Unos minutos antes de la una de la madrugada del domingo al lunes, la Ciudad Deportiva de Zamora capital abrió sus puertas para recibir a los autobuses y a los coches particulares que llegaban de Tábara. Cercados por el incendio, los habitantes de este municipio de unos 750 habitantes se vieron obligados a dejar atrás sus casas para huir de la densa columna de humo que alertaba ya de la inminente llegada del fuego al entorno del pueblo.

Numerosos efectivos

Apoyados por numerosos efectivos de la Policía Municipal, que movilizó hasta a 32 agentes fuera de servicio, y de Protección Civil, los afectados por el desalojo bordearon la pista de atletismo desde el aparcamiento hasta alcanzar el pabellón azul. Allí, Cruz Roja, junto a los miembros de los cuerpos citados, se afanaba por montar las camas portátiles que debían servir de acomodo para los tabareses en una noche tan inesperada como nefasta. El fuego desatado apenas siete horas antes en Losacio devoró terreno hasta plantarse en sus mismas narices. Había que salir.

Tras el registro en la entrada, los evacuados fueron ocupando las sillas de plástico dispuestas para la ocasión, sin demasiada prisa por dormir en las camas portátiles. Muchos contaban con no cerrar el ojo, en un pabellón castigado por el calor extremo de los últimos días y en medio de la angustia propia de quien echa la llave de su hogar sin saber cuándo y en qué condiciones podrá volver.

Falta de medios

El rostro de los mayores dejaba entrever esa desazón mientras, entre algunos más jóvenes, fluían los comentarios sobre el bombero fallecido, los heridos contabilizados o la escasez de medios dispuestos para la ocasión. El sentimiento de abandono resultaba palpable, en medio de la inquietud que ya genera tener que realojarse en un pabellón a cuarenta kilómetros de casa mientras el entorno arde sin aparente control.

Apenas los niños, que ayudaron a montar las camas, parecían ciertamente ajenos a la sensación común de pesar, combinada en todo caso con una importante dosis de estoicismo y de saber estar. La gente estaba preocupada, pero serena, con la expectativa resignada de ver arder parte del entorno y con la esperanza de librar las casas, con el precedente cercano del incendio de la Sierra de la Culebra como referencia.

Por allí, también se dejaron ver políticos, como el concejal de Deportes de Zamora, Manuel Alesander Alonso, que anunció la suspensión de todas las actividades matinales en la Ciudad Deportiva para centrar el uso de la instalación en el cuidado a los evacuados; o como Antidio Fagúndez, que acudió a echar una mano en la intendencia y a mostrar su apoyo, espoleado también por sus orígenes en Losacio.

Solidaridad en Carbajales

Más cerca de ese municipio, en Carbajales, el pabellón municipal alojó a personas procedentes de Olmillos de Castro y, más tarde, de Sesnández. Estos últimos llegaron de Sarracín pasadas las tres y media de la mañana, con la certeza de haber visto arder una buena parte del paisaje que acompaña sus vidas.

Un grupo de personas, en Carbajales Emilio Fraile

Te puede interesar:

Al menos, en su destino hallaron un grupo de personas entregadas a la ayuda solidaria, que montaron la instalación, cargaron colchonetas y repartieron agua de forma altruista para tratar de hacer algo más llevadero el trance. Los carbajalinos pasaron la noche con un ojo en sus huéspedes y otro en el fuego que se veía en el horizonte. Nadie las tiene todas consigo cuando ve a tantos vecinos golpeados.

En este punto de realojo, también hubo políticos. En este caso, una delegación de la Diputación Provincial encabezada por su presidente, Francisco José Requejo, que acudió a ofrecer su hombro a parte de una provincia devastada este verano por los incendios.