación a la retirada para Herrera. Pero la realidad parece estar yendo por otros caminos, porque es mucho lo que está en juego en los entresijos del poder del seno de los populares, comenzando por la influencia decisiva que ejerce desde hace años el consejero de Presidencia José Antonio De Santiago Juárez en cualquier decisión del Gobierno de Herrera.

El último delfín señalado por Herrera, el alcalde de León Antonio Silván, que ya fuera consejero en varios mandatos, no cuenta con la aquiescencia de Génova, a pesar de haber accedido a la directiva nacional por decisión de Rajoy tras el Congreso nacional. Silván garantizaría la continuidad a la que los fieles del presidente regional aspiran para mantener sus cuotas de poder: aún tendrían algo que decir en la elaboración de listas para las elecciones autonómicas y locales de 2019 y, sobre todo, mantendrían el control del grupo parlamentario que decide quién preside cada comisión, lo que se traduce en ingresos que complementan las dietas que perciben los procuradores regionales.

El candidato preferido por Génova y, por tanto, del coordinador general, es el actual secretario regional y alcalde de Salamanca, Alfonso Fernández Mañueco, que representa la línea claramente enfrentada a la continuidad de Silván y, con ello, a todos los que actualmente componen los círculos más cercanos al presidente Herrera. La misión de Silván al aceptar la Alcaldía de León tenía también un trasfondo de política doméstica: era la oportunidad de recuperar una provincia decisiva tras el asesinato de Isabel Carrasco, alineada claramente con Martínez Maíllo y Mañueco.

Voces cercanas al Partido Popular regional creen, sin embargo, que Mañueco contaría con el voto de las bases de provincias como Zamora, Salamanca, Soria, Ávila y Segovia. Esta última habría basculado definitivamente del lado de Mañueco al tiempo que crecían las tensiones entre la presidenta provincial y máxima responsable de las Cortes, Silvia Clemente, con la denominada "Corte de Valladolid". Los encontronazos en el ejercicio de presidenta de la Cámara Parlamentaria con su propio grupo político han sido más que evidentes y los partidarios de la exconsejera de Agricultura señalan, sin vacilar, hacia la sede de la Junta cuando se habla de una campaña orquestada de desprestigio acusándola de derroche de dinero público en su nuevo cargo. El intento de desgaste es más significativo aún si se tiene en cuenta que Clemente parecía también la candidata idónea para suceder a Herrera y como tal figuraba en las quinielas iniciales.

Quedarían por conocerse los apoyos que Mañueco recabaría en Valladolid, inmersa en su propia guerra interna con parecidos ingredientes que la regional, Burgos y Palencia, aunque en estas tres provincias parece más clara la inclinación a lo que decidiera Herrera. En León, la agrupación con más afiliados de la región, sería la ocasión idónea para medir, hasta qué punto se ha cumplido el mandato con el que llegó Silván tras salir de la consejería un tanto a regañadientes.

Oportunidad habrá de saberlo en ese nuevo formato de votación a doble vuelta con los que los populares quieren vestir una especie de primarias. Los militantes que se inscriban y que estén al día de cuota podrán votar al candidato o candidatos al Congreso regional en cada una de las provincias. Después serán los compromisarios quienes tengan la última palabra, pero en el caso, improbable, de que exista más de una candidatura, el pronunciamiento de la militancia tendría más que relevancia en la decisión final.