Los datos son claros: cada vez nacen menos niños en la provincia. De hecho, en algunos lugares, pasan los años sin celebrar alumbramientos, mientras los funerales se asientan como parte de la vida cotidiana. En 2020, 120 municipios zamoranos cruzaron el invierno, pasaron el confinamiento, superaron la desescalada, se enfrentaron a la segunda ola y comieron las uvas con el toque de queda sin que viniera al mundo ni un solo niño durante ese trayecto.

Esto supone que casi el 50% de los 248 ayuntamientos de la provincia cerró el 2020 sin nacimientos. Los otros 128 acumularon los 792 alumbramientos de un año en el que murieron más de 3.200 personas en la provincia. Las estadísticas son demoledoras, y se hacen especialmente difíciles de asumir en lugares como Villar del Buey, Fariza, Villarrín de Campos o Almeida de Sayago, sin nuevos niños el curso pasado, pero con 23, 18, 16 y 15 decesos respectivamente. El balance de estas zonas resulta terrorífico para su evolución demográfica. No hay repoblación urgente que lo compense.

Despoblación a raudales en estos pueblos de Zamora.

Estos son los cuatro ejemplos más evidentes, pero si se pone el foco en los municipios principales de las comarcas, donde se presupone algo más de movimiento que en la periferia de cada territorio, las cifras tampoco invitan a la esperanza. Para empezar, ninguna de las cabeceras presenta un saldo positivo, lo que ya da una idea general de lo que está ocurriendo.

En esas están:

Alcañices, 4 nacimientos y 9 muertes en 2020

Bermillo de Sayago, 6 y 18

Carbajales de Alba, 1 y 18

Coreses, 3 y 24

Corrales del Vino, 5 y 23

Fermoselle, 2 y 39

Fuentesaúco, 7 y 37

Puebla de Sanabria, 9 y 24

Tábara, 3 y 20

Toro, 45 y 174

Villalpando, 5 y 24

Villardeciervos, sin un solo nacimiento y con 13 muertes el año pasado.

Como honrosas excepciones, los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística señalan a Cerecinos del Carrizal, tres nacimientos y dos muertes; Monfarracinos, once y diez; Quintanilla del Monte, uno y ninguna; Roales, diez y seis; y Villanueva de Azoague, cinco y tres, como los únicos municipios zamoranos con saldo vegetativo positivo en 2020, aunque otros como Morales del Vino, con 19 alumbramientos y otros tantos decesos aparecen empatados en las cifras.

Mientras el saldo positivo sea la excepción, la provincia tendrá muchos problemas para sostener una caída que ya hace tiempo que alcanzó velocidad de crucero sin que nadie acierte a ver el freno.

Las bodas se desploman a causa de la influencia del COVID

Zamora contabilizó 186 bodas durante el año 2020. Se trata de una cifra inferior a la que se registra habitualmente, a causa del efecto negativo que ha tenido el COVID en los matrimonios. Muchas parejas optaron por retrasar la fecha para poder celebrar el enlace como tenían previsto. En ese sentido, al igual que sucede con los nacimientos, hay muchos municipios de la provincia que cerraron el ejercicio sin celebrar boda alguna. De hecho, así ocurrió en 205 de los ayuntamientos zamoranos, que tendrán que esperar momentos más propicios para estas uniones. Como es lógico, el lugar donde más bodas se celebraron fue la capital, con 89, seguida de Benavente, con 25; Toro, 14; y Morales del Vino y Puebla de Sanabria, con 5.

La mortalidad por el virus reduce el peso de los mayores en la población

Una de las cifras que publica anualmente el Instituto Nacional de Estadística tiene que ver con el porcentaje de población que representan las personas de cierta edad sobre el total de los habitantes de una determinada provincia. En el caso de los mayores de 65 años y de los siguientes grupos, Zamora se sitúa en los puestos altos de la tabla, como uno de los lugares más envejecidos. Sin embargo, en 2020 se produjo una anomalía en la estadística habitual, con la reducción del peso de las personas de cierta edad sobre el total de la provincia. La mortalidad del COVID provocó que los octogenarios pasaran de suponer un 12,28 a un 12,13%.