La Opinión de Zamora

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La Zamora jubilada y el refugio de los coles

El entorno de la capital forma un oasis dentro del envejecimiento generalizado de la provincia

Una mujer, con su hija de la mano, de camino al colegio de Roales. JOSE LUIS FERNÁNDEZ

En Zamora, las residencias se llenan y los colegios se vacían. Esa es la tendencia innegable. De hecho, los cuidados a mayores aparecen como gran alternativa laboral para el futuro de un territorio en el que uno de cada cuatro municipios tiene una media de edad superior a los 60 años, y donde los menores de 18 no representan ni el 10% de la población total en el 85% de los ayuntamientos. Ahora bien, la letra pequeña de los datos muestra la existencia de un abismo entre los pueblos con una tasa alarmante de jubilados - la mayoría - y los que aún llenan los coles, que se concentran básicamente en el alfoz de la capital.

Un hombre, este jueves, en la terraza de un establecimiento situado en Villanueva de las Peras. EMILIO FRAILE

A la cabeza del primer grupo se sitúan localidades como Villanueva de las Peras, un pueblo ubicado a la entrada del Valle de Valverde y aún cercado por el rastro negro que dejó el fuego del verano. Las llamas se llevaron por delante parte del trabajo de personas como Secundino Brime, que sonríe antes de responder por qué la gente joven se ha marchado de la zona: “¿Y qué van a hacer aquí?”, replica.

Este vecino, ya jubilado, entiende que el asunto está más que resuelto para Villanueva de las Peras: “Es mejor que venga una máquina, se lo lleve todo y vivamos los que quedamos en un bloque de pisos”, despacha, antes de subrayar que la única niña que continúa en el pueblo es su nieta de dos años y medio.

Los números respaldan el pesimismo de Secundino. Desde 1996, este municipio ha pasado de 152 a 70 habitantes, su media de edad supera los 65 años y más del 50% de los censados ha rebasado la edad de jubilación. El declive demográfico ha terminado con negocios como la tienda situada en el corazón de la localidad, donde un antiguo rótulo recuerda lo que fue y probablemente nunca volverá a ser. Desde el cierre, hace cosa de una década, el servicio corre a cargo de los ambulantes.

Clarisa vivió el final de la tienda en directo, años antes de marcharse a una residencia. Ahora, acude al pueblo de visita junto a su hija Carmen, que constata la escasez de oportunidades laborales que ofrece un término pequeño como el de Villanueva de las Peras. La conclusión es que casi todo el mundo se ha ido, salvo honrosas excepciones como la de Miguel Prieto, que gestiona un negocio de hostelería y, de paso, da un servicio de valor incalculable al pueblo. También ha abierto hace poco un albergue de peregrinos para aprovechar el paso del Camino de Santiago, aunque “algunos días hay una persona, otros dos y a veces ninguna”.

Dos mujeres caminan junto a una tienda cerrada de Zamora. Despoblación. EMILIO FRAILE

Miguel comparte los negocios con su mujer y con su hija Patricia, aunque su trayectoria laboral tiene fecha de caducidad: “Me jubilo en dos años”, asegura. El cierre del restaurante es la hipótesis más probable, ante las dificultades que implica la gestión de un proyecto familiar como este en un pueblo. Los que quedan se van retirando.

A un puñado de kilómetros de allí, en Villaveza de Valverde, el cierre del bar es una realidad más nítida. Daniel Fernández lo deja el 31 de octubre. De momento, nadie se ha interesado por instalarse en el local municipal que deja libre. Este pueblo sigue una dinámica demográfica similar a la del anterior: de 191 habitantes cuando comenzó el siglo a los 79 actuales. La media de edad asciende a 67 años y no hay ni un solo niño en invierno.

El aún responsable del bar explica que, cuando asumió el negocio hace veinte años, había “quince o veinte jóvenes en edad de casarse y tener hijos”. “Todos se han marchado”, resume. Algunos regresan los fines de semana a un lugar donde curiosamente resiste algún taller y un negocio de muebles cuya presencia no ha paliado el deterioro demográfico: “Esto ha pegado un cambio enorme”, apostilla Juan José Crespo, residente en Pueblica, mientras llena varias garrafas de agua en la fuente del pueblo. No es el único que lo hace. “Es que es buenísima”, remarca más tarde otro hombre de Faramontanos de Tábara que se ha desplazado a por ella. Ese movimiento es el único que se percibe en el centro.

Miguel Prieto, en el interior de su restaurante en Villanueva de las Peras. Emilio Fraile

En tiempos, Villaveza de Valverde tenía dos escuelas que ahora llevan medio siglo cerradas. El trasiego de niños y niñas a la salida del colegio hace tiempo que se olvidó, y ya no hay madres y abuelas como Nuria Hidalgo o Encarna del Río apostadas a la puerta para recoger a los pequeños. Estas dos mujeres aguardan en la entrada del cole de Valcabado, a apenas siete kilómetros de la capital, mientras a la puerta de las aulas 38 alumnos de Infantil y Primaria se amontonan antes de salir a disfrutar del sol. Esto, en una localidad de apenas 400 habitantes que, eso sí, se ha repoblado con savia nueva.

Aquí, la media de edad desciende a 43 años, y casi un 20% de los habitantes son menores de 18. El caso es similar al de Roales, el único municipio de la provincia que baja de los 40 años de promedio y donde el cole y la guardería suman casi medio centenar de niños. Y eso que, como apuntan los padres, muchos de los que viven en las urbanizaciones van a centros de la ciudad. “Nosotros nos vinimos aquí por el tema económico, porque en Zamora solo veíamos pisos o viejísimos o carísimos”, explica María Pozos una de las repobladoras de esta localidad del alfoz.

Padres esperan a las puertas del colegio de Roales. Emilio Fraile

Alba Giraldo y Ana Álvarez añaden que el cálculo del Ayuntamiento es que Roales tiene más de 200 niños por debajo de los 14 años: “Es un pueblo con algunas carencias. No tenemos polideportivo, no hay cajero y hay otros recursos que no teníamos hasta hace poco porque esto estaba como parado en el tiempo”, cuenta Alba, que se mudó hace una década desde el barrio de San José Obrero. A su lado, Ana asiente, aunque matiza: “No lo cambiaría por nada”. Este municipio roza ya los 1.000 habitantes, el doble que al inicio del siglo XXI. Su camino, como el de otros lugares del entorno de la capital, va en sentido contrario al del resto de la provincia: “Y aquí no para de venir gente joven con niños”, zanjan los vecinos.

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